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JULIÁN CAMINO (*)
A Alejandro lo conocí en Estudiantes. Yo llevaba unos años en el Demo y me había mudado a un departamento en 53 entre 3 y 4. Él vivía en 46 y 5 y me pasaba a buscar todos los días con su auto para ir hasta el Country. Nos hicimos muy amigos y compartimos momentos en aquellos años.
Era un tipo muy respetuoso, no era de hablar por hablar y siempre tuvo curiosidades por otras cosas además del fútbol. La palabra justa, el respeto al máximo e intachable en su conducta. Tomaba Coca Cola y agua, nunca le vi tomar un vaso de vino y comía todo sin sal. Tan correcto como sano. Era un tipo muy preparado, al que le hablabas de historia y sabía, le hablabas de economía y sabía. Cada vez que lo llamaba estaba leyendo un libro. Y aunque no lo exteriorizaba, era tan fanático de la política como de sus cábalas pero no las decía. Cuando estábamos charlando entre nosotros, le buscábamos la vuelta para hacerlo enojar y a veces se enojaba. Pero ojo, si estaba en una mesa con alguien que no conocía no discutía de política, daba sólo su opinión.
Y cábalas tenía muchísimas, empezando por sentarse en el mismo lugar siempre. En el micro y para comer.
En nuestra etapa como jugadores la vida nos separó un poco después porque él se fue a Brasil y trabajó muchos años con Daniel Passarella, pero aún así nunca dejamos de tener contacto. En aquellos años no era como ahora que con un teléfono se puede hablar todo el tiempo. Pero cuando salió la posibilidad de Estudiantes me tuvo presente. Me comentó que tenía posibilidades de comenzar a dirigir y me dijo que lo acompañara a una charla. Él solamente quería dirigir, no le interesaba el contrato y recuerdo que de eso tuve que encargarme yo.
Y así arrancó nuestra historia con Estudiantes. Hasta el día de hoy recuerdo cuando volvíamos en el micro, campeones de América, nos miramos y nos dijimos ‘mirá dónde estamos’. Pero más allá del éxito, Alejandro siempre fue igual. Desde que empezó hasta que estuvimos en el último partido con la Selección. Una persona buena y exigente. No te dejaba nada librado al azar.
En el Seleccionado nos delegaba el manejo del grupo y nunca tuvimos problemas con ningún jugador, siempre todos tuvieron una sonrisa con nosotros. En Eliminatorias, en amistosos y en el Mundial.
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Claro que para él no era fácil. Al Mundial lo sufrió mucho y yo me daba cuenta. Porque más allá de que compartía todo con nosotros, el técnico era él y me daba cuenta de su nerviosismo, cómo sufría los partidos y para dar las charlas técnicas. No es fácil hablarles a semejantes monstruos y decirles cómo juegan tipos del extranjero que ellos enfrentan todos los días. Si decís cualquier cosa quedás como un mentiroso pero él siempre lo hizo muy bien y por eso en la Selección lo respetaron.
Los pequeños detalles con los jugadores le hicieron ganar ese respeto. Cuando jugamos contra Brasil en Estados Unidos yo fui un mes antes a ver el hotel y la cancha de entrenamiento. Había que viajar una hora y media para entrenar, y había otra a 10 minutos pero había que pagar en dólares. Lo llamé, se lo dije y preferimos pagar los 40 mil dólares pero defender a los jugadores nuestros. Esas cosas son valoradas por los futbolistas.
También y más allá de haber compartido la gloria, lo vi triste. Por igual después de Barcelona y después de Alemania, en las dos finales. Aunque para Estudiantes Barcelona parecía imposible y Argentina- Alemania era más parejo, ambas dolieron por igual. Y tal era el respeto y el cariño que se ganó en la Selección, que luego de haber vuelto de la Copa del Mundo, hicimos una cena con los jugadores y nos abrazaban, ellos querían que Alejandro se quedara para ganar la Copa América. Nos decían “vamos que somos los campeones”. Pero decidió irse.
La última vez que hablé bien con él, un rato largo, fue en la inauguración del estadio de Estudiantes. Esos dos días nos vimos y hablamos mucho. Fue reconfortante. Siempre hablando bien del club, sintiéndolo su casa a pesar de haber pasado por River. La realidad es que lo extraño mucho pero afortunadamente tengo recuerdos y vivencias que me van a acompañar el resto de mi vida.
(*) Excompañero en Estudiantes y la Selección
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