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Deportes |OPINIÓN

De méritos y enseñanzas

Argentina se demostró a sí misma que cuando el esfuerzo es colectivo, el premio tiene mejor sabor

De méritos y enseñanzas

La ceremonia del final, la hora de los balances. Chau Tokio 2020 / AFP

MARTÍN PERTIERRA
Por MARTÍN PERTIERRA

9 de Agosto de 2021 | 04:46
Edición impresa

Se nos fue Tokio 2020 (versión 2021) y ya lo estamos extrañando. No más trasnochadas ni madrugones para ver deportes que usualmente no mueven la aguja en el rating, cuando tienen la suerte de conseguir un espacio breve en la pantalla. El olimpismo es mágico y no solamente desde Atenas 1896, la primera cita de la versión moderna, sino desde que los griegos consagraban a los dioses la justa. No en vano, Francesc Orellá, encarnando el entrañable personaje de Merlí, le dice a su alumno Joan Capdevila: “Por tí sacrificaría diez bueyes y organizaría unos juegos por toda la polis”, para hacerle saber lo mucho que valía.

Desde esa consideración del mérito se nos dispara una pregunta. ¿Cuánto ha valido lo realizado por la delegación nacional en el lejano oriente? Si nos ajustáramos al medallero, una plata y dos bronces nos pondrían a la altura de San Marino que, en histórica performance, logró esas preseas (dos en tiro y una en lucha), las primeras de su historial olímpico. No ha habido oros nacionales, como no ocurría desde Sydney 2000, pero lejos de ser exitistas, tampoco da para ponerse trágicos. El deporte argentino todavía está por encima del de la pequeña república. La participación en Japón ha dejado alegrías, baños de realidad, esperanzas y algunas enseñanzas que es de esperar puedan entenderse a tiempo.

Hay algo evidente a lo que el medallero no le hace justicia. Argentina tiene una tendencia a destacarse en los deportes de conjunto. El hockey, el rugby y el vóley fueron los que tomaron la posta en esta oportunidad. La plata de Las Leonas no puede significar una frustración, a pesar de que a las chicas se les siga negando la medalla dorada como único premio no obtenido. Esta vez, no parecía ser y no fue. La plateada se parece más a la del 2000 que a la de 2012. Un comienzo desalentador ante Nueva Zelanda, un camino de mejoría sin pausas hasta un magnífico partido en cuartos de final goleando a Alemania y una final digna en la que se hincó la rodilla ante las invencibles holandesas que ganaron todo lo que jugaron. En plena renovación, con pocas jugadoras cerca de la despedida, las albicelestes tienen todo para crecer ahí. Al equipo de seven de Los Pumas parece acompañarlo un proceso similar, en el que la mira estaba puesta en París 2024. El premio llegó antes y debería ser más un punto de partida que de llegada.

De los tres teams que festejaron, el de vóley es el equipo que parece transitar mayores dificultades. El bronce obtenido de modo maravilloso, incluyó victorias ante los tres medallistas de los Juegos anteriores: Brasil, Italia y Estados Unidos. Los pibes, en el decir del carismático José Montesano, relator de emociones, también le ganaron a Francia, consagrado en la final ante Rusia. Es decir, están en la elite completamente de pie. Sin embargo, Sebastián Solé fue durísimo en el análisis detrás del festejo. “Ojalá muchos nenes lo puedan disfrutar, es un deporte hermoso. Que esto sirva y sea el empujón que necesitamos, porque el vóley está al borde de desaparecer en Argentina”. Descontextualicemos por un momento. Estamos en Estados Unidos y somos seguidores de este deporte. “¿Nosotros íbamos por la de oro, no trajimos nada y nos paseó un equipo que tiene a su deporte al borde de la desaparición?”, sería la reflexión. Lo real es que a Solé no le falta razón, que la última Liga tuvo la menor cantidad de equipos desde que se juega y que el club más ganador, Bolívar Voley, ni siquiera participó de la última edición. Si no hay liga, los jugadores no se forman, la selección no se mantiene y no son contratados por potencias extranjeras donde se incrementa el nivel que luego se traslada a la Selección. Pum para abajo.

El espíritu de equipo, además, se vio en el compromiso de ir a alentar a compatriotas de otros deportes cuando los entrenamientos lo permitían. Ese video, grabado por la mayoría de nuestros deportistas bailando, apoyados de modo genial por Leo Messi desde su gimnasio personal, vale tanto como una presea. Ahí no importó si venían de un deporte cheto o relegado, si son pudientes o laburantes, si votan al oficialismo o a la oposición. La bandera fue la clave, la celeste y blanca. Esa fue la mejor enseñanza para la agrietada dirigencia argentina.

De quienes no volvieron con metal en la valija, también hay cosas para decir. El cuarto puesto del taekwondista Lucas Guzmán y la despedida con honor de la Peque Pareto en artes marciales. También es destacable la final olímpica del palista Agustín Vernice que le permitió volver con un diploma, a pesar de ser octavo en la final lo que le valió algún sarcasmo en las redes, peligrosas cuando se usan a modo de cloaca y más si proviene del periodismo. Incluso Rubén Rézola, quedando en la final B, no estuvo nada mal. El séptimo puesto del equipo argentino de equitación en salto por equipos también superó las expectativas, con un gesto que merece la pena ser contado. Matías Albarracín, octavo en salto individual en Río 2016, prefirió guardarse en esa prueba para no forzar a su caballo, el noble y ya veterano Cannavaro 9. En la prueba por equipos, su tarea en la etapa de clasificación le permitió al equipo nacional acceder a la final. El viejo caballito dio también una gran última función. Como Lange y Carranza en su barco Nacra 17, ganando la medal race.

Y hablando de platenses: Victoria y María José Granatto volvieron con medalla de plata; Ignacio Mendy y Lucio Cinti, con la de bronce. Victoria Travascio, junto a Sol Branz, fueron quintas en la clase 49er del yachting y rompieron los cronómetros en la medal race. Para ellos también vaya el aplauso final.

 

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