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Opinión |Panorama nacional

El peronismo, a la defensiva frente a la dimensión de la crisis

El acto por el 17 de octubre buscó apuntalar el liderazgo de Alberto F. en momentos de serias dificultades para el Gobierno. El factor político de la desconfianza económica

El peronismo, a la defensiva frente a la dimensión de la crisis

Alberto Fernández, ayer, en un pasaje de su discurso / Telam

Mariano Spezzapria

Mariano Spezzapria
@mnspezzapria

18 de Octubre de 2020 | 02:52
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El peronismo gobernante está a la defensiva. La celebración de los 75 años del 17 de octubre de 1945 transmitió ayer las dificultades del oficialismo frente a la desgracia sanitaria que desparrama la pandemia de coronavirus –con estadísticas que ponen a la Argentina entre los países más afectados del mundo- y con una caída económica global que se agudiza aquí por una crisis de confianza que se expresa en los sobresaltos del dólar.

“Somos los gobernantes de la pandemia; así nos van a recordar”, se lamentó el presidente Alberto Fernández en la sede de la CGT. El acto fue concebido como una forma de apuntalar su liderazgo, disminuido en los últimos meses por los efectos negativos de la cuarentena y por la persistencia de marchas opositoras que ponen en tela de juicio el monopolio callejero del peronismo, que nació justamente como un fenómeno de movilización de masas.

El escenario político que le deparó el 2020 al peronismo en su regreso al poder –tras el interregno de cuatro años de Mauricio Macri- está muy distante del que vislumbraron sus principales dirigentes. En especial Cristina Kirchner, quien designó a Fernández en la fórmula del Frente de Todos convencida de que le hubiera sido muy complicado volver a gobernar, porque su figura despierta resistencias difíciles de superar.

Pero en sus primeros diez meses en la Casa Rosada, Fernández no consiguió el favor de sectores políticos y económicos que rechazan a la ex presidenta. “Antes hablaban del estilo de Cristina, pero los modos de Alberto son otros y la reacción es la misma”, se quejó Máximo Kirchner. El jefe de los diputados del FdT estuvo en la sede de Azopardo pero su madre, que no se lleva bien con la jerarquía cegetista, no fue de la partida.

EXPLICACIONES CONTRADICTORIAS

Algunos dirigentes peronistas –del ala gremial- consideraron el faltazo como un gesto de “mezquindad” de la Vicepresidenta, pero otros más vinculados a la política estimaron que la ausencia de Cristina podría ser interpretada como un intento para que Fernández se llevara toda la atención y logre reafirmar su liderazgo en el oficialismo. Anoche, las explicaciones de unos y otros eran contradictorias.

Ante ese vacío político, Máximo bajó la línea kirchnerista: “Los mercados quieren seguir gobernando”, advirtió en la previa del acto. Por su parte, el presidente Fernández ensayó un mensaje hacia el interior del oficialismo, al afirmar que piensa “convocar a los mejores y las mejores” para encarar “un tiempo distinto, el de la reconstrucción argentina”. Algo que fue interpretado como una predisposición a introducir cambios en el Gabinete.

Tras el acto hubo una reunión a solas entre Fernández y Sergio Massa en el cuarto piso de la central obrera. El presidente de la Cámara de Diputados asistió al acto pese a que su objetivo político es fortalecer el Frente Renovador, con un congreso partidario en noviembre próximo.

Entre los dirigentes más cercanos al Presidente se pudo ver, en el salón Felipe Vallese, a Gustavo Beliz. El secretario de Asuntos Estratégicos advirtió, en la semana, sobre la necesidad de “evitar dos polos igualmente perniciosos”, a los que definió como “la politización de la Justicia y la judicialización de la política”. Ya se sabe que la agenda judicial de Cristina es uno de los asuntos que más controversia despiertan entre el oficialismo y la oposición.

La cuestión institucional también fue marcada por los empresarios que se congregaron en el coloquio de IDEA, al que regresó el peronismo tras largos años de ausencia. En ese foro, el Presidente tuvo una frase desafortunada, cuando prometió que no tocará los depósitos en dólares, y también se percibió su intención de empoderar al ministro Martín Guzmán como la figura decisiva del Gobierno para encarar la crisis del mercado de cambios.

