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Opinión |Editorial

No hay que esperar más para abrir las puertas de las escuelas

No hay que esperar más para abrir las puertas de las escuelas
18 de Noviembre de 2020 | 02:50
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En un proceso de reanudación de numerosas actividades –en el que ayer, por ejemplo, la Provincia incluyó la posibilidad de que las personas puedan consumir en el interior de los locales gastronómicos y decidió el regreso a los gimnasios y de la ejecución de todo tipo de obras de construcción, hasta se abrirían los llamados bingos- resultan ya injustificable las demoras en retornar al dictado de clases presencias en las escuelas públicas bonaerenses. Millones de chicos tienen que regresar a ellas.

Es sabido que desde hace muchas décadas la educación en nuestro país viene sufriendo un proceso declinación que se agudizó en 2020 hasta niveles difíciles de ponderar, a partir de la pandemia y de la vigencia de la cuarentena iniciada en marzo pasado, cuando se canceló por razones sanitarias el acceso de los alumnos de todos los niveles a las aulas.

Es verdad -y así se lo ha señalado en esta columna en varias oportunidades- que fue meritorio y digno de mención el enorme esfuerzo desplegado por algunos docentes para revincular a todos los alumnos con las escuelas a través de las redes de internet, en una tarea a la que se sumaron muchos padres y responsables, procurándose también salvar las omisiones e inevitables imperfecciones que muestra esa alternativa. Sin embargo, bien se conoce que ella no puede igualar al método tradicional, que supone la presencia física y el contacto entre alumnos y sus docentes.

Una presencia directa que permite no sólo impartir una formación e información igualitarias y directas, sino muchas otras ventajas, como la mejor socialización de los alumnos, las vivencias, la contención y mejor asistencia de las necesidades integrales del alumnado. Por cierto, entonces, que no existe ahora ningún fundamento para que sigan las aulas cerradas en la Provincia y que, por tarde que parezca, debe volverse al sistema presencial.

Cabría advertir que especialistas de muchos países coincidieron, en los últimos meses, en destacar que es muy escaso el índice de contagios entre los chicos y que, inclusive, los casos que pudieran presentarse sirven para ser detectados y seguidos con los debidos testeos y tratamientos.

En este sentido, en los países desarrollados hace mucho que las escuelas se mantuvieron abiertas y que, sólo por períodos breves –nunca tan prolongados como el de nuestro país- se cerraron los colegios. En la actualidad, pese al fuerte rebrote de coronavirus que se experimenta en Francia, las escuelas de todos los niveles permanecen abiertas.

La suspensión de clases presenciales en las escuelas abarca a unos 12,5 millones de alumnos que debieran ya estar asistiendo a las 65.475 unidades educativas de todas las modalidades y niveles existentes en nuestro país. Se está hablando de una situación que afecta a un cuarto de la población argentina, expuesta a verse incluida en las crecientes tasas de abandono escolar y, también, a que muchos de esos niños queden sometidos a situaciones de abandono, explotación laboral y violencia. Se trata de verdaderas calamidades que deben evitadas ya, sin más demora.

Desde fuentes cercanas al oficialismo se señaló que muchos chicos carecen de computadoras, pero el problema reside menos allí que en el hecho de que numerosos lugares de nuestro país no cuentan con redes de internet y, en otros, si las hay, son de una calidad tan baja que no existen conexiones viables en los hogares. En síntesis, sólo se están educando en condiciones aceptables los chicos que tienen bandas anchas de internet y sus familias pueden pagar el servidor. De modo que hay, entonces, discriminación entre unos y otros.

El regreso a las clases presenciales se debate desde agosto pasado. Es demasiado el tiempo que ha corrido. Es muy larga la espera. Lo primero que debería concluirse es que durante la pandemia se ha desarrollado un acceso desigual al sistema educativo. Es decir, que son demasiados los chicos y jóvenes de nuestro país que están corriendo el riesgo inminente de desaparecer de la escolarización. Lo segundo a señalar es que la grandeza de la educación pública argentina radicó, siempre, en la igualdad de oportunidades que le ofreció a toda la población. Hay que reabrir ya, sin más demoras, sin chicanas electoralistas de ningún sector y con los resguardos del caso, las puertas de todas las escuelas.

 

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