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El Eléctrico, secretos de la fiebre ochentosa que hace bailar a la Ciudad

Sus fiestas no tienen calendario ni lugar fijo pero movilizan a miles que han pasado los 50 y los 60 y atraen a los de 30 y 40. Una generación dorada que resiste, sacude sus heridas y quiere vivir y morir bailando

El Eléctrico, secretos de la fiebre ochentosa que hace bailar a la Ciudad

Va y viene la máquina del tiempo en fotos de ayer y de hoy. La pasión por aquellos inolvidables 80’

Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

20 de Noviembre de 2022 | 06:23
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"Te aviso que a Alejandrito le tocó estar de portero".

No es que don Juan Carlos Semeraro tuviese un tic nervioso. El hombre se agarraba la cabeza, como si estuviese cayendo granizo, solo cuando veía que estaba por entrar a su almacén de 62 y 24 uno de los hijos de los Fernández, el Danielito. El pibe tenía seis años y era técnicamente insoportable. Tocaba, movía, se apoyaba, volvía a tocar y siempre abollaba alguna de esas latas de galletitas con el ojo de buey, que hoy muchos consideramos reliquias.

"Este nene es eléctrico", dijo una tarde don Semeraro, rendido ante la evidencia. Más de 50 años después el hombre sigue en el barrio y de vez en cuando saluda con una sonrisa y el gesto con la mano en hachita como diciendo "ya te voy a agarrar". Danielito hoy es un tipo de casi 61 años al que buena parte de la Ciudad conoce, aunque sea de nombre, como "El Eléctrico Fernández".

Se dice que es una de las leyendas de la noche platense de aquellos irrepetibles ‘80 y hoy tiene el sello de las fiestas retro como un fenómeno social que mueve miles de personas. Y aunque no es el único que las organiza, su estilo se ha convertido en una marca informalmente registrada: "Las fiestas del Eléctrico".

OBRERO, NUNCA REY

"Yo rechazo que me digan Rey de la Noche. No me gusta. Los reyes viven como reyes y yo siempre me pelé el culo laburando. En todo caso que me digan el Obrero de la Noche".

Pasó por Arquitectura, Derecho y tiene toda la cursada del profesorado de Historia pero no terminó ninguna. Cuenta que su primera fiesta fue un malón, a los 12 años pero no se animó a cobrar entrada. Su debut en el loco, fascinante, complejo y controvertido asunto de "la noche" ocurrió a los 17 años cuando en 1979 el Tano Tutti, por entonces dueño de Chihuahua, un emblemático boliche platense que ya no está, le propuso organizar una matiné de domingo, sin venta de alcohol.

"Un desastre fue. Fueron 80 personas pero como el boliche era chiquito, no pareció un gran fracaso".

A partir de esa experiencia cuenta que vinieron otras matinés hasta que le tocó la colimba en Campo de Mayo y un teniente al que recuerda como de apellido Leiva le pegó un sablazo en la espalda por moverse en la formación y lo mandó varias semanas al hospital. Después de ese parate se entregó a la venta de libros y enciclopedias a domicilio: "Iba a los barrios más pobres y era donde más vendía", asegura. Eran, sin duda, otros tiempos.

EL PORTERO

Cuando empieza a dar nombres de aquella época y de otras más acá, hay letra para confeccionar varias guías telefónicas. Y como es de lágrima fácil, para evitar emocionarse evita el concepto "mejor amigo" y entonces les pone número según orden de aparición en su vida.

"Mi primer amigo, Daniel Calabrese, y así en el tiempo gente que hoy en día va a las fiestas como Diana Cánepa, Marcelo Festa, tantos y tantas".

Se le hace difícil hacer un recorrido certero por la noche de aquellos ‘80 y rescata a Firts, en 51 y 9, "donde conocí a Ricky Fernández, uno de los mejores disc jockey que tuvo y tiene esta ciudad y al que le estoy preparando un homenaje por sus 40 años de trayectoria". Y en ese contexto a su compañero de rutas, Oscar Babenco con el que durante algunos años manejó Tihuen, un boliche en la zona de 8 y 45 al que llegaron de manera impensada y los obligó a vender "hasta los muebles y un Fiat 147 que tenía Oscar para poder comprar el 50 por ciento del boliche".

Del arcón de las anécdotas y secretos nunca contados saca una de Tihuen.

