“Las Bravas FC” llevan en los botines revolución

“El fútbol femenino no es ni fútbol ni es femenino”, lanza Mauricio Ochmann, protagonista de “Las Bravas FC”, serie que debuta mañana en HBO Max y en la que Ochmann encarna a Roberto Casas, un absoluto crack del fútbol que tras caer en desgracia y quedar en bancarrota termina regresando con el rabo entre las patas y empujado contra su voluntad a entrenar a Las Bravas, el equipo de fútbol femenino del lugar.

Contra su voluntad, contra lo que indicaba su prejuicio, sin embargo, Casas encuentra talento, sin pulir, quizás, en estado de abandono, como le ocurre a las mujeres deportistas en buena parte del mundo, pero talento al fin.

Es que “el fútbol simplemente es y nosotros somos los burros que creemos que es de algún género”, dice Esmeralda Soto, una de Las Bravas de la serie. “Cometemos el error de creer que hay fútbol femenino, fútbol varonil… Solo hay fútbol, los deportes no tienen género. Roberto Casas es la ejemplificación de esa creencia arcaica: claro que es fútbol, y no es femenino porque tampoco es masculino, simplemente es un deporte que todes podemos jugar. Y representa esta injusticia y desigualdad que viven las mujeres al día de hoy: las mujeres siguen renunciando al deseo de ser futbolistas por la brecha salarial, estas creencias que siguen afectándolas”, sigue Soto, que encarna a Tania, defensora con alma de delantera.

Creencias que Casas, interpretado con notable pavoneo por Ochmann (el actor de “El Clon” y “El señor de los cielos”), encarna, claro, con cierto orgullo: más ganador en su carrera que Messi y Cristiano, el ficticio astro mexicano no había sentido nunca la necesidad de desafiar sus ideas. Nadie lo contradecía, el éxito le daba la razón: hasta que el fracaso, el hermano del éxito, lo abrazó y lo devolvió a la realidad. De repente, para salvar el pellejo, tenía que hacer ascender a este grupo de talentos rústicos de un pueblito olvidado de la costa mexicana.

ACTRICES FUTBOLISTAS

Ochmann relata en diálogo con EL DIA que cuando le llegó el proyecto “estaba ocupado”, pero “era tan bueno el proyecto que me daban ganas de largar todo… pero ni modo”. Sin embargo, el destino le guiñó el ojo: “Llegó la pandemia y ya no la pudieron hacer: entonces regresó el proyecto a mis manos”, relata el actor que interpreta al jugador devenido en entrenador.

Entrenador a la vez de un grupo de actrices que tuvo que convertirse en jugadoras para la pantalla. “Teníamos futbolistas trabajando con nosotras”, cuenta Ana Valeria Becerril, la arquera de Las Bravas: Las Dragonas, un equipo de la primera mexicana, entrenaron a Las Bravas, y “fueron super pacientes con nosotras, tuvieron demasiada paciencia, incluso”, se ríe la actriz de “Control Z”.

LE PUEDE INTERESAR

Hola para decir adiós: vuelve “El Marginal” y se despide para siempre

LE PUEDE INTERESAR

¿No será mucho?: Kim bajó siete kilos para entrar en el vestido de Marilyn Monroe

Y relata que “nos compartieron su talento, su pasión, sus historias: que todos termináramos tan apasionados con lo que estábamos haciendo, tan emocionadas de vernos crecer como equipo en ficción y fuera de la ficción, se refleja en la pantalla”.

De hecho, dice Becerril, que jugó a la pelota de chica, la pasión que les transmitieron terminó haciendo que levantarse a las 5 de la mañana para ir a grabar un partido ficticio que duraba 12 horas de rodaje “fuera un goce”. “Y si no había llamado para grabar, nos íbamos a entrenar igual, entramos en la dinámica de una futbolista”.

Algo similar le ocurrió a Soto en esas seis semanas: pasó de preguntarse por qué su primer proyecto “tenía que ser de correr todo el día” para “tiempo después caer en la cuenta de que estaba teniendo el mismo arco dramático que Tania, mi personaje: al principio hacía berrinches, no quería, pero al tiempo quería todo el tiempo estar jugando”.

“Cometemos el error de creer que hay fútbol femenino, fútbol varonil… Solo hay fútbol, los deportes no tienen género”

Esmeralda Soto,
Tania en “Las Bravas FC”

Un proceso que “me llenó de confianza”, dice Soto. Y, agrega entre risas Irán Castillo, también parte de la ficción, “hasta terminaron jugando bien”.

EL TECHO DE CRISTAL

Para Soto, Las Dragonas se volvieron “mis referentes, pero que desgracia que tienen todo en contra, que tienen una sociedad machista en contra. Era muy frustrante escuchar a Las Dragonas, escucharlas decir que no pueden vivir de esto. Tienen el mismo talento que los hombres, pero ni de casualidad las mismas oportunidades”.

Becerril concuerda, y relata cómo debido a esa inequidad salarial, las jugadoras les contaban que “la gran mayoría no va a poder vivir del fútbol, la gran mayoría tiene un segundo trabajo a la par de su carrera futbolística, no se les va a pagar ni un poco de lo que se les paga a los hombres por tener el mismo talento…”

Soto dice sin embargo que apuesta a que “la serie pueda ayudar a abrir esta conversación”, a que la discusión sobre la inequidad “no se quede en palabras, que esto retiemble en el pensamiento de mexicanos y latinoamericanos, que sea un parteaguas. Que el arte pueda influir culturalmente”.

Y también, suma Becerril, la serie puede aportar otra concepción del fútbol, más sorora, de un deporte considerado “competitivo, aguerrido, apasionado, donde dejas todo en la cancha”, pero que también, lanza, puede ser “un deporte que se juega en equipo: acá jugamos con nuestras amigas, crecemos en colectivo”. “Una familia futbolera”, dice Esmeralda Soto.