16 de Junio de 2005 | 00:00
Más de quince toneladas de bombas lanzadas desde aviones de la Marina de Guerra contra la Casa Rosada y sus zonas aledañas escribieron hace medio siglo una de las páginas más trágicas de la historia argentina, que dejó el penoso saldo de casi 300 muertos y más de 700 heridos, y marcó el comienzo de la caída del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, que se concretaría exactamente tres meses después.
La intentona golpista del 16 de junio de 1955 -hoy se cumplen 50 años- contra el gobierno de Perón terminó en un fracaso, aunque profundizó las heridas de una sociedad partida en dos que cerró esa jornada negra con la quema de varias iglesias, especialmente en la capital federal.
UNA SOCIEDAD DIVIDIDA
En el último tramo del gobierno peronista, el enfrentamiento cada vez más virulento entre los seguidores del Presidente de la Nación y sus opositores, creó el caldo de cultivo para que las Fuerzas Armadas intentaran el derrocamiento del líder justicialista a "sangre y fuego".
El golpe de Estado -que finalmente se concretaría tres meses después, el 16 de septiembre de 1955- tuvo como principal antecedente el levantamiento de los marinos, que llenaron el cielo porteño con dos decenas de aviones para bombardear puntos estratégicos del poder oficial y sensibles para la ciudadanía toda. Atacaron la Casa de Gobierno y algunas sedes oficiales, pero también la Plaza de Mayo, un símbolo nacional, en un mediodía de jornada laboral sorprendiendo a civiles que realizaban trámites o que cumplían con sus trabajos.
Sobre ese mediodía, bajo la excusa de un desfile de aviones en homenaje a José de San Martín, desde varios puntos -como la Base Naval de Punta Indio, la Base Aérea de Morón y desde Ezeiza- partieron aviones Gloster Meteor, C-47, Beechcraft AT11 y North American, con rumbo al centro porteño.
La consigna de los marinos era "matar a Perón" y con esa idea hicieron blanco sobre la Casa Rosada, que recibió a las 12:40 de ese día la primera ráfaga de bombas que cayeron sobre el ala norte de la sede gubernamental.
Otro grupo de aviones dejó caer su carga sobre la Plaza de Mayo y destruyó un hotel de la zona, mientras que una bomba impactó de lleno en un trolebús repleto de pasajeros, el hecho que provocó más víctimas civiles. Se habló también de que se había impactado con metralla contra un ómnibus escolar.
En casi dos siglos de historia argentina, esa fue la única vez que Buenos Aires sufrió un bombardeo y este hecho nada tuvo que ver con una guerra entre naciones, ni por invasiones extranjeras, sino por el enfrentamiento entre sectores internos del país.
Dos horas después del primer ataque, otro grupo de marinos rebeldes avanzó con más aviones bombardeando la parte trasera de la Casa de Gobierno, mientras que infantes de marina avanzaban por tierra desde el Ministerio de esa fuerza hacia la Casa Rosada, que era defendida por el Ejército leal a Perón.
Otro de los puntos que los integrantes de la Armada atacaron fue la residencia del Presidente, ubicada en ese momento en Libertador y Alvear, el lugar que hoy ocupa la Biblioteca Nacional.
PERON NO ESTABA EN CASA DE GOBIERNO
Perón, avisado a tiempo de la intentona golpista, abandonó la Casa de Gobierno minutos antes del primer ataque para buscar refugio a 150 metros del lugar, en el Ministerio de Guerra (hoy Edificio Libertador), donde estuvo el resto de la jornada, en el sótano del edificio que también fue centro de las bombas. Allí dirigió con su Comando las operaciones militares de las fuerzas leales.
Entre los antecedentes que originaron el intento de golpe hay que mencionar, dos días antes, la celebración de Corpus Christi, cuando cerca de 250 mil personas realizaron una multitudinaria marcha por el centro porteño que mutó en un acto de fuerte tono opositor al gobierno peronista.
De esa marcha surgió un fuerte apoyo a la Iglesia, que mantenía un enfrentamiento muy duro con el gobierno de Perón desde 1954 y que definitivamente dejó el grado de conflicto para convertirse en enfrentamiento en esos meses de 1955.
La quema de una bandera argentina durante el acto fue la excusa del Gobierno, nunca clarificada del todo, y que se asemejó -según las crónicas históricas- a una situación prearmada, para el impulso a diferentes actos populares de desagravio.
LA QUEMA DE LAS IGLESIAS
Tras el ataque, que finalizó con el último vuelo de un avión solitario a las 17:40, comenzó la otra parte de la locura de esa jornada, cuando en represalia -sin que el Gobierno intentara detenerlos- seguidores de Perón salieron a quemar edificios de la Iglesia y provocaron la destrucción parcial del Convento de Santo Domingo, el de San Francisco y de la Curia, que fue saqueada, acciones que nunca fueron reivindicadas como propias por el peronismo. La oposición de entonces culpó a grupos de choque dirigidos por la Alianza Libertadora Nacionalista que apoyaban al Gobierno.
Perón avanzó entonces aún más en su "guerra" personal contra El Vaticano y días antes del intento de golpe, por decreto, removió a monseñor Manuel Tato y al diácono Ramón Novoa y los deportó a Roma, para que luego la Santa Sede decidiera -a partir de este hecho- excomulgar a Perón.
Sobre el fin de esa jornada trágica, los marinos -que eran encabezados por el almirante Samuel Toranzo Calderón- se rindieron, mientras que la mayoría de los pilotos con sus aviones se refugió en Montevideo, donde pidieron asilo político.
El penoso saldo -nunca oficializado- registra 229 muertos, sólo 19 de ellos militares, y 797 heridos (76 integrantes de la Fuerzas Armadas), en una estadística que puede tener aún más víctimas no reconocidas. En un acto que se realizará hoy, se dará a conocer una nómina de 297 personas muertas en la Plaza ese 16 de junio. Es el resultado de un trabajo realizado por afiliados de la Unión de Empleados Judiciales de la Nación y del director adjunto del Archivo General de la Nación.
Una vez detenidos, los golpistas fueron juzgados y sentenciados a cadena perpetua, aunque más tarde resultaron amnistiados tras la llegada al poder de la autodenominada Revolución Libertadora.
Transcurridos cincuenta años todavía el recuerdo silenciado de aquella jornada trágica, sigue dividiendo a quienes lo protagonizaron. Incluso hasta la justificación de esa acción que dejó un saldo tan elevado de muertos civiles y ajenos totalmente al conflicto. En horas de la tarde y noche se convocó a manifestaciones de apoyo a Perón que se desbordaron y culminaron con pequeños grupos cometiendo actos de barbarie. Pero los aviones de la Marina ya estaban en Montevideo con sus pilotos a salvo. Uno de ellos relató hace unos días que uno de los aviones bombardeó en horizontal impactando contra un trolebús y aclarando que en realidad, era imposible matar a Perón con un bombardeo y que había sido una operación psicológica.
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