LA NEGOCIACIÓN CON EL FMI

A diferencia de lo que ocurrió en la negociación con los bonistas, Guzmán tendría en su hoja de ruta un entendimiento más rápido con el Fondo Monetario, con el objetivo de recuperar la confianza perdida por el Gobierno. La misma recomendación le hizo al Presidente Roberto Lavagna, quien piensa que “hay que cerrar el acuerdo lo antes posible” y si es posible, recibir entre 5.000 y 6.000 millones de dólares de “derechos especiales de giro” del FMI.

Claro que esa lógica choca de frente contra el discurso del desendeudamiento del kirchnerismo, pero lo cierto es que las reservas líquidas del Banco Central prácticamente se agotaron y ante la persistente presión sobre el dólar, a Miguel Pesce sólo le quedaría la alternativa de convertir otra parte de las reservas que “se pueden hacer líquidas”. Pesce, que aceptó a regañadientes la capitanía de Guzmán, guarda los números de esa operación bajo siete llaves.

El ministro de Economía tiene, a su vez, un as en la manga para apurar la negociación con el FMI. El Gobierno ultima los detalles del proyecto que cambiará la fórmula de cálculo previsional, que se compondrá en un 70 por ciento con un índice de variación salarial y en otro 30 por ciento con la recaudación impositiva, pero que dejará afuera al índice de inflación, tal como se había establecido durante el gobierno de Macri. Paradójicamente, aquella ley terminó en una batalla en el Congreso.

De acuerdo a las cuentas que hacen los diputados oficialistas, entre ellos Marcelo Casaretto, si la economía creciera al 5,5 por ciento, tal como pauta el Presupuesto 2021, entonces los jubilados no perderán con la inflación. ¿Pero qué sucederá si la reactivación se demora o directamente no se produce? En la Cámara baja está pendiente el dictamen favorable a la “ley de leyes” y su posterior tratamiento en el recinto, en una modalidad que seguirá contemplando la virtualidad.

LA LEGALIZACIÓN DEL ABORTO

Pero más allá de que las leyes económicas son vitales para la gestión del Gobierno, hay sectores del FdT que advierten que el presidente Fernández está a merced de la crisis económica y de los cuestionamientos de la oposición, porque no avanza en la construcción de una narrativa política propia. En ese marco, insisten en que el proyecto para legalizar el aborto dotaría al oficialismo de una épica política que perdió en los últimos meses.

Pero en la Casa Rosada no quieren aparecer presionados por las impulsoras de la iniciativa, que lanzaron en redes sociales la campaña “Alberto, apretá el botón verde”. Los nexos del Presidente y de dirigentes de su máxima confianza con el Vaticano, entre ellos Béliz y el diputado Eduardo Valdés, generan algún cortocircuito interno en el oficialismo. El propio Fernández citó al Papa Francisco –“los últimos serán los primeros”- en el acto por el 17 de octubre.

En la vereda de enfrente, la presidenta del PRO, Patricia Bullrich, dijo que el acto y las caravanas –una de ellas convocada por su “archienemigo” Hugo Moyano- fueron parte de un “contra-banderazo”, como se conoce a las manifestaciones de las que ella misma suele participar en protesta contra el Gobierno. La fortaleza que siente la oposición por la convocatoria de esas marchas llevó al ex presidente Macri a sostener que JxC puede volver al poder en 2023.

Pero en la principal coalición opositora aún no está claro si el rumbo elegido será la moderación o la confrontación directa con el oficialismo. El alcalde porteño, Horacio Rodríguez Larreta, uno de los posibles candidatos a la Presidencia con los que cuenta el espacio, dijo ante los empresarios de IDEA que el país no tiene salida si no logra superar la grieta política. No parece ser ese el pensamiento de Macri, para quien el de Fernández será “el último gobierno populista”.

La fractura entre el oficialismo y la oposición, que no establecen puentes de diálogo ni mucho menos planes a largo plazo, es uno de los principales motivos por los cuales la desconfianza sigue imperando entre los distintos actores económicos. Aquella frase de la campaña de Bill Clinton –“es la economía, estúpido”-, de autoría del estratega James Carville, bien podría adaptarse a la realidad de la Argentina 2020: “Es la política...”.

Por cierto que la responsabilidad principal siempre la tienen los gobiernos. Superar “la grieta” y generar certidumbre es la principal tarea, nunca fue tan importante.

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