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Pinky: adiós a la Señora Televisión

Ícono de la pantalla chica argentina, y la primera en darle la bienvenida a la transmisión en color, falleció ayer a los 87 años. Una vida abocada a los medios de los que se alejó en dos oportunidades para incursionar en la política, un terreno que según confesó la “dañó”

Pinky: adiós a la Señora Televisión

Pinky refrescó con su estilo la pantalla chica desde fines de la década del 50 y se convirtió en un ícono

9 de Diciembre de 2022 | 01:43
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Fue una de las abanderas del paso de la televisión argentina del blanco y negro al color, pero, paradójicamente, hizo vestir de luto ayer a la pantalla chica. Lidia Elsa Satragno, conocida por todos como Pinky, uno de los rostros televisivos más representativos de Argentina, murió ayer a los 87 años, en su domicilio del barrio porteño de Palermo, acompañada por uno de sus hijos, tras pasar las últimas temporadas aquejada por los problemas de salud.

Nacida en San Justo, localidad del oeste del conurbano bonaerense, el 11 de noviembre de 1935, la animadora tuvo una dilatada trayectoria en los medios como periodista y conductora, pero además se desempeñó como modelo y actriz e incursionó en la política. Su primera aparición en pantalla data de 1954.

Tenía 19 años y dos empleos: a la mañana trabajaba como secretaria en la municipalidad, a la tarde manejaba el archivo de una papelera y a la a noche era una alumna aplicada en la Facultad de Ciencias Económicas. Hasta que le propusieron hacer un anuncio en televisión. Ese día Lidia Satragno le dio paso a Pinky, como la rebautizó su colega Trudy Tinky Tomis por su piel rosada. Fue la primera de las 33 mil apariciones contabilizadas que realizó en la tele.

 

La primera aparición de Pinky en la pantalla fue con solo 19 años, en 1954

 

Dos años más tarde, cuando Canal 7 era el único en todo el país y la cita obligada de los pocos que entonces podían acceder a un aparato receptor, Pinky dejaba las publicidades para mostrar como conductora un carisma distinto al que solía verse en una pantalla ocupada por animadores e intérpretes que venían del cine, la radio y el teatro con extensas trayectorias y edades menos escuetas: Pinky refrescó la televisión con un innegable magnetismo y una voz cálida que sabía modular con naturalidad. Así es que a fines de la década de 1950 tuvo su propio programa, el recordado “Buenos días, Pinky”, que acrecentó su popularidad y le consiguió el título de “La mujer del año”, algo que le volvió a suceder en 1961 y le valió viajes y reconocimientos internacionales.

A TODO COLOR

Ese mismo año se unió al periodista Bernardo Neustadt para conducir “Nosotros”, un programa revolucionario para la época, ya que por primera vez la TV intentaba una forma de noticioso que se diferenciaba de la radio, lo que había sido tradición desde 1951: se introducían imágenes fílmicas del día y se dejaba de lado la noticia leída en cámara. Con Neustadt también condujo “Incomunicados”, donde Arturo Frondizi fue el primer presidente argentino que apareció en estudios, y tal era su significado como emblema televisivo que fue figura principal del pase del blanco y negro al color -ahora por ATC, el nuevo nombre de Canal 7- el 1 de mayo de 1980.

“Hoy terminan las pruebas y dentro de unos instantes se hará realidad la televisión color. Y qué imagen verá usted ahora en color y aunque los va a reconocer enseguida, yo quiero decirlo ¿cuáles son los colores más hermosos que tiene la Argentina? Esos son, esos que creó mi amado Belgrano, estos, los de la bandera nacional”, narró Pinky mirando a cámara antes de que una enseña celeste y blanca flameara sobre los compases de Aurora y ella retomara la palabra y la imagen (ya no más en blanco y negro) para decir: “Señoras y señores he aquí la televisión en color”.

Por esa misma onda pública condujo junto a Cacho Fontana “Las 24 horas por Malvinas”, el 10 de mayo de 1982, en pleno conflicto bélico con Gran Bretaña, un programa maratónico en el que participaron muchísimos miembros de la colonia artística y el deporte para recaudar dinero y otros bienes con destino a los soldados que luchaban en las islas, un asunto de dudoso fin del que ni Pinky ni Fontana fueron responsables pero del que solían hablar con pesadumbre.

Lo cierto es que mientras Pinky brillaba en la tele, Lidia Satragno enfrentaba una lucha sin cuartel contra el cáncer: atravesó más de 20 cirugías y siempre hizo pública su enfermedad. Sabía que su testimonio ayudaba a miles de personas que pasaban lo mismo. “Decidí decir la verdad porque, mientras yo esté viva, de cáncer no se muere”, repetía con firmeza y alertaba contra curas milagrosas.

