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Deportes |OPINIÓN

Cuando se pierde así, la cabeza debe estar bien para arriba

Por MARTÍN CABRERA

Cuando se pierde así, la cabeza debe estar bien para arriba
Martín Cabrera

Martín Cabrera
mcabrera@eldia.com

7 de Diciembre de 2018 | 05:16
Edición impresa

El fútbol, y mucho más en una definición, no acepta merecimientos. Poco importa la actitud en los 90 minutos, la entrega y el corazón dentro de la cancha. Es verdad, que hoy es todo dolor y bronca en el Mundo Gimnasia. Pero cuando pasen los días, las horas y el recuerdo permita ver el partido de otra manera, la frente deberá estar bien arriba.

No hay dudas que Gimnasia mereció esta Copa Argentina. No sólo porque les ganó a Boca, primero, y a River, después. Sino porque anoche fue mucho más que Rosario Central en el uno contra uno, en fútbol, físico y mentalidad ganadora. La coronación le fue esquiva y las lágrimas se apoderaron de jugadores, cuerpo técnico y, principalmente, de los hinchas, que se ganaron el premio al aguante, pese a todo y todos.

En los 90 minutos el Lobo superó a su rival, que pareció arrastrarse en el segundo tiempo para llegar a la definición por penales, la única vía que podía llevarlo al éxito, ya que desde lo futbolístico parecía imposible, sin ideas y con sus dos mejores jugadores afuera de la cancha: Leonardo Gil y Fernando Zampedri.

Gimnasia se mostró más rápido y mejor predispuesto, con una fuerte y efectiva presión en la mitad de la cancha. Lorenzo Faravelli y Fabián Rinaudo coparon el mediocampo, anticiparon a sus rivales y recuperaron siempre la pelota, o bien generaron una infracción para que el paraguayo Ayala le sacara brillo a su botín derecho. Por esa vía podía llegar el gol, pero fueron más insinuaciones que jugadas concretas.

Del otro lado Rosario Central aprovechó sus 10 minutos de fama. En ese lapso lastimó cómo y por dónde se intuía que podía hacerlo: con un pelotazo cruzado entre los centrales. Así fue que llegó el balón desde la izquierda, falló Germán Guffrey y Zampedri le ganó la posición. Su remate pegó en el poste izquierdo y el rebote le quedó otra vez al delantero ex Atlético Tucumán, que le reventó el arco a Martín Arias.

Tras esa jugada tuvo otra muy clara: una recuperación en la mitad de cancha y una contra que, a pesar de la superioridad numérica, definió muy mal.

Ya en el final del primer tiempo y en todo el complemento Gimnasia fue mucho más. Tuvo velocidad, resto físico y algo de fútbol. Enorme Favarelli en la mitad de cancha, recuperando y llegando a posición de gol. Así empató el partido y así fue hasta que le dio el físico, porque tuvo que salir.

En las bandas tanto Ayala como el pibe Matías Melluso dejaron la piel en cada pelota. Los centrales, sobre todo Manuel Guanini, ganó siempre. Marco Ruben y Néstor Ortigoza parecieron en otra velocidad y fueron la imagen de un Central que no tuvo nada de fútbol y estiró los minutos para llegar a la defección por penales.

Pudo ganarlo en los 90 minutos por un cabezazo frontal del uruguayo Silva que salvó el arquero rival. También con algún desborde de Jan Hurtado. Estuvo más cerca el Lobo, que hizo lo que pudo hasta con los cambios para ganarlo.

Pero dar todo lo dejó sin recursos desde los doce pasos. Así como hace una semana sacó provecho, anoche no pudo. Central tiró mejor los primeros dos penales y Gimnasia sufrió el que malogró Silva. No se pudo recuperar nunca y la lotería de los penales le dio la espalda.

El final marcó bronca y dolor. Preguntas y más preguntas referidas a lo que le faltó para poder ganar el partido y quedarse con la Copa. La tuvo cerca y mereció traérsela para La Plata. Pero el Barba cerró los ojos y no le dio la mano que necesitaba. Se la dio a Rosario Central, que antes de anoche había malogrado tres definiciones. No pudo ser y el dolor es mayor. Pero Pedro Troglio y este plantel van a tener, y merecen tenerla, una revancha muy pronto.

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