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Espectáculos |ESTRENO EN LAS SALAS PLATENSES

Elisa Carricajo: “El cine puede habilitar preguntas incómodas que permitan abrir otros sentidos”

La actriz y parte del colectivo Piel de Lava protagoniza “Un crimen común”, mezcla de drama social y terror que llega a La Plata mañana

Elisa Carricajo: “El cine puede habilitar preguntas incómodas que permitan abrir otros sentidos”

Carricajo como Cecilia, una profesora atrapada por la culpa y el terror / Pensar con las manos

7 de Abril de 2021 | 01:47
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Como profesora universitaria de sociología, Cecilia mira todos los días a la sociedad, y explica flagelos como la inseguridad a partir de los problemas estructurales del aplastante sistema. Pero una noche de tormenta, le golpean desaforadamente la ventana: es el hijo de su empleada doméstica, que parece estar en problemas. Cecilia, asustada, no abre: al día siguiente, el cuerpo de Kevin aparece en el río, asesinado por la policía.

Ese es el punto de partida de “Un crimen común”, nueva película de Francisco Márquez protagonizada por Elisa Carricajo, que se estrena mañana en Cinema City. Una película ante todo incómoda: “Trabajamos mucho sobre eso, sobre no sacarnos nosotros la incomodidad de encima”, reconoce la actriz, en diálogo con EL DIA. “Juzgar al personaje era para nosotros sacarnos el problema de encima, dar a entender que hablábamos de gente que no éramos nosotros. Y la intención era incomodarnos, hacernos preguntas, que la película sirva para entender de qué manera discursos con los que no estamos de acuerdo en un momento de miedo tienen más fuerza que aquello que pensamos. Y gobiernan nuestros actos”.

Es en ese sentido que Carricajo (“Cetáceos”, “La flor”) plantea que “lo interesante del cine es que puede abrir preguntas que no son las mismas de la información a la que cualquiera tiene acceso: cualquiera tiene acceso a las estadísticas de cuántos pibes son víctimas de gatillo fácil, son datos duros. Pero la tarea del cine tiene que ser abrir otras preguntas, preguntas sobre cómo nos acercamos a esa información, cómo lidiamos con esto”.

“El cine puede habilitar en ese sentido no respuestas, sino preguntas nuevas, válidas e incómodas que permitan abrir otros sentidos, otras formas de pensar, nuevas reflexiones que generen acciones para trabajar sobre este tipo de situaciones”, lanza la intérprete.

En su rol como Cecilia, Carricajo enfrentó “un desafío”: es un personaje que dice poco con la voz y mucho con el cuerpo y la mirada, arrojada tras la muerte de Kevin hacia una espiral descendiente de culpa y miedo. “Le pasan muchas cosas, pero ella misma no sabe qué le ocurre. Y el espectador tampoco. Fue como actuar en dos direcciones a la vez”, cuenta Carricajo. 

“La película habilita debates, lo que pasa después de la película en las salas es parte de lo que la película propone”

 

A medida que su personaje se sumerge en el pánico, se desequilibra: el espectador asiste a esa progresiva enajenación que enrarece los climas de la película, que por momentos se sumerge en el terror. Y la intérprete tiene que pasar entonces del realismo a actuar en el marco del cine de género.

“Fue la parte más lúdica de la película, casi como un ejercicio de actuación”, confiesa Carricajo, con larga experiencia en el cine independiente y el teatro, pero casi nula en el terror (a excepción de ese primer episodio de “La flor”, otro juego). Miró algunas películas que el director le indicó como referencia y fue construyendo una interpretación desde “las formas de mirar, el detener los ojos, la respiración: cómo funciona la alerta en el cuerpo, cómo reacciona el cuerpo cuando algo te llama la atención y no sabés por qué, eso es el terror, porque el espectador supone que fuera de cuadro hay algo terrorífico”, explica.

