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Educación y trabajo: libertad, habilidad y colaboración

9 de Febrero de 2018 | 03:20
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Por SERGIO R. PALACIOS
Profesor de Economía Política UNLP

“¡Querido, tenés que estudiar. Debés hacer una carrea para tener un título universitario y así asegurarte un futuro!” Viejas y repetidas palabras de todas las abuelas que poblaron el país. Era un consejo basado en la experiencia que les tocó vivir, pero, que se remonta a muchas décadas atrás.

Tener un título universitario en carreras tradicionales representaban prestigio social y seguridad económica. O por lo menos eso pensaba un amplio espectro de la sociedad. De esos tiempos sólo queda el orgullo propio y del grupo familiar. La seguridad económica quedó en los libros de historia. La parte dura de todo esto es que en el imaginario colectivo aquella idea de décadas atrás respecto a que un título universitario era una póliza de seguro sigue vivo generando un autoengaño masivo. Decimos esto porque está a la vista lo difícil que es vivir hoy para un arquitecto, psicólogo, abogado, médico, entre algunas carreras. ¿Cuántos abogados pagan la matricula en el Colegio de Abogados? ¿Cuántos los aportes de la caja profesional? El que lo averigüe quedara asustado. Sin embargo año tras año la inscripción en la UNLP a esas carreras bate records.

¿Qué es lo que pasa que todos caminan hacia un destino poco promisorio y aun con la información para constatarlo lo siguen haciendo? ¿Por qué, carreras vinculadas a nuevas demandas de la economía, que a simple vista muestran muchas alternativas y oportunidades de progreso reciben inscripciones inferiores?

Tal vez le estamos contando a los jóvenes una vieja idea de un mundo que ya no es. Y, si bien la vocación es muy importante nos deberíamos preguntar qué alternativas les hemos mostrado a lo largo de la carrera educativa para que puedan optar? ¿Cómo se puede despertar la vocación por algo que nunca nos enteramos que existía?

Los jóvenes llegan a la epata de elegir una vida universitario condicionados por un modelo educativo acabado. Que nada les enseña más que memorizar repitiendo datos inertes como condición para darles el título de aprobado. Se los educa en un modelo competitivo que en el futuro inmediato solo será admitido en los museos.

Aprender y trabajar en equipo; construir una filosófica colaborativa y no competitiva. Concentrarnos en que lo importante de toda la carrera educativa debe ser “comprender” que es muchísimo más que “aprender”. Si se logra que los jóvenes comprendan, les será más fácil participar de procesos de aprendizaje. Hay que desarrollar espacios que les permitan a los jóvenes desarrollar su ingenio y estimularlo.

Si adoptamos ideas como las apuntadas les daremos a las futuras generaciones un gran potencial intelectual que hará que “ellos mismos” descubran su vocación. Albert Einstein desarrollo su cerebro previamente a la obtención de un título universitario. Esa libertad de pensamiento, esa ausencia de fronteras que lo encarcelaran, era su potencial. ¿Cuál era el título de grado o posgrado de Sarmiento?

En nuestro tiempo: Steve Jobs, Mark Zukerberg, B. Gates, cumplieron sus logros sin necesidad de títulos universitarios. En la era del conocimiento hay herramientas que permiten explorar y producir a partir de la inteligencia y la creatividad. Hoy es tiempo de habilidades y por eso necesitamos un sistema educativo que se prepare para potenciar la inteligencia y creatividad audaz que tienen los niños. Eliminemos las cárceles mentales que la escuela (yo la sufrí) nos plantea para convertirla en un lugar donde aprendamos a pensar y a trabajar junto a otros. Formemos maestros para estimular la libertad de pensamiento. La idea de autoridad en la escuela es un fracaso en el S. 21. No confundamos con las conductas sociales. Hablo de la libertad y horizontalidad a la hora de pensar.

Nadie es más responsable por la conducta de los hijos que sus propios padres o entorno familiar. Cada uno debe estimular al joven. No hay destino para ellos si no cambiamos el chip de aquel mundo del siglo XX, que solo habita nuestra imaginación.

Debemos entender que el conocimiento y las habilidades serán la herramientas base para el trabajo. Más que nunca la educación (otra, no la presente) debe abandonar los slogans que permiten mantener el statu quo para grupos corporativos. El primer campo de batalla para asegura futuro a nuestros herederos sociales está en nuestras mentes. Si no superamos esta, será muy difícil ganar la guerra.

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