"A mediados de los 80 en Tihuen se hacían fiestas de Franja Morada. Yo les daba el boliche y los pibes y las pibas venían, limpiaban, acomodaban y se encargaban de las entradas. Yo solo me quedaba con el consumo en la barra. Un día viene un pibe de Saladillo que estaba estudiando Medicina acá y me dice que lo habían mandado a barrer el salón porque iba a haber una fiesta. Yo le dije sí, no hay problema y el chico con otros más se puso a limpiar. Por ahí cae uno de afuera y me dice: 'che, ese que está barriendo es el hijo del Gobernador'. Pensé que era una broma pero por las dudas lo llamé al Vasco Pardal, que era el presidente del Centro de Estudiantes de Medicina, un tipazo, el más votado en la historia de las elecciones universitarias. Me dice el Vasco 'ah si, es Alejandrito, el hijo de Armendáriz. Hoy le toca barrer, acá todos somos iguales'. El asunto es que la noche de la fiesta me llama el Vasco y me dice: 'Eléctrico, te aviso que a Alejandrito le tocó estar de portero. Yo me quería morir porque en la puerta de un boliche o no pasa nada o puede pasar cualquier cosa. Le digo Vasco no me podés hacer eso. Conclusión: esa noche el portero fue el hijo del que era gobernador de la Provincia. El pibe nunca lo supo pero yo esa noche le puse como diez patovicas alrededor porque tenía terror de que pasara algo".

PROBLEMITA Eléctrico

Se declara pionero en la modalidad de celebrar el Día del Amigo y cuenta que fue por accidente.

"La gente ese día solo salía a comer o tomar algo y caímos como 14 a Coliseo de diagonal 74 y 10. Y el querido Javier Mardikián sale y me dice: 'Eléctrico, no tengo más lugar. Si querés pasá vos pero a los otros no tengo donde sentarlos'. Recuerdo que era un martes y salimos a recorrer todos los bares y en todos lados pasaba lo mismo. Nosotros a esa altura hacíamos fiestas en Canela, en 34 entre 7 y 8 con Julito Yantorno y le digo a Oscar Babenco: 'abrí el boliche que vamos a llevar gente a celebrar el Día del Amigo. Y esa noche explotó con la gente que estaba comiendo y que nosotros habíamos ido invitando en nuestra recorrida. No teníamos disc jockey y en Arbys estaba Franco Ponce y le digo vení, dame una mano y vino a pasar música. Canela fue otro hito en la Ciudad. Lo compramos con Oscar y la noche en que lo inauguramos llovía más adentro que afuera".

Con sus hermanos Cristian y Fabián emprendió otras aventuras bolicheras que dejaron marca en la ciudad, como el Tabasco "restorán bailable" de 53 entre 5 y 6, los Canelas 2 y 3 del Centenario y 511 y de 10 y 40.

"En 2001 nos agarró el desastre y pasamos de dueños a empleados. El Polaco me llevó de encargado a Mapuche y otro que me dio una gran mano y del que aprendí muchísimo fue del inolvidable Negro Juan Carlos Morales que me recibió un año en Macondo, con su hijo, Jorge, otro ser humano excepcional".

Macondo, parada obligada del tren de la emocionalidad para generaciones de platenses.

"Yo era una especie de hijo de la noche del querido Negro Juan Carlos Morales. Me decía 'Gallego'. Era el único que no me llamaba Eléctrico. Una noche me dice contraté una pareja para cantar en Macondo, pero no estoy muy seguro si a la gente le va a gustar. Eran los Pimpinela y a la tercera canción el Negro me dice: 'por Dios como grita esta mujer, me van a incendiar el boliche'. Y le desenchufamos los micrófonos. Años después van los Pimpinela al programa de Mirtha Legrand y se ponen a contar anécdotas y el tipo dice: 'una vez en La Plata cantamos tres canciones y nos tuvimos que ir por un problema eléctrico'. Yo estaba viendo el programa y me tiraba al piso de la risa. El Negro Morales, inolvidable ser humano".

VIVIR Y MORIR BAILANDO

Y cuenta que La Plata estuvo ahí nomás de tener un boliche con capacidad para más de 7.000 personas, a partir de un proyecto de voltear paredes y unificar propiedades en la zona de 8 y 45.

"Fue un sueño que tuvimos con el Negro Morales pero no prosperó porque el dueño de una cochera que había que integrar, se deliró y pidió cualquier cosa".

