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La Ciudad |IMPRESIONES - Ocurrencias

El culo de Caputo y las penas de Marina y Fátima

El culo de Caputo y las penas de Marina y Fátima

Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

23 de Junio de 2024 | 04:21
Edición impresa

Llegó el invierno con escenografía apropiada: feriado interminable, abrigos y llovizna. La temperatura y la inflación están en un dígito, pero los bolsillos tiritan de frío. Al despedir al otoño, el presidente Milei lanzó al aire una de sus elegantes advertencias: “Nadie le va a tocar el culo a Caputo”. ¿Será tan deseado? Milei se ofreció como garante y guardián de un ministro que junta números favorables pero quizá tema que su retaguardia peligre por la crisis y la recesión. Lo dijo mientras imaginaba un lugar para Sturzenegger, un especialista que siempre tiene ganas de capitanear lo que sea y que con su inminente arribo podría obligar a Caputo a entregar, no su honra, pero sí alguna secretaría clave. Nadie se lo va a tocar, dijo Milei, anticipando tarjeta roja para los atrevidos. Además, reconfirmó que la cola de sus colaboradores están aseguradas y que él y “el Jefe”, a lo Scaloni, son los únicos que se encargan de ir acomodando el banco de suplentes y titulares.

Fue una semana de amoríos pasados en limpio que ganaron su lugar en una crónica chimentera que aporta algo de entretenimiento entre tantas quejas, cifras, promesas y pobreza. Mirtha Legrand contó cómo conoció a Perón en 1944, cuando ella tenía 18 años y mostraba una silueta que merecía una mirada. Incluso insinuó risueñamente que le hubiera apetecido que el General le hiciera la corte, al menos para integrarla a la fantasía de sus recuerdos. Ese encuentro se produjo cuando el entonces súper ministro convocó a los artistas para poder llevarle ayuda a los sanjuaninos. La señora comilona lo pintó como un hombre simpático y por supuesto ni se imaginó que bajo esa sonrisa permanente asomaban los planes de un coronel que ya pensaba más en los granaderos de la Casa Rosada que en los soldaditos de campo de Mayo.

 

El amor, se sabe, no es equitativo ni piadoso. Cada uno siente como puede y lo expresa como quiere

 

También causó alboroto, en la entrega de los Martín Fierro a la radio, la declaración de Marina Calabró, quien al recibir su premio se lo dedicó, entre otros, “a mi amor, a vos, Rolando”. Algunos se preguntaron hasta dónde uno puede utilizar una fiesta de alto rating para blanquear intimidades sobre una relación que al parecer está en los preparativos. Barbano lució incómodo por esa confesión inesperada. Y cuando a él lo convocaron al escenario para recibir su estatuilla, no confirmó ni desmintió a Marina, que tensa y sorprendida estaba más cerca de la lágrima que del festejo. Barbano ni la nombró, generando la respuesta de una concurrencia ganchuda y acongojada que lo abucheó por no decir lo que ella precisaba y él no sentía. El amor, se sabe, no es equitativo ni piadoso. Cada uno siente como puede y lo expresa como quiere. Marina tiene derecho a enamorarse de este periodista casi detective que se la pasa rondando los camarines de la delincuencia y que cultiva un estilo apurado y preciso. Él fue a recibir el premio acompañado por su hijo. Y así le respondió a Marina. Se lo dedicó a ellos y a su padre dando a entender que no era el lugar ni el momento para andar caratulando la intensidad de sus sentimientos. Con el Martín Fierro en su mano, tal vez recordó ese consejo del Viejo Vizcacha: “que el hombre no debe creer/ni en lágrimas de mujer/ ni en la renguera del perro”.

 

La temperatura y la inflación están en un dígito, pero los bolsillos tiritan de frío

 

En una semana de señoritas doloridas, Fátima Flórez, hizo su aporte: aún aletea de añoranzas por haber sido la fugaz pareja del gabinete romántico de un presidente que se la pasa eligiendo y descartando laderos. Esa relación en su momento se vivió como si fuera un nuevo ministerio puesto a prueba. Y no tuvo tiempo de afirmarse, porque Milei, en esos días sólo tocaba y se excitaba con la Ley de Bases. Ella acaso sintió que su corazón merecía tanto cuidado como el culo de Caputo. Había puesto sin duda ilusiones y algo más en una relación que, como la de Calabró, la mostró padeciendo los alcances de una pasión contrariada. De acuerdo a las declaraciones de la gran imitadora, su paso por los brazos presidenciales parece haberle enseñado que su entrega no llegó a calmar las ansias de un libertario que quizá en estas horas se sienta más satisfecho en la mesa chica que en la cama grande.

El flamante invierno se llevó todas las hojas y trajo mensajes: las ilusiones de Marina y Fátima, declinan, pero el culo de Caputo no se negocia.

 

 

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