Todo este trabajo lo hace en oposición a Mecha Martínez, líder de una organización social en la vida real: la relación entre Cecilia y Nebe, su empleada doméstica y madre de la víctima, supone un duelo de clases, un enfrentamiento entre dos cuerpos distintos, dos formas diferentes de estar en el mundo y entenderlo.

Es la primera vez que trabaja en ficción en la película (ya había aparecido en “Pibe Chorro”), pero “es una gran performer, y estábamos trabajando sobre un terreno que es su cotidiano, es su campo de acción, un terreno sobre el que ella reflexiona, sobre el que tiene un accionar político: pensar con ella la película fue una gran tranquilidad”, dice Carricajo, para quien ese cruce entre una actriz que vive “en un barrio de clase media” y Martínez, que conoce historias de gatillo fácil, que transita esas historias en su cotidiano, aporta buena parte de la riqueza, de los matices y las desestabilizaciones del sentido común que propone la película.

“Un crimen común” se estrenó mundialmente hace ya un año, en la Berlinale, y luego llegó la pandemia: la película tuvo una vida virtual breve (se vio en el Festival de Mar del Plata) pero desde la producción la idea siempre fue esperar al regreso de las salas, porque “es una película que habilita debates interesantes, todo lo que pasa después de la película, las charlas, los intercambios, es parte de lo que la película propone”.

Algo similar ocurrió con “Petróleo”, la obra que Carricajo protagoniza junto al resto de las Piel de Lava, el grupo teatral que componen también Laura Paredes, Pilar Gamboa y Valeria Correa y que fue uno de los sucesos teatrales de 2019: el 2020 frenó ese impulso, pero hacia fin de año las actrices decidieron realizar una función por streaming, sin público, para reencontrarse con el material y empezar a pensar en un regreso a la presencialidad.

Desempolvaron el vestuario, la escenografía y, en medio de una gran incertidumbre, proyectaron lo que luego se haría realidad: en febrero pudieron volver al teatro y aunque inicialmente el regreso era por solo un mes, ya llegaron a abril y “Petróleo” sigue en el porteño Teatro Metropolitan, todos los miércoles.

“Estamos aprendiendo a adaptarnos, pero también queremos defender ciertos formatos presenciales como se pueda: antes era impensado pedirle al público que esté toda la función sin barbijo, pero la gente viene, está con barbijo, se ríen igual, la pasan bien, y se defiende la posibilidad de estar ahí, de hacer la función”, opina Carricajo, y confiesa que “el año pasado no podía decirlo con tanta contundencia… porque me largaba a llorar: había que pensar cómo iba a ser la vida si no podíamos retomar un formato presencial. Pero al volver, la sensación es que no hay punto de comparación”.

“Incluso”, insiste, “con una película, con el cine, porque aunque no te quedes a hablar de la película después, lo que pasa en la sala, ese ver la película con otra gente que se ríe, que suspira al mismo tiempo, que está ahí… Hay cosas energéticas, muy básicas, en compartir, que uno no piensa… hasta que te faltan”.

Entonces, concluye, “es importante cuidar ese espacio, porque cuando hay miedo, y esto también dialoga con la película, todo lo restrictivo parece mejor que lo otro. Creo que hay que estar más sensibles a qué restricciones sirven y cuáles se pueden entender de otra manera, para que se sigan desarrollando estas cosas, en lo posible”.

En ese sentido, Carricajo señala que esta preocupación tiene que ser también de los artistas, tantas veces en este país productores y gestores de sus propias obras. Ese ha sido, de hecho, uno de los secretos que le ha permitido a las Piel de Lava navegar casi dos décadas de crisis argentina recurrente a la que ahora se sumó como novedad una pandemia: encontrar la forma, juntas y a pesar de todo.

“Creemos fervientemente en atravesar la vida juntas, como una banda: eso nos hace la vida más fácil y más linda”, dice al respecto Carricajo. Esa banda ha sobrevivido, cierra, “defendiendo la independencia, cuidándonos entre nosotras y valorando mucho estas redes: es increíble como ante las crisis, estas redes sobreviven, y tienen potencia para resolver”.

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