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La Ciudad |Sobreexposición peligrosa

Sharenting: los riesgos de compartir imágenes de los hijos en redes

Se estima que, a diario, el 30% de los padres sube al menos una foto a plataformas. Y que al 80% de los chicos les molesta. Ese material crea una huella digital y puede servir para delitos graves. Cómo cuidarse y cuidarlos. Testimonios de padres y educadores de La Plata

Sharenting: los riesgos de compartir imágenes de los hijos en redes
Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

31 de Diciembre de 2023 | 01:57
Edición impresa

La nena de 5 años juega en la arena, cerquita del mar, en las primeras vacaciones “soñadas” de la familia. El atardecer conspira para que la escena sea una foto perfecta, que los padres se apuran a subir a sus redes apenas consiguen un poco de señal, en un intento por compartir su felicidad y desafiar al paso del tiempo.

“Las vacaciones en familia son una época para generar recuerdos. Como mamás y papás, solemos compartir retazos de escenas notables en nuestras redes sociales, encendidos por los momentos vividos y deseosos de eternizarlos. Sin sospechar que esta actividad, que abarca los posteos que se concretan en términos de rol, se denomina sharenting y consiste en una interpretación del propio ejercicio parental a través de la publicación de información y fotografías de nuestros hijos”, expuso recientemente Mariángeles Castro Sánchez, docente e investigadora y directora de estudios del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.

Sharenting es un término en inglés que proviene de unir las palabras share (compartir) y parenting (parentalidad), para definir la práctica de las personas adultas que comparten fotos de sus hijos en internet y redes sociales. En español se habla de “sobreexposición”. Y los riesgos son muchos.

Esas imágenes que tan bienintencionadamente compartimos se pueden usar para delitos como grooming, pedofilia, ciberbullying, robo de identidad y robo de datos personales, además de generar una huella digital que quede asociada a los datos personales de cada menor, conformando una reputación en línea para la cual no prestó ningún tipo de consentimiento. Es más, a los chicos suele molestarles o avergonzarles que se compartan sus imágenes o anécdotas sin consultarles, y no se animan a decirlo por temor a que sus padres se enojen.

“Lamentablemente tenemos todavía muchos analfabetos digitales”, dice Loy Pescio, una analista de sistemas diplomada en Cibercrimen que es profesora de Informática, Robótica y Nuevas Tecnologías de la Información y la Conectividad, además de enseñar Educación y Ciudadanía Digital en todos los niveles, en La Plata. Ella habla permanentemente del tema con su círculo íntimo, con sus alumnos y las familias, lo cual genera reacciones diversas: “Por un lado hay padres organizados para que los chicos estén sin pantallas hasta los tres años” y otros que “suben (a sus redes) las fotos del primer o último día de clases en el jardín o el colegio”, sin ningún tipo de resguardo.

“Aunque no podemos decirles lo que tienen que hacer, les sugiero que se tomen un segundo para tapar con emojis los escudos o datos personales del colegio o cualquier otro, pero cuesta mucho todavía”, dice Pescio, consciente de que la tecnología y la hiperconectividad avanzaron de manera escandalosa en los últimos años, a contramano de lo que sucedía hasta hace apenas un par de décadas, cuando “revelábamos rollos a más no poder de las fotos de nuestros hijos”, sin más riesgos de que hubieran salido mal.

“Ahora pasa lo mismo, pero el problema es que esas imágenes dejan una huella digital asociada a los datos personales de niñas y niños”, en parte porque los adultos responsables, explica la especialista, no están al tanto de que pierden todo control sobre ese contenido apenas sube a internet.

Según Pescio, una encuesta realizada con más de 1.000 chicos de distintas edades reveló que “al 80 por ciento de ellos no les gusta que sus padres suban sus fotos y los etiqueten. Por eso es importante escucharlos”, explica, más allá de los riesgos. Encima, investigadores del fenómeno aseguran que hasta un 30 por ciento de los padres sube cada día una foto de sus hijos a la red.

“NUNCA COMPARTIMOS UNA FOTO DE ELLA”

Alejandra, de 46 años, escapa orgullosa a esa estadística. Su hija tiene 8 y “nunca compartimos una foto suya”, cuenta, convencida de que es “la mejor manera de no exponerla innecesariamente”. La decisión, compartida con su marido y los familiares más cercanos, surgió del “miedo a que se viralice su imagen, la agarre cualquier otra persona y vaya a un sitio en el que no sepamos para qué la usan”. Alejandra también compara las prácticas actuales con lo que sucedía en su infancia o adolescencia, “cuando revelaban nuestras fotos, las guardábamos y las compartíamos con quienes queríamos, cuando queríamos. Con esto perdés todo control”.

Claro que ellos no viven solos y su postura choca de frente con la de muchos allegados que pretenden subir a sus propias redes una foto en la que aparece la niña. “Te dicen que sólo la ven sus contactos, pero en los estados de WhatsApp, por ejemplo, la ven desde el verdulero del barrio hasta cualquier desconocido que alguna vez agendó por algo”, argumenta.

El artículo 22 de la ley 26061, de Protección Integral de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, “prohíbe exponer, difundir o divulgar datos, informaciones o imágenes que permitan identificar, directa o indirectamente a los sujetos de esta ley, a través de cualquier medio de comunicación o publicación en contra de su voluntad y la de sus padres, representantes legales o responsables”.

