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La Ciudad |Calzados D´Agostino, de diagonal 80 entre 1 y 2, cierra para siempre

Tras 80 años, baja las persianas una de las zapaterías más tradicionales de la Ciudad

El comercio familiar, en el que se calzaron miles de platenses, nació en 1939. Recuerdos, anédoctas y las razones de la despedida

Tras 80 años, baja las persianas una de las zapaterías más tradicionales de la Ciudad

emotivo cierre. los dueños, Eduardo y silvia junto a nora y marcelo, empleados de la zapatería / g. mainoldi

30 de Agosto de 2019 | 02:18
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Con 80 años recién cumplidos y tres generaciones de platenses vinculadas al rubro, en unas horas bajará definitivamente sus persianas Calzados D´Agostino, uno de los comercios mas tradicionales de La Plata. “La vida nuestra estuvo ahí”, resumen sus dueños.

Aunque por vocación eligió la medicina, Eduardo D´Agostino - hijo de Vicente, el fundador de la zapatería - no dudó en acudir al llamado de su padre cuando, allá por 1985, lo convocó para que le diera una mano con los números del comercio.

Durante 34 años Calzados D´Agostino -de diagonal 80 entre 1 y 2- esquivó el destino de los locales heredados por hijos profesionales y siguió adelante porque Eduardo, con la ayuda de su esposa Silvia Etchegoyen, pudo combinar su profesión de médico clínico con la actividad comercial, pero ahora reconoce que sus hijos, también profesionales, no pueden tomar la posta porque se dedican a lo suyo.

“Mi padre estaba un poco mal de salud y yo decidí hacerme cargo para seguir con la tradición; en este comercio pasé mi infancia jugando entre cajas de zapatos”, recuerda.

Aunque la firma tenga el apellido paterno, Eduardo cuenta que fue el padre de su madre, Fernando Marcolongo, un italiano radicado en Ensenada, quien inició la tradición en el rubro. Su abuelo inmigrante se ganaba la vida con las composturas de calzados y confeccionando los botines de trabajo que usaban los operarios de Astilleros Río Santiago.

En 1939, su yerno, Vicente D´Agostino, decidió montar una zapatería con la indispensable ayuda de Elena Marcolongo, su esposa. “Mi madre era una vendedora inigualable, pero además se encargaba de las compras, sin descuidar la crianza de sus tres hijos”, agrega Eduardo.

El comercio, en el que se calzaron miles de platenses, se caracterizó por sus artículos de calidad y los talles de números altos que no se conseguían en ningún otro local; además sus dueños reconocen que aunque no siguieran las últimas tendencias de la moda, sus zapatos se distinguieron por ser cómodos y duraderos, tanto que muchos clientes volvían cada dos años.

De eso dan cuenta los actuales empleados, Nora Michelli, con dos décadas allí, y Marcelo Mariscotti, quien ya transita las tres décadas en ese trabajo. Sin embargo Silvia asegura que en épocas de expansión llegaron a tener 14 empleados, todos formaron parte de esa gran familia y, entre ellos, recuerda a David Minard, quién falleció en 2001 durante un dramático asalto a la zapatería.

“Todos han sido como hijos para nosotros y ese fue un momento terrible, una pérdida que todavía sentimos y por eso a David lo tenemos siempre presente en una de las pocas fotografías que hay en el local”, asegura.

Con el cierre de un ciclo que marcó la vida familiar de los D´Agostino, es prácticamente imposible que por estas horas no se sucedan buenas y malas, anécdotas de clientes que por décadas les confiaron el confort de sus pies o de las generaciones que crecieron en ese ambiente con olor a cuero.

“Mucha gente pasó y vivió del negocio, hemos calzado a infinidad de platenses, incluso nuestros hijos trabajaron acá en su época de estudiantes y nuestros nietos nos piden que continuemos, pero decidimos cerrar”, apunta Silvia, mientras su esposo reconoce que después de tantos años también hay cansancio y deseos de disfrutar mas de la familia y de su actividad como docente.

Por la inminencia del cierre la actividad no deja margen para la nostalgia, pero es innegable que el matrimonio se siente movilizado por el fin de un ciclo. A Eduardo le resulta imposible no recordar la habilidad de su madre como vendedora o sus días de infancia en los que rompía las cajas de zapatos tal vez para fabricarse un juguete o simplemente para facilitarle el trabajo a los cartoneros que iban regularmente al local en busca de esos restos. También evoca la figura de Raúl Amieva, uno de los primeros empleados de su padre que prácticamente vivía en ese local y que lo fascinaba por sus aventuras como alpinista.

¿Qué sentirán mañana después del mediodía cuando bajen la persiana por última vez? La respuesta no tarda en llegar: “Será un día más, un día menos”, asegura D´Agostino, con esa dualidad de quien hace lo que siente que tiene que hacer, pero a su vez, con el sabor amargo de la despedida.

 

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