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En el marco del Festival Cartón, Juan Pablo Zaramella presenta hoy un corto recuperado de su “admirado” Quirino, autor de los primeros largometrajes animados de la historia. “No terminó de ser consciente de la hazaña que hacía”, dice, en diálogo con EL DIA
Pedro Garay
pgaray@eldia.com
Quirino Cristiani fue un pionero tan silencioso que ni él sabía que era pionero. Y al día de hoy, cuando los argentinos enumeramos nuestras creaciones (el by-pass, la birome, el dulce de leche…) casi ninguno se acuerda de Quirino, autor de los primeros dos largometrajes animados de la historia. Antes de Disney, estuvo Quirino.
El olvido tiene que ver también con que, como casi toda la historia del cine nacional, mucho de su labor (y toda copia de aquellos dos largos) se ha perdido. Pero acaba de emerger un nuevo corto, “Entre pitos y flautas”, realizado por Quirino en 1941, mismo año en el que, según dice el mito, Disney visitó Argentina, conoció a Cristiani y lo tentó para trabajar con él. Quirino se negó.
“Entre pitos y flautas” es la apertura de la 11º edición del Festival Internacional de Cortos Animados Cartón, que contará con 190 cortometrajes. La apertura del festival, cuya sección competitiva se verá por Oktubre.TV, se llevará a cabo esta tarde, desde las 17.30, en el porteño Centro Cultural de la Ciencia: la presentación estará a cargo de su restaurador, Raúl Manrupe, Héctor Cristiani, Laura Gómez Gauna, Alejandra Portela y uno de los grandes referentes de la animación argentina, Juan Pablo Zaramella.
“Es un honor”, dice, en diálogo con EL DIA, Zaramella. “Soy un gran admirador de Quirino, y curiosamente mi último corto fue hecho con papeles recortados, ese último trabajo me conecta con la técnica de Quirino”.
“Entre pitos y flautas”, cuenta Zaramella, pertenece a un período la historia de la animación que no se había visto tanto de Quirino. “Nos muestra otra etapa de Quirino”, similar a lo visto en su corto “El mono relojero”, utilizando acetatos pintados y “conectado con el estilo de animación de los hermanos Fleischer o el primer Disney, un período que me gusta particularmente de la historia de la animación mundial, esa época donde los personajes son como de goma, súper flexibles, no hay codos, no hay piernas”. Un estilo “maravilloso” al que “cada tanto, alguien vuelve”, como ahora hace “Cuphead”, la serie de Netflix.
La aparición de “Entre pitos y flautas”, afirma, trae “esperanzas de que quizás tengamos la suerte de que alguna copia de sus largos perdidos aparezcan. Nunca se sabe. En Argentina apareció una copia completa de ‘Metropolis’ hace algunos años. ¡Aunque sea rescatar algunos fragmentos! Eran muy independientes, hechas a pulmón, genera expectativa ver cómo eran”.
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Es que, claro, al no haber antecedentes, y tampoco internet o manuales de animación, Quirino inventó su propia forma de animar: “hizo el primer y segundo largometraje de la historia de la animación sin saber que lo estaba haciendo. Y en una técnica totalmente inventada por él, justamente por esa desconexión”, se ríe Zaramella. Para darle vida a sus dibujos, los dibujaba sobre cartón, los recortaba, separaba las articulaciones y los cosía, como marionetas. Pero además de esta técnica que parece la prehistoria del “cut-out” (animación hecha de recortes), “usaba el negativo: invertía las figuras para que la línea negra quede sobre fondo blanco. Es muy ingenioso lo que hizo, con muy poco presupuesto, muy pocos recursos, se las rebuscó para encontrar una manera práctica para hacer, a lo latinoamericano, un largometraje animado”.
“Que, además”, sigue Zaramella, “resultó ser el primero, algo que él supo muchos años más tarde. Quirino fue un pionero en una época donde el mundo no estaba conectado como está ahora: por eso, no terminó de ser consciente de la hazaña que estaba haciendo”.
