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Opinión |EL PULSO

Pelusa, la cómplice fiel de nuestros años felices

3 de Junio de 2018 | 04:41
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El ejercicio, sin temor a equivocaciones, puede repetirse con resultados positivos en cada una de las casas no sólo de La Plata, sino también de toda la Región. Vaya a ese cajón en el que duermen las fotos -esas que se imprimían en papel- y busque la suya, la de sus hijos, o la de sus nietos, en la que aparezca Pelusa. Seguro tiene alguna.

Puede parecerle exagerado, pero no debe haber persona en la Ciudad sin alguna anécdota con la elefanta del zoo local.

El ritual, tantas veces repetido y a la vez siempre diferente, consistía en recorrer las veredas del zoológico según un plan preestablecido. Primero los jaulones de las aves, después los animales de corral (los más valientes hacían un paso por el serpentario), pero dejando siempre para el final los grandes animales, todo esto, obviamente, sin dejar de lado a los simios. Pero la jirafa, el rinoceronte, los leones, el hipopótamo y el oso polar eran, invariablemente, el aperitivo para llegar a la elefanta.

Pelusa siempre quedaba para el final. Era el plato fuerte, la que se robaba todas las fotos (o las mejores fotos) y en el trayecto de regreso a casa, la charla interminable de los chicos versaba sobre la aventura de conseguir esas briznas de pasto para acercarle a la trompa, la forma en la que las había tomado. Eran fines de semana a upa de papá o de mamá, estirando el brazo hasta la imposible con el sólo fin de completar la misión de darle de comer.

Pelusa, en síntesis, forma parte de la historia de cada uno de nosotros. Forma parte, si se quiere, de la identidad de la Ciudad, aunque esto recién ahora lo hayamos descubierto.

Llegó al paseo del Bosque en esos años en los que pocos o casi nadie debatía sobre la utilidad de un parque en el que se encerraban animales nacidos para vivir en libertad.

La evolución en ese rumbo llegó, tardíamente, muchos, pero muchos años después. Nada se sabía en aquellos tiempos de santuarios, o cosas parecidas.

Hoy Pelusa, de 52 años, vieja, cansada y enferma, se ha transformado casi en una cuestión de Estado. Una Redacción, hasta la más pequeña del mundo, indefectiblemente se transforma en la caja de resonancia de la realidad.

Ayer, entre estas cuatro paredes, no hubo persona que no se haya sentido interesada en el seguimiento de la salud de Pelusa. Si, claro, uno sabe de la crisis, del dólar, de la economía, de la inflación, de la inseguridad, de la falta de trabajo y de todas esas noticias importantes que a diario nos roban un cachito de la vida.

Pero también debe haber espacio para otras historias. Para Pelusa, por ejemplo, fiel cómplice de nuestros años felices.

 

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