Es por eso que cualquier institución debe pedir permiso por escrito para difundir imágenes de menores, sin importar que sea para fines de divulgación o educativos. “Nosotros nunca habilitamos ese permiso y si vemos que en un cumpleaños o reunión alguien está sacando fotos, apartamos a nuestra hija”, resalta Alejandra.

De hecho, en su casa hay fotos que directamente no se registran, por miedo a “queden en algún lado”, como una computadora o un celular que pueden ser robados. Se refiere, por caso, a algo tan cotidiano como el baño de un bebé.

“DESDE LOS 5 AÑOS ME PIDIó QUE NO SUBA SUS FOTOS”

Daniela Leiva Seisdedos es profesora de Historia y de Trabajo y Ciudadanía y madre de una adolescente que está a punto de cumplir 14 años. “A partir de los 5 años mi hija empezó a pedirme que no publicara sus fotos”, relata, requerimiento que ella y su esposo aceptaron, sobre todo porque ya habían tomado algunos recaudos para proteger a la niña en redes y plataformas.

De cualquier modo, explica, “todo es ensayo y error. Al principio publicábamos las fotos de ella cuando era chiquita, durante los viajes, pero ahora no subimos nada que no quiera. Hace poco había pintado un cuadro y no me permitió publicarlo porque no le gustaba”. El mismo cuidado aplica Leiva Seisdedos para el material que comprenda imágenes y datos de sus alumnos.

“Hay muy pocas campañas sobre estos riesgos”, lamenta, segura de que sería clave que se diseñaran muchas como la que lanzó recientemente una compañía de telefonía móvil, porque “los padres subimos fotos de nuestros hijos por orgullo, sin analizar el peligro”.

Distintos estudios estimaron que en el año 2022 más de 5,6 millones de fotos de niños habrían sido compartidas en línea diariamente, lo que genera un vasto rastro digital desde una edad muy temprana. De eso se trata su identidad digital, la que va a acompañarlos a lo largo de toda la vida.

Por su trabajo, Leiva Seisdedos comparte mucho tiempo con adolescentes: “Se sienten avasallados por los padres, pero para los que tienen más 35 años todo esto es nuevo, y es generacional. Nosotros vemos los peligros en la vida real, cara a cara, y ahora todo sucede detrás de una pantalla. Cuando éramos adolescentes pasaba lo mismo, pero en el afuera. También nos molestaba que nuestros padres hablaran de nosotros y tampoco teníamos miedo”, recuerda. En definitiva, insiste en que es una problemática que implica cuestiones generacionales y requiere de aprendizajes mutuos, sobre todo para sacar provecho de herramientas que pueden ser, al mismo tiempo, muy válidas o muy peligrosas. “Como una pala”, ejemplifica la profesora.

El control de las fotos y los dispositivos

Teniendo en cuenta que buena parte del problema es que los menores no consienten la difusión de material que los implica, ¿a qué edad pueden tomar el control de esas imágenes y de los dispositivos que lo hacen posible?

“Según la Organización Mundial de la Salud, a partir de los 13 años un chico podría tener un celular”, dice Loy Pescio, pero “el problema grave es que están accediendo desde los 5 años a un teléfono o una tablet, que sus familias les regalan como un gesto de amor. Y es un mundo muy hostil. Es como dejarlos a las 3 de la mañana en la parada de un micro o en un boliche”.

Las fotos de menores desnudos pueden ser utilizadas por redes de pedofilia, entre otros delitos, por lo cual es importante leer los términos y condiciones de las redes sociales para saber qué hacen con las imágenes o videos que suben los usuarios (ver aparte).

Si bien todo ese material es información personal protegida por la ley 25.326, puede terminar en servidores que están fuera de Argentina, lo que dificulta muchísimo las cosas.

Javier es un periodista platense de 50 años, padre de una niña de 6: “Cuando ella empezó a crecer queríamos compartir sus imágenes en el círculo familiar y de amigos, porque nos sentíamos orgullosos, pero mi señora fue la primera en alertarme de la necesidad de cuidar su privacidad”, expone. La primera reacción de Javier fue negativa, porque “está todo expuesto y creemos tener las claves de seguridad o buenas prácticas de cuidado, pero con el tiempo terminé adhiriendo y a la edad de la nena, no hay una sola imagen o video suyos en redes”.

A partir de la advertencia de su mujer Javier empezó a investigar en la temática y está convencido de que hay serios riesgos de que las fotos o imágenes de las personas menores pueden servir con otros fines, como ciberbullying, grooming o pedofilia. “Por eso es tan importante que si se le saca una foto a un niño no sea en primer plano, que son las más elegidas para ese tipo de delitos”.

“Cuando tenga la edad adecuada ella decidirá”

“La madeja es complicada”, resalta; por eso, “lo mejor es protegerse y protegerla. Cuando tenga una edad adecuada, ella decidirá qué hacer”.

Reconoce Javier que su postura y la de su mujer “ha sido motivo de charla y conflicto en Navidad, porque muchos se preguntan por qué no pueden sacarse fotos con la nena, pero tienen que entender que es exponer lo más íntimo de esa personita a gente que no te conoce o que no te quiere nada”.

 

 

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“(Los adolescentes) se sienten avasallados por los padres, pero para los que tienen más 35 años todo esto es nuevo, y es generacional” Daniela Leiva Seisdedos

“Lamentablemente tenemos todavía muchos analfabetos digitales” Loy Pescio

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