Cuenta que en 2009, ya lejos para siempre de la venta de libros y ahora metido en el asunto de los remises, emprendió otras aventuras en la noche como el boliche Davinci, en 5 entre 49 y 50 "con Jorge Ruiz y en 2012 con Jorgito Amodio y con Iván Caballero abrimos Canela 3, en el local de un restorán en 10 y 40".

Cuando se le pide explicaciones al fenómeno de las fiestas ochentosas, se vuelve a emocionar y pide que no le saquen fotos llorando.

"¿Sabés que pasa?, nosotros somos una generación dorada, única. Vivimos una adolescencia saliendo de una dictadura feroz, en la que vimos morir o desaparecer a amigos, amigas, vecinos y cuando salimos con 16, 17 años de ese horror nos metieron en la Guerra de Malvinas. Y otra vez La Plata fue un lugar especial porque muchos pibes eran de acá, del Regimiento 7. Y en medio de todo eso nos cruzaba la mejor música del mundo. La música de los mejores artistas de esa época, las mejores bandas. Y como si fuera poco nos abrazó la mejor música en la historia de la Argentina, que fue la que vino después de Malvinas, el rock nacional. Entonces cómo no vamos a sentir así. Yo digo que la gente que va a las fiestas, a las mías o a las que organizan otros amigos, es un ejército que dice ‘queremos morir bailando’. Por esa música única, por esos años únicos, queremos vivir bailando".

PREJUICIOS, HABLADURÍAS

Sostiene que La Plata es una gran ciudad con alma de pueblo y también al revés. Que la ventaja de "conocernos todos" es grande pero también es una instancia negativa porque "ensuciarte a partir de los prejuicios, es mucho más fácil. A la noche se la relaciona con lo peor, con la droga por ejemplo. Yo jamás di una pitada a un porro. Cada uno sabe lo que quiere hacer con su vida".

Defiende a la ciudad de los que dicen que "no hay nada para hacer" y desgrana ejemplos de gente que "la rema todos los días, que no hace una fiestita de vez en cuando como hago yo sino que está siempre ahí, sosteniendo proyectos difíciles de sostener como Paoli con el Cultural La Ferretería".

No esquiva ninguna, ni siquiera de política. “Radical de toda la vida, hoy soy radical K y por eso me vivo peleando con Oscar Babenco que está cada día más insoportable”, dice en medio de una carcajada.

Del arcón de las anécdotas de la noche sale el atleta Ben Johnson. Corría 1988, poco después del escándalo de la final de los 100 metros en los Juegos Olímpicos de Seúl cuando fue descalificado por dopaje. Por esas cosas de la vida, el hombre cayó una noche en La Plata junto al publicista Carlos Ferroviera.

EL PIZZERO Olímpico

"Y Carlitos lo lleva a comer pizza a un boliche que había en 6 entre 44 y 45, Parrayos se llamaba. En un momento Ben Johnson dice: 'esta pizza no me gusta' y pide permiso para ir a la cocina y hacerse la pizza él mismo. Y lo dejaron, y el tipo se amasó, horneó la pizza y se la comió. De esas cosas la noche, La Plata tiene miles de historias, da para varios libros".

Tiene dos hijos y se casó tres veces. A los 23, a los 35 y a los 53 cuando dice que "bajó un ángel del cielo y me abrazó. Se llama Vanina Ronsino. En las fiestas la pierdo entre la gente porque va, charla con todos, ayuda. ¿Podés creer que cuando quiere tomar algo va a la barra y paga? Es de otro planeta".

Por estos días planea una convocatoria histórica al aire libre. "Después de la pandemia me dije: basta de encierro. Y además, en la última fiesta quedaron 400 personas afuera, te lo puede decir Malala".

Morir y vivir bailando en homenaje a esos ‘80. A esa banda de sonido inigualable, inmortal. Que moviliza a sacudir heridas, airear cicatrices, mostrar orgullosamente las marcas de una vida que vaya si valió la pena vivir. Acaso sea esa la campana que llama a miles de platenses de toda condición cada vez que alguien les avisa que se está por venir "otra del Eléctrico".

“Que no me digan Rey de la Noche. No vivo como un rey. En todo caso soy un Obrero de la Noche”

“En La Plata hay gente que la rema todos los días con buenos proyectos”

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