A los 19 años, buscaba salir adelante con la moto y lo mataron por 500 pesos

Era sábado a la noche, Carina (41) y Javier (49) habían trabajado todo el día y el cansancio acumulado de la semana los colocó en una posición “difícil” a la hora de ponerse a cocinar. Con un breve intercambio verbal, la elección del menú se resolvió rápido: una pizza grande de calabresa, media napolitana y tres fatay.

Del resto se encargaría “La Italiana”, una pizzería situada en 80 entre 118 y 118 bis, a pocas cuadras de la casa de familia. El pedido entró a las 21.15 y unos cuarenta minutos después arribó a destino.

El encargado del delivery era un chico de 19 años que hacía dos meses había entrado a trabajar como repartidor, a “ganarse el mango” en horario nocturno para salir adelanta de una situación económica complicada.

El total de la compra sumaba 630 pesos. Carina le dejó un billete de 500 y entró a la casa de 81 entre 116 y 117 a buscar el resto del dinero.

Pasaron apenas segundos cuando escuchó una fuerte detonación que venía del exterior.

Fue Javier quien se asomó a la vereda y observó la cruenta escena: el cuerpo del muchacho yacía tirado sobre la acera, con la moto (una Honda Wave) encima. En ese momento, el hombre no lo sabía, pero Nicolás Agustín Pérez Gatti exhalaba sus últimos hálitos de vida.

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MORIR TRABAJANDO

Como el rubro de repartidor por lo general es transitorio -los motoqueros no suelen permanecer en el mismo lugar-, quienes efectúan la labor van cambiando en forma constante.

El matrimonio que vivió la traumática secuencia no conocía a Nicolás, pero sí al propietario de la pizzería para la cual trabajaba el chico. Esa confianza llega a tal punto, que el encargo se lo habían hecho al teléfono personal, por WhatsApp.

“Ellos son clientes nuestros, por eso tenemos una relación más allá de lo comercial”, le explicó Carina a este diario.

Después de pagarle por la comida, entrar a su domicilio y dejar las cajas sobre la mesa del comedor, escuchó el disparo. Enseguida le comentó a su marido, que también lo había oído. Pero no tenían bien en claro el origen del estruendo. Se miraron con algo de temor, sin saber con exactitud qué hacer.

No obstante, Javier oteó desde el porche de la casa hacia afuera. La moto del joven estaba acelerada y se advertía “que tenía las luces prendidas”, explicó. Al conductor, en tanto, no se lo veía por ningún lado.

El hombre tomó la decisión de salir y se encontró con un cuadro extraño: el rodado caído sobre el cuerpo del muchacho -con el torso en la vereda y los pies sobre la calle- que “temblaba en el piso”.

En principio, creyó que padecía “un ataque de epilepsia”. Por eso, apuró el paso y levantó el vehículo para evitar que Nicolás se hiciera daño.

Con un solo vistazo, se percató de lo que en realidad sucedía. “Vi que tenía un tiro en la cabeza y sangre en el asfalto” que emanaba de la herida, refirió. “Ahí me cerró todo con el ruido que habíamos escuchado”, agregó.

Javier apagó la moto y llamó con rapidez al 911. Según indicó, “la Policía vino a los cinco minutos, pero la ambulancia tardó bastante en llegar”. Sin embargo, “por las características de la lesión no hubieran podido hacer nada”, reveló una fuente oficial.

Otros vecinos de la zona se fueron acercando, atraídos ellos también por el sonido del disparo.

En un lapso breve, personal de la comisaría decimosexta acordonó el perímetro y montó un operativo para recabar datos que permitieran dar con los responsables del hecho.

En la escena del crimen dispusieron las pertenencias que Pérez Gatti llevaba encima y dos cuestiones llamaron la atención de Carina. “No estaba el billete de 500 pesos que le había entregado y, según nos dijeron los oficiales, en la calle encontraron los restos de una pistola Bersa 9 milímetros”.

Cuando todo terminó y su presencia ya no fue requerida, la pareja regresó al inmueble. “Nos acostamos pero no dormimos nada, tenemos toda la secuencia en la cabeza”, manifestó Javier.

En tanto, su esposa afirmó que “el barrio está muy peligroso, cada vez que volvemos del trabajo estamos mirando para todos lados antes de entrar”.

“Yo tengo dos hijos jóvenes y la verdad es que me da mucho miedo la situación por ellos. Esto fue espeluznante”, finalizó.

LA INVESTIGACIÓN

Por otra parte, de acuerdo a lo referido por voceros de la investigación a este diario, la Policía tendría en mira a dos sospechosos. Es que, si bien el matrimonio que vivió el trance de primera mano no llegó a observar los pormenores de lo ocurrido, habría un testigo que aportó detalles importantes para la pesquisa.

Asimismo, se llevó a cabo un relevamiento de las cámaras de monitoreo pública y también de aparatos privados apostados en el área y de posibles rutas de escape y tránsito de los sospechoso.

Con todo, el dato más significativo se obtuvo por medio de la cooperación de un frentista que pudo vislumbrar a dos hombres en actitud sospechosa, indicó un investigador.

Según esa información, iban a bordo de “una moto 110” y su conductor era de contextura delgada, de entre 20 a 30 años, con una chalina negra y blanca que le tapaba la cara, campera y gorra oscuras.

La causa fue caratulada como “homicidio” y quedó a cargo de la fiscal Ana Medina, de la UFI Nº 1.