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El Mundo |ANÁLISIS

Detrás de la guerra de aranceles, un choque de ambiciones y nacionalismos

Detrás de la guerra de aranceles, un choque de ambiciones y nacionalismos

Un carguero chino en la terminal portuaria de Long Beach, California/AP

Patrick Baert Eva Xiao

14 de Mayo de 2019 | 01:55
Edición impresa

Agencia AFP

BEIJING

Detrás del enfrentamiento comercial entre China y EE UU hay también un choque de nacionalismos, entre las ambiciones del gigante asiático emergente y el temor de Washington de perder su influencia.

Incluso si llegaran a un acuerdo económico, ambas potencias siguen enfrentadas en lo geopolítico en cuestiones como Taiwán o Corea del Norte, la presencia de EE UU en el mar de China o por las acusaciones de espionaje de Washington contra la compañía de telecomunicaciones china Huawei.

El acuerdo comercial pareció alejarse en estos días con la entrada en vigor el viernes pasado de nuevos aranceles en EE UU contra los productos chinos y los negociadores se separaron ese mismo día en Washington sin fijar una fecha para una próxima reunión de negociación. Y ayer se sumó la respuesta de China, que aplicará aranceles a productos de EE UU por un monto de 60.000 millones de dólares a partir del 1 de junio.

De ambas partes del océano, la crispación se acompaña de nuevos rencores frente a un rival que hasta ahora y desde los años 1970 estaba considerado como socio.

Por parte estadounidense, el presidente Donald Trump convirtió a China en uno de los objetivos favoritos de su campaña presidencial de 2016 acusando a Beijing de “robar” empleos a EE UU.

Una responsable del departamento de Estado, Kiron Skinner, sorprendió el mes pasado describiendo la rivalidad con China como “un combate contra una civilización realmente diferente y una ideología diferente”. Es la primera vez que EE UU se enfrenta a “un gran rival que no es de raza blanca”, aseguró durante un foro sobre cuestiones de seguridad.

China replicó a través de su portavoz de Relaciones Exteriores, Geng Shuang, considerando “absurdo y totalmente inaceptable” examinar las relaciones bilaterales desde el punto de vista del “choque de civilizaciones e incluso desde una perspectiva racista”.

Desde la llegada al poder de Xi Jinping, a fines de 2012, el régimen comunista también apela al nacionalismo y el presidente vende a sus compatriotas el “sueño” de un “gran renacimiento” tras las humillaciones occidentales a China que empezaron en el siglo XIX.

HOSTILIDAD

“Objetivamente, la guerra comercial reforzó la hostilidad como nunca entre las sociedades china y estadounidense”, escribió el sábado en Twitter Hu Xijin, el redactor jefe del Global Times. “La hostilidad mutua podría convertirse en incontrolable, provocando una gran regresión del conjunto de las relaciones internacionales. Me preocupa mucho”, dijo el responsable de este periódico, cercano al poder y con posiciones nacionalistas.

La guerra comercial lanzada el año pasado por Trump “convenció a muchos más chinos, no solo a los directivos paranoicos, de que EE UU quiere bloquear el surgimiento de China” como potencia, indica el sinólogo (experto en temas chinos) Bill Bishop, editor del boletín Sinocism en EE UU.

En China existe “un fondo de xenofobia en general y de antiamericanismo en particular” que podría provocar llamados a boicotear los productos estadounidenses, afirma Bishop, a pesar de que hasta ahora Beijing ha censurado llamamientos de este tipo en las redes sociales.

Los dos países se enfrentan también para asentar su influencia en el resto del mundo, en el caso de China con su faraónico programa de infraestructuras llamado “Nuevas Rutas de la Seda”, que Washington considera “vanidoso”. En paralelo China está modernizando rápidamente su ejército y tiene el segundo presupuesto militar del mundo, todavía lejos sin embargo del de EE UU.

Aunque las dos potencias acaben firmando un acuerdo comercial, la rivalidad seguirá siendo feroz, advierten los expertos, porque China, aun si sigue siendo un país en desarrollo, está empeñado en alcanzar a EE UU.

 

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