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La tragedia del Murrel en las Islas Malvinas

La tragedia del Murrel en las Islas Malvinas
5 de Agosto de 2018 | 02:37
Edición impresa

ANTONIO REDA
Ex combatiente de Malvinas

En las proximidades del monte Wirless Ridge, a unos 7 u 8 km de la ciudad, nos posicionamos los soldados de la Compañía A del Regimiento 7 de infantería de La Plata. No estábamos muy lejos del “Murrel River” como lo llaman allí.

En ese lugar también tenían sus refugios los soldados Pedro Horacio Vojkovic, Carlos Alberto Hornos, Manuel Zelarrayán y Pedro Alejandro Vargas, todos ellos también de la 2ª Sección de la Cía “A” del Regimiento 7.

En los primeros días de junio de 1982, los británicos ya habían recuperado Darwin y se aproximaban a nuestra zona. A lo lejos, se veía una casa que fue desalojada por las autoridades argentinas porque interpretaron que sus luces eran como “comunicaciones” con los británicos.

A todos los colimbas nos invadía la fantasía de saber qué podría haber quedado allí, hacía cincuenta días que estábamos en ese lugar y es mejor no recordar nuestras necesidades en las trincheras.

El 8 de junio, un grupo de cuatro soldados decidió, previo sorteo con unos palitos, quienes irían hasta “la casa del Murrel” a buscar alimentos y abrigo. Vargas, Hornos y Zelarrayán serían de la partida, no Vojkovic, pero él cambió su lugar a otro soldado y fue.

Emprendieron la arriesgada marcha, obviamente en secreto, con la idea de traer alimentos para subsistir. Así se sobrevivía en ese alejado lugar, saliendo a “conseguir” comida de donde fuera. La jefatura más cercana lo sabía y miraba para otro lado ya que la logística del Ejército no estaba acorde a las necesidades.

Los cuatro iniciaron la marcha, llegaron al Río Murrel, pero se encontraron con que la casa estaba del otro lado.

Si no conociera el final de la historia diría que “tuvieron suerte” porque encontraron un bote que les permitió cruzar el río. Entraron a la casa y hallaron esas cosas que imaginaron.

Apresurados, llenaron el bote y volvieron a cruzar el río. Pero cayeron en una trampa, al intentar sacarlo del agua lo alzaron y por su peso accionaron una mina y una explosión los sorprendió. Si, la orilla del Murrel estaba minada, algo que no sabíamos los soldados que cuidábamos ese sector.

En esa explosión murieron nuestros cuatro compañeros, pero no conocimos el momento exacto porque los bombardeos eran permanentes. Nadie supo que ellos estaban muriendo. El lugar no era visible desde las posiciones, había que trepar una leve colina para verlo.

Cuando se notó su ausencia se destinó una patrulla para buscarlos que fue la que descubrió todo. Ya era de noche y había que esperar que amaneciera. El oficial a cargo de la sección pidió que nos alistemos, cuatro grupos de cuatro soldados cada uno con cuatro mantas … la peor de las misiones se acercaba.

En la costa yacían Alejandro Vargas, Manuel Zelarrayán y Pedro Vojkovic; no estaba Carlos Hornos, que seguramente había caído en las aguas del Murrel. Los tres fueron trasladados unos 4 kilómetros desde ese campo minado hasta las proximidades del camino donde otros soldados nos reemplazaron para seguir rumbo al cementerio.

Esta es la dramática historia de estos jóvenes soldados que fueron impulsados por la necesidad a una riesgosa acción solidaria y, por el desorden logístico, hacia una impensada, dolorosa e inmerecida muerte. Carlos Hornos fue devuelto por las aguas, lo encontraron las tropas británicas cuando finalizó el conflicto bélico y lo trasladaron al cementerio de Darwin, en diciembre de 2017 fue localizado en el Sector B, Fila 5 tumba 13. Pedro Horacio Vojkovic fue localizado en el sector B, fila 3, tumba 9, y Manuel Zelarrayán en el sector A, fila 3, tumba 6 en diciembre de 2017. Las cruces con sus nombres en el cementerio civil y con posterioridad al conflicto se volaron en un temporal, lo que imposibilito conocer cuál era la ubicación de cada uno. Solo quedó con su nombre en la cruz Alejandro Pedro Vargas en el sector A, fila 3, tumba 16.

Junto a muchos compañeros lo mejor que puedo hacer por ellos es contar en las escuelas las vivencias de los únicos y verdaderos Héroes de esta triste historia para que con los jóvenes les rindamos tributo y rescatemos su memoria del olvido. Como dice Dante Ignacio Pereira, padre de Dante Luis Segundo Pereira el Héroe de Villa Elisa, “a los Héroes no se los llora, se los glorifica y solo mueren si los olvidamos” y me enorgullece que los chicos tomen la iniciativa del homenaje y propongan hacerlo de la manera que más lo sientan.

Eterno recuerdo y agradecimiento para los soldados fallecidos y siempre junto a sus familias.

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