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BAFICI: en “Atlántico”, un joven, un barco y su cámara viajan a la deriva

Heredera de los relatos de aventuras, la película de Tobías Cédola toma un viaje real por el océano y lo atraviesa con la ficción

BAFICI: en “Atlántico”, un joven, un barco y su cámara viajan a la deriva

“Atlántico”, híbrido entre ficción y documental de Tobías Cédola, se verá hoy en el BAFICI

Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

27 de Abril de 2022 | 02:29
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El relato de cualquier viaje tiene mucho de ficción: exageración, invento, pero también trucos más sutiles, versiones subjetivas, omisiones, disfraces. De todas estas formas del engaño se nutre “Atlántico”, película del berissense Tobías Cédola que se mueve a sus anchas entre el documental y la ficción para retratar un viaje transatlántico en el velero de un capitán despótico y millonario y del motín que dispara una serie de relatos conectados por las corrientes del mar.

La película, que tendrá su estreno mundial en el BAFICI esta noche (desde las 20 en el porteño Cine Lavalle) y que podrá verse jueves y viernes, y también desde hoy de manera online, es la tesis de Cédola y Santiago Biasotti, a cargo de la dirección y composición musical, y es para ambos la unión de sus pasiones: navegantes ambos desde chicos en el Club Regatas, para Cédola “Atlántico” implicó “una manera de navegar y filmar”.

Y el navegar y el filmar se entrelazan de alguna forma en “Atlántico”, una película que tiene mucho de esas guardias nocturnas donde “siempre se cuentan historias de personajes, de cuestiones sobrenaturales… Con Santiago compartimos muchas reuniones en el club sobre cruces, contando cuentos marinos”, recuerda Cédola. El estilo de esos cuentos contados donde no se sabe cuánto es cierto y cuánto es mentira invade la película, realizada a partir del material documental registrado en un viaje cruzando el Atlántico, pero cruzándose todo el tiempo con las aventuras que relata, desde el off, una voz.

“Quería trabajar a partir de un registro que había hecho de forma documental, pero resignificarlo a través de la ficción. Quería alejarme de los hechos reales, de describir ese cruce del Atlántico”, explica la semilla del asunto el director, que se suma así a una pequeña tendencia del cine independiente que utiliza materiales documentales, incluso a veces caseros, pero los reescribe borroneando las fronteras entre la ficción y la realidad. “Siempre me gustó como espectador, ese juego de intentar dilucidar qué es real, qué no”, dice al respecto el cineasta.

Amante de la forma de narrar de los relatos breves literarios, Cédola construye una voz en off heredera de la literatura de aventuras para desdibujar ese límite y construir pequeños relatos de aventuras y desventuras que se hilvanan alrededor de ese viaje a través del océano en un velero, relatos hechos de los retazos documentales de esa travesía. “De pronto encontraba un músico increíble, o una chica que nos llevaba a un pozo narco”, cuenta Cédola, que al enfrentar el desafío de unir esos retazos comenzó a construir el procedimiento de ese narrador poco confiable.

UN PERSONAJE QUE SE MUEVE CON EL VIENTO

La película es, de hecho, reflejo de ese narrador “que va un poco a la deriva, como con el viento”, y construye así también un relato caprichoso. “Su personalidad va por ese lado, si hay algo que se le aparece adelante lo agarra, no tiene un objetivo claro, el arco de un héroe, se deja llevar”, comenta el cineasta sobre el protagonista de su ópera prima.

Un reflejo tal vez de una generación viajera, sin un rumbo tan establecido como la anterior, un poco a la deriva pero un poco a la aventura: “La película la hice durante 8 años y fui atravesando etapas: en un momento me tocó ser el que se va, después también el que se queda… Quizás inconscientemente se empezó a reflejar algo generacional en la película, de estos años, esto de irse a probar suerte, siempre el deseo del afuera”.

Ahora, “esto, que es narrativo”, dice Cédola de su historia a la deriva, “terminó relacionado con el formato”: las decisiones formales también traducen ese espíritu a la vez ecléctico, caprichoso y aventurero, utilizando múltiples formas de contar, videos tomados con celulares, cámaras de video viejas, y hasta episodios narrados a través de la videodanza, un área en la que Cédola ya tiene experiencia.

“Siempre me interesó tratar de utilizar la danza como un dispositivo narrativo”, explica. El mismo trabajo de narrar mediante otras formas de arte la encaró Biasotti, con la música y el sonido de “Atlántico”, que varía su tono a medida que ese barco ebrio cambia de región: un trabajo musical a partir de los desplazamientos, y en función de la narración, el suspenso, el ritmo que “amplían las posibilidades poéticas de Atlántico”, dice Biasotti, que a partir de su trabajo en “Atlántico” decidió embarcarse en el diseño sonoro para audiovisual y formó el estudio Deriva, junto a su socio Santiago D’Elía.

Biasotti comenzó a trabajar en la película a partir de la música que había realizado mientras viajaban Luca Fernández Chinigo. Pero a medida que avanzaba el proyecto, comenzó a componer nuevas músicas para nuevas escenas que surgían, y “cuando con Tobías decidimos hacer nuestra tesis con el proyecto, empecé a tomar más libertades en términos de composición”, relata.

Fue, dice Biasotti, un trabajo, abordado junto a Cédola, “articulado e interdisciplinario”, buscando “una conexión de la música con la imagen, pensamos a la música equiparada a la imagen, ampliando las posibilidades poéticas”.

 

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