La extensa carrera de la locutora y periodista abarcó programas como “Teleonce informa”, “El pueblo quiere saber”, con Lucho Avilés, “Con sabor a Pinky”, “Pinky y la noticia”, “Teledós informa”, “La década del 70”, “La década del 80”, “A los ingleses con humor”, “Feminísima”, “Pinky y Fontana en persona”, “Parece que fue ayer”, “Telepinky”, “La conversación” y más.

Pinky fue también actriz en TV, teatro y cine -“La caída” (1959), de Leopoldo Torre Nilsson, “El demonio en la sangre” (1964) y “Ritmo, amor y juventud (1966)-, fue productora teatral, hizo presentaciones deportivas desde Las Vegas y tuvo una alucinante colección de Martín Fierro y otros premios, en décadas de gloria que contrastaron mucho con sus últimos años de soledad y tristeza.

MATRIMONIOS Y ALGO MÁS

Hermana mayor de la modelo Raquel Satragno y casada durante años con Raúl Lavié -en los 60 sus rostros en las revistas del corazón eran de las más frecuentes- tuvo dos hijos músicos, Leonardo -fallecido a los 54 años en enero de 2019- y Gastón, líderes de la banda pop El Signo y de tango electrónico Ultratango, pero un día el matrimonio dejó de funcionar.

De Pinky se conocía todo, pero todo lo que ella quería mostrar. “La privacidad es el único lujo que se puede dar una persona pública”. Discretísima, jamás trascendieron sus amores ni amoríos. Y fue ella misma, de hecho, la que contó que salió, alguna vez, nada menos que con Paul Newman.

“Era un sol de ojos azules. Fue una cosa natural, que se deslizó”, relató: se conocieron en el Festival de Mar del Plata cuando ella tenía 23 años y él, 33. “Yo lo tomé como lo que era: una aventura apasionante que tenía un principio y un final”.

Pinky, además, intentó la política y en la década de los 90 del siglo pasado fue vicepresidenta de la Fundación Buenas Ondas, de Piero, que celebraba actos culturales y benéficos con la participación de artistas nacionales y extranjeros y, por su vieja amistad con Rodolfo Terragno, entonces titular de la UCR, se postuló para la intendencia de La Matanza por la Alianza en 1999, ocasión en que festejó prematuramente el triunfo, aunque el recuento de votos posterior le dio el triunfo a otro candidato (ver aparte). Además, cumplió varias funciones durante el gobierno radical en las que tuvo poderosas iniciativas sociales, creó escuelas de fútbol, un campeonato “intervillas” y radios comunitarias, hasta que en 2007 llegó a la diputación bonaerense por una lista que apoyaba a Mauricio Macri.

 

Figura emblemática de la tevé argentina, se contabilizan unas 33 mil apariciones de Pinky en la pantalla

 

Esa ligazón con el empresario y político que fue jefe de Gobierno porteño y presidente, la llevó –en agosto de 2019- hasta la Casa Rosada donde Macri la recibió en una audiencia.

SIN GANAS DE VIVIR

El encuentro fue prólogo del inminente regreso de la conductora a la TV después de 18 años con el ciclo “Memorias desordenadas”, suerte de autohomenaje televisado que se emitió por Canal 7 y que condujo junto a su sobrina Kari Araujo. El programa tuvo corta vida y muchos señalaron el estado deteriorado de Pinky.

De hecho, en agosto de este año Raúl Lavié se refirió a la salud de Pinky: “Ella está en su mundo... por lo menos cuidada por mi hijo y la gente que la quiere. Eso es lo único que realmente me importa, que tenga una tranquilidad”, dijo en diálogo con Juan Etchegoyen, y sumó: “Ya está afuera de nuestras manos ”.

El cantante reveló que la pandemia no la afectó puntualmente: “Hay mucha gente que eso no la afectó. Tal vez le haya afectado otra cosa y es el destino que tenemos los mortales: yo con 85 años tengo ganas de empezar de nuevo y ella con casi mi misma edad quiere terminarla. Cada uno debe respetar los llamados del cuerpo, la mente y del espíritu”.

Así avisaba Lavié que las horas de Pinky estaban contadas. Con ella, se va más que una figura televisiva: Pinky acompañó al país durante décadas, reportó algunos de los momentos más relevantes de la historia argentina, es ya una presencia indeleble en el imaginario popular.

 

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