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Deportes |NACIMIENTOS, PENALES HISTÓRICOS, GUITARREADAS, CUENTOS, POLÉMICAS, JUGADAS INSÓLITAS... EL DERBY PLATENSE TIENE UN LIBRO DE HISTORIAS

Anécdotas que dejó el clásico platense a lo largo de su historia

Anécdotas que dejó el clásico platense a lo largo de su historia
Walter Epíscopo

Walter Epíscopo
wepiscopo@eldia.com

8 de Marzo de 2019 | 05:04
Edición impresa

El clásico platense tiene miles de historias. Muchas conocidas por que salieron a la luz; otras en cambio, han quedado guardadas en la memoria de los protagonistas y los ocasionales presentes dentro de un vestuario o de un campo de juego. Cada futbolista que tuvo la chance de jugar un clásico platense, guarda para sí mismo anécdotas que conforman la historia grande de este tradicional choque. Los propios hinchas tienen las suyas, y guardan recuerdos de tal o cual partido. En definitiva historias...

PADRES QUE PAGAN CON GOLES

Muchos han sido los jugadores que en horas previas a un clásico o el mismo día, han sido padres. Uno de ellos fue Juan Ramón Verón, quien jugó un clásico sin saber que había nacido su primer hijo, que no es otro que Juan Sebastián. El domingo 9 de marzo de 1975 (hoy se cumplen 44 años de aquello), en cancha de Estudiantes se jugó un partido muy recordado, que terminó 3-3, donde el Lobo gracias a dos goles de Carlos Della Savia en los minutos finales pudo empatar. Lo cierto es que horas antes llamaron a la vieja concentración del Country Club de City Bell avisando que había nacido Juan Sebastián, pero nadie le avisó a la Bruja padre para que no se desconcentrara. Así es que arrancó el partido y el Pincha, dirigido por Bilardo, era una tromba. Abrió la cuenta Benito a los 25 minutos del primer tiempo y 4 minutos después la propia Bruja Verón -que ni imaginaba el nacimiento de su hijo- anotó su gol que luego dedicaría para su primogénito. El partido terminó 3-3, pero ese clásico quedó grabado a fuego para la familia Verón, por el gol, y el nacimiento de la Brujita.

En Gimnasia pasó por una situación similar Andrés Yllana. El miércoles 18 de marzo de 1998, el Lobo (dirigido por Carlos Griguol) derrotó 3-0 en el Bosque al Pincha (conducido por Patricio Hernández). Así es que 72 horas antes del clásico nació su primera hija, Martina, quien vino con un gol bajo el brazo, ya que el Chueco Yllana, a los 2 minutos y con un zapatazo desde afuera del área, batió a Chiquito Bossio y abrió el marcador. Luego vendrían dos tantos más del Pampa Sosa.

PENALES CON HISTORIA

No han sido muchos los casos donde los clásicos se han definido por tiros desde el punto del penal para que haya un ganador. Pero a la hora de revisar los archivos aparecen dos, donde hay algunas coincidencias: el Lobo salió ganador, los penales se ejecutaron en el arco de 55 de la vieja cancha de Estudiantes, y ambos arqueros tuvieron responsabilidad atajando envíos y estirando el suspenso de la definición.

Uno: 10 de julio de 1977, por la “Copa Gaceta”. El encuentro terminó igualado 2 a 2 y hubo penales, donde se destacaron los arqueros Eduardo Dallovere de Gimnasia y Oscar Pezzano de Estudiantes. La progresión fue así: pateó Beltrán, gol y 1-0 para el Lobo; tiró Onnis para Estudiantes, 1- 1; ejecutó Pérez, gol y 2-1 para Gimnasia; pateó López, gol y 2-2; tiró Urquiza, y atajó Pezzano; pateó Santecchia, y atajó Dallovere; tiró Fornari y gol, 3-2 Gimnasia; pateó Milano, y atajó de nuevo Dallovere; tiró Villarreal y puso el 4-2 para Gimnasia. Eduardo Manera dirigía al Pincha y Antonio Rattín al Lobo.

El otro: 7 de mayo del ‘89 por el torneo de Primera división. Tras igualar 1-1 en los 90 minutos (Pelusa Cardoso abrió el marcador para el Pincha e igualó el Pampa Gambier para el Lobo). En aquel torneo, en caso de empate se recurría a los penales para otorgar un punto más al ganador. Así fue que el juez Juan Carlos Loustau se dirigió al arco de 55. Y esa tarde los arqueros tuvieron una gran tarea, tanto Marcelo Yorno que atajó dos, como Gustavo Moriconi que atajó los cuatro. Y ambos atajaron los dos primeros remates que les tiraron: Yorno a Mauro Airez y Gambier; Moriconi al Loco Dalla Líbera y al Bocha Ponce; por lo que estaban 0-0 y ya habían pateado dos penales cada uno.