Quirino, padre de la animación argentina, legó ese ADN del rebusque y el esfuerzo al resto de los animadores: desde entonces, siempre sería difícil hacer animación en el país, y el siglo XXI encuentra sus propias limitaciones. La animación, siempre cara, encuentra un mercado poco predispuesto a explorar filmes animados que no sean de Disney o Pixar y que no luzcan, narren y hablen de cierta manera. Hay poco mercado, pocas pantallas: los animadores pueden intentar producir de su propio bolsillo, “muy difícil”, o aplicar a concursos de fondos de fomento, “pero los del INCAA están parados”. Y de alguna manera, sin embargo, hay tres cortos animados argentinos en la lista larga de los Oscar de este año (incluido “Pasajero”, el mencionado corto donde Zaramella usa una técnica parecida a la de Quirino, que se verá en el Cartón).
“No puede dejarse de producir en Argentina, la animación argentina crece a pesar de la falta de financiación que vemos en los últimos años”, dice el artista. Acepta que en esta forma de producción, “hay más libertad”, porque “cuanto menos plata haya, más libertad hay”. Pero “también es mucho más difícil producir con menos plata… Todo el tiempo jugamos con ese balance”.
Esa libertad le permite en su obra “explorar las posibilidades de la animación. A mí me gusta cuando la animación es autorreferencial, no intenta tanto reproducir el mundo real, conecta más con sus propias posibilidades”, como hacía aquella animación de los Fleischer antes de la mitad de siglo.
“Quirino hizo el primer y el segundo largometraje de la historia de la animación sin saber que lo estaba haciendo”
La tendencia es bastante contraria: con el ingreso de la animación por computadora, el realismo parece haberse vuelto la obsesión de la industria. “Me parece un poco haragán, por decirlo de alguna manera”, se ríe Zaramella. “Me interesa mucho más la exploración de las posibilidades de la animación. Después, puedo disfrutar las películas, me gustan las películas de Pixar, creo que hay verdaderas obras maestras en ese género más realista”.
Pero “desde mi producción, yo trato de hacer lo que no hacen ellos, aunque sea para explorar un área nueva. Y desde los presupuestos no podemos competir. Pero lo que sí podemos hacer, como hizo Quirino, es desarrollar una técnica que conecte más con nuestras posibilidades. Y a veces las limitaciones nos obligan a ser ingeniosos, conectar con maneras de producir y contar distintas. De buscar que la falta de recursos no sea una limitación, sino un estímulo. Eso es algo que busco todo el tiempo en mi producción: maneras económicas de lograr una calidad de animación premium”.
La industria no solo impone estilos, texturas: también temas, expectativas. El gran público piensa que la animación es solo para chicos, aunque, de a poco, avanza en las plataformas el contenido animado más adulto y experimental.
“Es entendible desde la industria: la animación es muy cara, y los públicos familiares son perfectos para el recupero de la inversión, abarca a un público amplísimo. Por eso la animación, durante buena parte de su historia, se orientó al público infantil y familiar, es un público fiel y seguro, que genera recaudación de la taquilla y también de ese mercado amplísimo que es el merchandising”, opina al respecto Zaramella.
Cartón, y otros festivales como el Bit Bang, que cerró esta semana y contó con la visita de Koji Morimoto, animador de la seminal “Akira”, sirven para desacartonar esta idea, aunque siguen funcionando como nichos.
“Pero los nichos son importantes”, lanza Zaramella. “Tenés, a lo largo del país, y del mundo, muchos eventos como Cartón, que aportan su granito de arena a que esos nichos sigan vivos, y lo interesante es que las plataformas ahora están pensando mucho más en los nichos, son tenidos en cuenta hoy, son mucho más válidos: entonces, tenés muchas producciones que apuntan a públicos de nicho, y que además se terminan ampliando de una forma muy interesante”.
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