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Entre los años 1873 y 1929, hubo seis intentos por asesinar presidentes en nuestro país. Más acá en el tiempo, Raúl Alfonsín fue objeto de un atentado mientras ejercía el cargo y de otros dos tras dejado.
El primer caso tuvo como protagonista a Domingo Faustino Sarmiento, allá por la segunda mitad de 1873. Todos los días, al finalizar las tareas presidenciales, Sarmiento enfilaba su carruaje hacia la casa de su amigo Dalmacio Vélez Sarsfield. No se trataba de una visita para robustecer esos lazos, sino para encontrarse con Aurelia, la hija de Vélez Sarsfield con la que vivía un romance apasionado. En la noche del 23 agosto salió en su carruaje, recorrió apenas dos cuadras y tres sujetos que lo aguardaban se abalanzaron sobre el rodado. El que estaba más próximo extrajo un trabuco e hizo fuego. El atentado fracasó porque el trabuco explotó, y los fragmentos del cañón y el exceso de pólvora en la carga, le destrozaron la mano al agresor.
El presidente resultó ileso. Sarmiento, debido a su avanzada sordera, recién se enteró del atentado por referencias de su cochero, al llegar a destino.
El 10 de mayo de 1886, a las tres de la tarde, el general Julio Argentino Roca acompañado de ministros y funcionarios civiles y militares, se dirigió a pie desde la Casa de Gobierno al Congreso. Una multitud presenciaba el paso del primer mandatario y de ese ámbito concurrido surgió un individuo que, con una voluminosa piedra que apretaba en su mano derecha, se arrojó sobre Roca y lo golpeó en la frente, produciéndole una herida en el parietal de siete centímetros de extensión.
Antes de que pudiera repetir el ataque, el ministro de Guerra y Marina, Carlos Pellegrini, inmovilizó al atacante, que resultó ser un correntino de 36 años cuyo nombre era Ignacio Monjes.
Con posterioridad, Roca fue objeto de otro atentado. El 19 de febrero de 1891, cuando desempeñaba la cartera de Gobierno, durante la presidencia de Carlos Pellegrini, un proyectil de revólver, disparado por un menor, se incrustó contra la parte posterior de su coche, resultando ileso.
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Otro presidente que sufrió un atentado contra su vida fue Manuel Quintana. El 12 de agosto de 1905 el carruaje presidencial trasladaba a Quintana desde su domicilio hasta la Casa Rosada. En ese trayecto, un atacante salió al paso y apuntó con un revólver que accionó sin resultado. Volvió a disparar varias veces, pero los proyectiles no salieron.
José Figueroa Alcorta se había hecho cargo del Ejecutivo después de la muerte de su antecesor, Manuel Quintana, ocurrida el 12 de marzo de 1906. Había ocupado la vicepresidencia, y asumió la primera magistratura carente de apoyo político. El 28 de febrero de 1908, a las 18,30, frente al domicilio presidencial, aguardaba una fuerte custodia que se había acentuado en razón de que días antes le había sido enviada a la primera dama una canasta de frutas que contenía una bomba que finalmente no detonó. Ese día 28 un joven se aproximó al presidente cuando bajaba para ingresar a su casa y le arrojó un bulto que se prendió fuego.
El presidente Roque Sáenz Peña, elegido para el período 1910-1916, falleció el 9 de agosto de 1914. Le sucedió su vicepresidente, Victorino de la Plaza.
Solo le restaban tres meses para abandonar la presidencia, y ya su sucesor, Hipólito Yrigoyen, había resultado electo. El 9 de julio de 1916 la Plaza de Mayo aparecía congestionada de público. El presidente, desde el balcón de la Casa Rosada, contemplaba el paso de la última formación del desfile militar. En ese momento surgió un individuo de la primera fila que, extrayendo un revólver, y sin detenerse, apuntó hacia el balcón. El proyectil dio contra una moldura, treinta centímetros debajo del mismo y en la diagonal del presidente. Intentó un segundo disparo, que falló, mientras la multitud se dispersaba, presa del pánico.
El atentado contra Hipólito Yrigoyen ocurrió el 24 de diciembre de 1919. El Presidente iba en un vehículo y de repente surgió desde un zaguán un individuo que extrajo un revólver y apuntó al rodado. Hizo dos disparos y después tres más. En medio de un balacera, el atacante resultó muerto por la guardia de Yrigoyen que iba en el auto. Dos policías resultaron heridos.
Más de seis décadas tuvieron que pasar hasta que se registrara otro intento de magnicidio, cuando el 19 de mayo de 1986 Raúl Alfonsín se dirigía hacia el Cuerpo del Ejército III de Córdoba y el vehículo que lo trasladaba estuvo a punto de pisar un artefacto explosivo que se había instalado bajo una alcantarilla: se trataba de una bala de mortero de 120 milímetros, con 2,5 kilos de TNT en su interior y casi un kilo de trotyl.
El segundo atentado contra Alfonsín se registró a principios de octubre de 1989, cuando ya le había traspasado la banda presidencial a Carlos Menem. Una bomba de gran poder estalló en el edificio de Ayacucho al 100 en el que vivía provisoriamente y destruyó varios ambientes. De pura casualidad, no había nadie en el lugar. Nunca se identificó a los responsables.
El tercer caso se produjo en San Nicolás, en febrero de 1991 cuando encabezaba un acto partidario. Con un revólver calibre 32, Ismael Abdala, un ex miembro de la Gendarmería Nacional, quiso matarlo. Mientras Alfonsín daba un discurso, Abdala quiso dispararle: el gatillo lo apretó varias veces pero finalmente, del arma no se disparó.
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