Y aquí llegó la diferencia: para el Lobo anotaron Daniel Pighín y Sergio Saturno; pero Moriconi siguió haciendo de las suyas y le atajó también los dos restantes a Máximo Nardoni y al Cabezón Trotta. La definición fue 2-0 para Gimnasia, y muchos lo recuerdan como el “Día del arquero”.

GUITARREADA Y CHISTES

El domingo 8 de junio de 1969 se enfrentaron en 57 y 1, y ese clásico se recuerda como uno de los más limpios y de mejor comportamiento de la historia, a pesar que en la cancha había cada “nenes” que metían miedo. Faltaba un rato para empezar el partido. En el vestuario de Gimnasia apareció una guitarra, y la espera se matizó con una guitarreada; mientras que en el vestuario local, se esperó salir a la cancha contando cuentos verdes.

En un momento, llegó el rumor al vestuario Pincha que en el Lobo no estaría Pignani, y que Onnis jugaría por izquierda y Castiglia por derecha con la número 7. Hubo una cierta alteración, hasta que Raúl Madero pidió la palabra y se paró en medio del camarín: “Por favor, todo el mundo tranquilo que esto lo arregla Zubeldía”. Las carcajadas volvieron, y obviamente los chistes verdes también hasta la hora de salir a jugar. ¿Cómo salió el partido? Ganó Estudiantes 1 a 0, con gol de Eduardo Manera al minuto y treinta segundos de juego.

LA GRAN PATRICIO

También hay anécdotas jugosas de los clásicos de Reserva, aunque menos conocidas. Una muy curiosa la protagonizó Patricio Hernández a fines de la década del ‘70 cuando aún no había llegado a Primera. Hernández ya era conocido por su habilidad, tal es así que la gente iba temprano a la cancha para verlo en el preliminar. Y una tarde cuando se jugaba el clásico de Reserva en 57 y 1 y el Pincha ganaba cómodo, Patricio emuló una jugada que décadas anteriores habían patentado Orestes Corbatta en Racing y el Loco Ciaccia en Gimnasia.

El entonces pibe Patricio Hernández tomó la pelota e hizo una jugada genial gambeteando a 4 ó 5 rivales, incluido el arquero, y cuando quedó solo delante del arco para anotar un gol más, en lugar de empujarla y convertir, dio media vuelta y salió para el medio otra vez con la pelota. ¿Su plan? Gambetear a alguno más de nuevo y luego sí, hacer el gol. Esta parte ya no le salió bien porque volvieron los defensores Triperos y se la sacaron. En ese instante brotaron silbidos e insultos para Hernández desde el sector local, que lo único que quería, era impresionar al nuevo DT de la Primera -el Gallego Rial, que había sucedido a Carlos Bilardo- y demostrarle lo que sabía con la pelota y su capacidad.

EL DIA QUE NO SALIO NADIE

El clásico jugado el 31 de agosto de 1986 en la cancha de Gimnasia, dejó varias “perlitas”, como la recordada del helicóptero que bajó en la cancha casi al ras del suelo para que el viento que generaba desplazara el agua. Esa tarde gris y lluviosa ambas parcialidades bromearon y se asombraron con la novedosa forma de secar el campo. Pero hubo algo más que que quedará para la historia: al Lobo le expulsaron un jugador, pero nunca salió nadie y terminaron jugando con once igual. Y en esta historia se lo recuerda a Eusebio Espínola, un número seis Tripero que jugó en los ‘80, y que juró no haberlo hecho a propósito.

Todo ocurrió así. El Pincha -que tenía a Eduardo Manera como DT- ganaba 1-0 con gol de Rubén Insúa y un Alejandro Sabella imparable. Pero el Lobo de Luis Garisto dio vuelta la historia con goles de Jorge Villazán -un puntero izquierdo uruguayo que llegó de River- y del cordobés Sergio Merlini de tiro libre. Faltaban 3 minutos para terminar, el Lobo ganaba 2-1, y Espínola quedó sentido por una lesión un metro afuera de la línea de fondo, justo al lado del palo derecho del arco que da al túnel. Garisto mandó a mover un suplente mientras el arquero Tripero Moriconi acomodó el balón para sacar de meta y le preguntó a Espínola como estaba, pero el juez Abel Gnecco lo amonestó por entender que hacía tiempo y como ya tenía una amarilla lo expulsó. Moriconi se fue y empezó la historia...

