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Milei se aleja de la pureza anti casta e insinúa el giro inevitable hacia la política

Milei se aleja de la pureza anti casta e insinúa el giro inevitable hacia la política

Milei, junto a algunos de los asistentes al foro en el llao llao / na

Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

21 de Abril de 2024 | 05:34
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Una de las singularidades del presidente Javier Milei es que está aprendiendo a gestionar la cosa pública sobre la marcha. Nunca fue intendente o gobernador o cabeza de una sociedad de fomento. Arrancó, digamos, en el lugar más alto del Estado, al que desprecia. Pero viene teniendo dosis de realismo importantes que, de alguna forma, refutan su tesis de que los mercados todo lo pueden y encarnan una suerte de equilibrio perfecto. El conflicto de las empresas de medicina privada es un caso testigo casi fundacional.

Milei liberó un sector que había sido controlado durante años con fijación de precios por debajo de la inflación y la respuesta fue una suba abrupta de los valores de las cuotas, con la sospecha de una típica cartelización que ya se investiga en la Justicia.

¿Qué pasará con otros sectores de perfiles similares, con públicos relativamente cautivos, como por ejemplo las telecomunicaciones y la conectividad? En ese sentido, la dura actitud del Gobierno contra las prepagas, obligándolas a retrotraer precios y a actualizarlos por inflación, tal vez haya funcionado como un mensaje o una advertencia. Eso a pesar de que en los hechos fue una medida absolutamente contraria al credo económico del Presidente, refractario a cualquier tipo de intervención.

Milei además obtuvo un triunfo adicional: se “cargó” a Claudio Belocopitt, “primus inter pares” en el mundillo de la medicina privada, que debió renunciar a la presidencia de la cámara que reúne a las compañías del sector. Los libertarios siempre vieron al empresario como un ariete de Sergio Massa, el derrotado candidato peronista y ex ministro de Economía, y le atribuyen haber regado un supuesto vaticinio maldito en el mundillo de los hombres de negocios: que el Presidente, asumido en diciembre pasado, no llegaría a marzo.

Una veta política

La reacción contra las prepagas se explica en gran parte por el rechazo que los aumentos generaron en la clase media y alta y eso, más las subas de servicios, han empezado a esmerilar la imagen presidencial, que es medida con obsesión por el influyente gurú libertario Santiago Caputo. Pero denota, sobre todo, la aparición de una veta política que empieza a regir ciertas decisiones, después de cuatro meses de gobierno.

En esta línea habría que anotar la capitulación acordada con la familia camionera Moyano, que aceptó una paritaria a la baja a cambio de la homologación gubernamental de ese acuerdo salarial, el inicio de un trabajo de artesano de funcionarios nacionales para desactivar el paro de la CGT pautado para mayo y la decisión de negociar con las universidades.

Este último punto es especialmente sensible para el mileismo, cuyo arranque de gobierno estuvo plagado de apertura de frentes de conflicto, algunos innecesarios. El enfrentamiento con las universidades es, claro, bastante ideológico pero sobre todo es de plata. Como casi siempre que estalla un conflicto en el Estado.

Lo dicho: hay un criterio político en la decisión de liberar fondos para las casas de altos estudios con la idea de apaciguar el conflicto con un actor que alguna vez, hace más de 20 años, se deglutió a un ministro de Economía (Ricardo López Murphy) por proponer un achique de fondos. Es verdad que era otro contexto y el radicalismo, figura central de la política universitaria, encabezaba el gobierno de Fernando De la Rúa. ¿Pero acaso ahora Milei no tendrá la necesidad de cierto favor radical cuando haya que votar la segunda versión de la Ley Bases en el Congreso?

El aumento que se dieron los senadores

El reciente “acting” libertario en el Senado, cuando en una votación encapuchada los legisladores se votaron un aumento millonario de las dietas, marcaría también la necesidad oficial de concesiones políticas a cambio de apoyos. Milei sabía perfectamente lo que iba a suceder. Lo dijo públicamente el jefe del bloque de senadores de LLA, Ezequiel Atauche. “El Presidente sabía que se iba a votar el aumento, lo que pasa es que no podemos ir en contra de la voluntad del Senado. Para eso, justamente, existe la democracia”, le aseguró a Radio Rivadavia.

Milei se reservó para su espacio el relato del supuesto malestar por la medida, en definitiva un privilegio de “la casta”. Podrían haberlo planteado en el recinto, pero no lo hicieron. El viernes último, avanzado un escándalo que era obvio que sucedería, los libertarios salieron a decir que presentarán un proyecto para retrotraer el aumento. “Dar el ejemplo”, explicaron. La verdad es que difícilmente llegue a tratarse y el oficialismo lo sabe. Quedará en un gesto “pour la galerie”.

Votaciones clave

En lo inmediato, deberá tomarse nota de cómo vote el Senado en temas que sean de interés para el Gobierno, como la mencionada Ley Bases o el paquete fiscal o, incluso, la nominación del juez Ariel Lijo a la Corte Suprema que propuso Milei, en lo que acaso sea su mayor acercamiento a los intereses de la política tradicional y que evidenciaría conversaciones -por ahora reservadas- con el kirchnerismo, sin cuya asistencia será imposible el nombramiento del magistrado.

Teniendo en cuenta todo esto, ¿se puede hablar de una incoherencia ideológica de Milei? El analista y consultor Carlos Fara lo ha explicado en varias columnas publicadas: “La mayoría votó una expectativa para salir de la inflación y la debacle, no una fórmula ideológica”. Es probable que el Presidente juegue con esa suerte de “handicap”, que seguramente no será eterno. Hay que rastrear en esa explicación de Fara parte del porqué de la marcada de cancha que le hizo a las prepagas.

“A enchastrarse las manos”

La movida de Lijo a la Corte Suprema, más allá de la calaña del personaje, aparece como una marca de fuego en la tesis de que el Presidente ha empezado a hacer política. “A enchastrarse las manos”, diría un talibán libertario. De hecho, comienza a esbozarse un “ala política” en la gestión mileista todavía no muy definida hacia afuera, más allá de nombres como el de la hermana Karina o el ministro del Interior, Guillermo Francos.

Se asiste así, por ahora sin virulencia, a lo que sucede con todos los gobiernos: existe un “ala política”, que suele estar enfrentada a otra “ala económica”. Un choque que en tiempos de ajustes es por los costos del mismo y en épocas de despegue y bonanza es por quedarse con los beneficios.

“El Presidente sabía que se iba a votar el aumento en el Senado”

 

 

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