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La Ciudad |HISTORIAS DE NEGOCIOS ANTIGUOS DE LA CIUDAD

Mateu: un espejo de la evolución deportiva

Abrió en 1905 como fábrica de alpargatas y 25 años más tarde como casa exclusiva de artículos de deporte. Una historia de cinco generaciones

Mateu: un espejo de la evolución deportiva

La vidriera de Mateu refleja todo el deporte local y también nacional e internacional, con indumentaria de primeras marcas

21 de Enero de 2011 | 00:00
Clic para ampliarDicen que el de calle 4 entre 46 y 47 fue uno de los primeros televisores que tuvo la Ciudad. Estaba en la vidriera de Mateu y cada vez que se encendía convocaba a una multitud. "Venían purretes de todos los barrios y era tal cantidad de gente que algunos se subían a los cestos de basura para ver mejor", cuenta con nostalgia Aurelio Alberto Mateu sobre el negocio que abrió su padre en el año 1930. Con ese emprendimiento se escribía el segundo capítulo de una centenaria historia comercial que nació en 1905 con una máquina de coser alpargatas.

Fue Juan Mateu -abuelo de Aurelio Alberto- quien inauguró el camino para una firma que ahora cumple 105 años en La Plata y que desde siempre ha sido sinónimo de deporte; la misma que año a año refleja en sus vidrieras el pulso de los clubes deportivos platenses en disciplinas que van desde el fútbol al hockey. En 1905 inauguró la primera fábrica de alpargatas con una máquina de coser que hizo traer de Europa. Estaba en 4 y diagonal 80 -donde hoy funciona una pinturería-, y desde allí las distribuía a toda la Región.

LOS AÑOS 30

Veinticinco años más tarde, esto es en 1930, entraría en escena la segunda generación de los Mateu en el rubro con Aurelio José, que en esa misma cuadra abrió la primera casa exclusiva de artículos deportivos.

Fotos históricas en el local de Mateu. El viejo cartel, los dueños con un grupo de empleados. Toda una tradición bien platenseDurante años ese comercio fue punto de reunión para los amantes del boxeo, a punto tal que hasta el mismísimo campeón mundial norteamericano Archie Moore pasó por allí. Esa visita marcó una tarde de gloria para el barrio y para toda la Ciudad: el rey de los pesos pesados, el mismo que convocó a 30 mil personas en el Luna Park, firmaba autógrafos en un pequeño local de calle 4 entre 46 y 47.

Además del televisor en vidriera, ese mismo local ostentaba tener uno de los carteles publicitarios más revolucionarios e ingeniosos de la época. Se fabricó especialmente en La Plata y -dicen- sorprendió por su despliegue. Era una marquesina gigante que buscaba llamar la atención de quienes pasaban por diagonal 80, es decir a unos 50 metros de donde estaba instalado. Primero aparecía el nombre Mateu y luego, uno a uno, se encendían y apagaban los nombres de diferentes deportes.

Aquel fue un cartel revolucionario pero también sumamente molesto, reconoce décadas después Alberto Mateu, tercera generación en el rubro, desde el local que en 1967 abrió con su padre en diagonal 80 y 46 -donde funciona actualmente la casa central-. La cuestión, se decía, es que el sistema eléctrico con el que funcionaba la marquesina hacía interferencia en las radios y televisores de todo el barrio. "Cada deporte que se encendía en el cartel hacía sonar los parlantes y los vecinos me querían matar", dice el comerciante con una sonrisa pícara mientras rebobina los años.

Es justamente Alberto Mateu quien cuenta la centenaria historia de la firma con lujo de detalle. Lo hace desde su oficina, donde una persiana americana que funciona como entrada al túnel del tiempo le permite espiar a cada rato la esquina de diagonal 80 y 46, donde funcionó la fábrica de su abuelo, a metros del local de su padre.

Una vista del negocio en la actualidadAlberto tiene una memoria privilegiada, pero también documentos para ilustrar cada una de las anécdotas que trae al presente. En varios sobres de papel madera y en perfecto estado de conservación guarda cientos y cientos de fotografías que hoy permiten recorrer rápidamente la historia del deporte local y nacional.

Alberto sabe los nombres de quienes aparecen en cada una de las fotos. Sin titubear puede decir día, mes, año, nombre y apellido de todos los retratados. Esa es su historia, y la guarda y conserva como un verdadero tesoro.

Entre las fotos que muestra Alberto hay dos o tres muy parecidas que llaman la atención. En todas se ve una pelota a punto de entrar al arco. Pero el contexto no es claro. En una vista rápida no se sabe cuáles son los equipos, e incluso casi no aparece el arquero, como si el fotógrafo se hubiese empecinado en retratar sólo una pelota en el aire. "¿Lo ve?, pregunta Alberto y la verdad es que no se ve nada. "Fíjese bien", insiste y enseguida completa: "la pelota tiene más de un color".

La incorporación del color en los gajos de los balones marcó un cambio histórico en el fútbol. Y según Alberto, fue él quien sugirió esa idea al dueño de la fábrica de artículos deportivos más grande de la Argentina, un empresario de capital federal amigo de la familia Mateu. Apenas unos meses después de la sugerencia, en las canchas de Gimnasia, Estudiantes y en las de todo el país comenzaron a rodar las pelotas con gajos blancos y negros.

Alberto abre un nuevo sobre y muestra fotos de Eduardo "Monono" Domínguez, el jugador que pasó por Estudiantes y Gimnasia; de la carrera bautizada la Vuelta de Ensenada, que terminó en tragedia; de basquetbolistas que vestían pantalones con cinturón y rodilleras; y de un desfile de trajes de baño que se realizó en el Club YPF de Ensenada en 1945 y que hablan de un evento exitoso porque había gente hasta en los trampolines de la pileta.

Las fotos del memorioso Alberto caen una a una sobre un escritorio que también está ro-deado de historia. En uno de los muebles de la oficina se puede ver una zapatilla marca Reebook de Shaquille O`Neal; mientras que en un rincón descansa un sillón original del Mundial 78. "Acá me dicen que el silloncito es una antigüedad, pero yo cada vez que pasa algo importante con el fútbol lo pongo en la vidriera. A la gente le gusta", dice.

Con todo, pasan los años y los Mateu mantienen vivo un sueño que ya alcanza a cinco generaciones. Porque en 1980 también Alberto Eduardo se sumó a la actividad y así inauguró el cuarto capítulo familiar de la empresa. Hoy hacen lo propio sus hijos.

Pasaron 105 años. Y todos escribieron una historia que va desde las alpargatas hasta las zapatillas con chip.

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