Entró el arquero suplente del Lobo, el uruguayo José Luis Sosa, pero debía hacerlo por un jugador de campo. El juez autorizó el cambio y Sosa fue al arco, mientras Espínola se recuperaba al lado del arco totalmente ajeno al cambio. Y como nunca el Comisario Deportivo mostró la chapa indicando que salía el “6”, ni tampoco el juez se lo dijo, Espínola regresó a jugar. Y en esos 3 minutos finales, a pesar de la expulsión de Moriconi, Gimnasia siguió jugando con once y nadie se dio cuenta en el momento. Días después, Gnecco al enterarse, elevó un informe y a Espínola le dieron una fecha de suspensión, aunque el ex jugador jura que no quiso sacar ventaja de ello, que pareció una avivada.

HISTORIAS DE MAGOS

Los clásicos también tienen historias que se podrían llamar de pañuelos, revoleados al aire por las parcialidades a manera de festejo. Una fue por la temporada ‘67/’68, cuando el Estudiantes de Zubeldía ganaba 1 a 0 en su cancha. El partido se iba y el triunfo era un hecho. En ese momento toda la parcialidad Pincha sacó pañuelos y empezó a revolearlos, hasta que apareció el Negro Escalada, un jugador del Lobo que no tenía renombre y la gente insultaba y reprobaba todo el tiempo. Pero el morocho entró en la historia. Quedaban instantes de juego, la gente de Gimnasia en silencio miraba cómo enfrente miles de pañuelos flameaban, hasta que Escalada la tomó por izquierda, atacó hacia el arco de 55 y desde lejos sacó un remate violento, decretando el 1-1. En ese momento, los pañuelos blancos desaparecieron como por arte de magia y estalló la popular visitante. Desde ese entonces a Escalada lo bautizaron como Mandrake, por el mago, ya que hizo desaparecer miles de pañuelos en un segundo.

El otro clásico que tuvo pañuelos terminó con un empate agónico festejado por el Lobo cuando el partido se iba y parecía triunfo Pincha. Fue el 9 de marzo del ‘75, también en 57 y 1. Estudiantes dirigido por Carlos Bilardo hacía lo que quería con el Gimnasia dirigido por ese entonces Juan Eulogio Urriolabeitia. Abrió la cuenta Benito a los 25 del primer tiempo, aumentó Juan Ramón Verón a los 29, y si bien Echauri descontó para los mens sana, Benito a los 15 del complemento puso el 3-1. Todo era un festival, pero en los últimos 15 minutos el Lobo reaccionó y apareció Carlos Alberto Della Savia. Con sus dos goles, a los 35 y a los 40 minutos igualó 3-3. Esa tarde también a Della Savia se lo llamó el Mago recordando lo ocurrido con Mandrake Escalada, ya que la parcialidad estudiantil al ir ganando revoleaba sus pañuelos y en cuestión de minutos desaparecieron todos

UNA CUESTION DE NARIZ

Siempre hubo clásicos duros, pero los de comienzos de la década del ‘70 lo eran y muchos. Había hombres duros en ambos bandos. Corría la temporada ‘72/’73 cuando se jugaba la “Copa Diario EL DIA” -eran encuentros de ida y vuelta-, en el primer encuentro jugado en la cancha de Estudiantes, Carlos Bilardo chocó con Hugo Gatti y le fracturó el tabique nasal. Obviamente todos los jugadores albiazules se lo querían comer al Narigón y juraron vengarse una semana más tarde cuando se volvieran a ver. Ante esto, ni el DT Osvaldo Zubeldía ni el presidente Mariano Mangano querían dejarlo jugar, y el Narigón amenazó con dejar el fútbol si no lo dejaban jugar. Lo cierto es que al miércoles siguiente cuando se jugó la revancha en el Bosque, el Loco Gatti jugó igual con un vendaje en la nariz. El clima estaba espeso con Bilardo, y muchos pedían que era mejor que no jugara para evitar cualquier problema. Parecía que esto ocurriría, pero Zubeldía finalmente le dijo que jugara.

Bilardo se quedó solo en la cancha auxiliar de Estudiantes haciendo la entrada en calor, se subió a un patrullero y llegó al estadio de 60 y 118 apenas un par de minutos antes de comenzar el partido, y directamente del patrullero se metió en el túnel y entró a la cancha con sus compañeros, sorprendiendo a todos que veían que hasta ese momento Bilardo no estaba. Los jugadores Triperos empezaron a cumplir con sus promesas amenazadoras y le pegaron de lo lindo a Bilardo, pero descuidaron a la Bruja Verón que esa tarde hizo dos goles.

Tan grande fue la violencia contra el volante albirrojo, que el propio juez Dellacasa le pedía por favor a Zubeldía que lo sacara. Pero esto no ocurrió nunca y Bilardo debió bancarse las patadas, terminó jugando el partido y el Pincha se quedó con el trofeo.

 

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