Dudas sobre las “armas” que usarán en la “guerra” contra la inflación

Según sus propias palabras, el presidente Alberto Fernández comenzará mañana la “guerra contra la inflación”. Se supone que la fecha es porque ya tendrá aprobado en el Congreso el acuerdo de refinanciación de deuda con el Fondo Monetario Internacional. Lo que no queda claro es con qué armas el Gobierno irá al frente de batalla. ¿Las mismas de siempre, que evidentemente no le han resultado hasta ahora? ¿Habrá alguna nueva idea en carpeta?

En la Casa Rosada admiten que aquella fecha de inicio que puso Fernández, aparentemente sin consultar con su equipo económico, obliga al Gobierno a hacer algún tipo de anuncio antinflacionario. No sería Martín Guzmán, enfocado en la deuda, el “General” de la pelea contra la suba de precios. Asoma, en cambio, el secretario de Comercio, Roberto Feletti, como el “front man” ante el desafío. La terminal política de Feletti, se sabe, es Cristina Kirchner. Matías Kulfas, el ministro de Producción, es el soldado del Presidente. Tienen desde siempre una difícil convivencia.

MENÚ DE MEDIDAS

Trasciende que el menú de medidas que se evalúan sería un poco más de las recetas conocidas: congelamiento de precios, control de los mismos desde el Estado (una sarasa de difícil implementación) y suba de ciertas retenciones.

El número maldito es el 7,5 por ciento de aumento de los precios de los alimentos y bebidas entre enero y febrero, casi 3 puntos por arriba de la inflación general mensual de ese período, que fue del 4,7 por ciento.

El programa de Precios Cuidados, pesadilla de los supermercadistas, se evidenció casi imposible de cumplir en los negocios de cercanía. Al almacenero de barrio le suben los precios mayoristas y se le torna imposible no trasladarlo a la góndola. Muchos de esos productos, ni siquiera están en exhibición. Son 1.321, cuyos precios sugeridos deben actualizarse en abril próximo.

El Gobierno les va a pedir a las empresas manufactureras que limiten aumentos y sumen ítems. Ya se quemaron con leche: el primer trimestre aceptaron limitar las subidas a un 2 por ciento y la inflación no se detuvo: estará en un 13 por ciento mínimo a fin de este mes.

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PRECIOS MÁXIMOS

El otro programa posible es el de Precios Máximos, más drástico. Enfocado, sobre todo, en artículos de primera necesidad. Un plan que estuvo vigente hasta enero de este año, incluso dividido por provincias (algunas pagaban más que otras las cosas), bajo apercibimiento de aplicar la Ley de Abastecimiento si no cumplía con la resolución correspondiente. Suelen aguantar, dicen los expertos, hasta que la presión inflacionaria los hace volar por los aires.

El Gobierno les va a pedir a las empresas manufactureras que limiten aumentos y sumen ítems

La sensibilidad para el Gobierno del tema de la lucha contra los precios hay que leerla bajo la lógica oficial de que, entre sus causas, está la especulación del sector empresario. No que el empresariado sube los precios por la inflación imperante. Lo dijo Alberto F. cuando avisó el inicio de la “guerra” inflacionaria. Habló de pelear contra los especuladores.

Apuntados

Primeros apuntados: los frigoríficos exportadores de carne, insumo argentinísimo, que avisaron que dejarán el programa de precios congelados, que volcaba 6 mil toneladas al mercado interno. Ayer les respondió el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, amenazándolos con cerrarles el total de las exportaciones y aplicarles la mencionada Ley de Abastecimiento. Anoche, la cámara que los nuclea reculó.

RETENCIONES

Lo más concreto hasta ahora es el inminente anuncio de aumentar un 2 % las retenciones a las exportaciones de harina y aceite de soja, que hoy tributan un 31 por ciento. Más allá del ansia recaudatoria, se explicó extraoficialmente que el dinero extra (unos 400 millones de dólares) se destinaría a ampliar un fideicomiso que en su momento se creó para mantener a raya, vía subsidio, el precio de la harina de trigo y de maíz.

De acuerdo a la resolución que creó ese fideicomiso, se busca “garantizar abastecimiento y precio de alimentos básicos, como son los fideos secos y harina 000, y desacoplar precios para proteger el consumo de las argentinas y los argentinos en un contexto global de conflicto bélico, potencial escasez de productos e interrupción de la cadena de suministro y con el precio internacional del trigo alto y sostenido”.

Es clave el léxico usado: en el gobierno es creencia con fuerza de dogma que desacoplar los precios locales de los internacionales es el camino para control de la inflación. O uno de ellos, al menos.

TASAS DE INTERÉS

Desde el punto de vista monetario, los economistas coinciden en que probablemente el Banco Central aumente la tasa de interés para tentar a los ahorristas a que se queden con tenencias en pesos y ubicar más bonos de deuda pública para financiarse, con el objetivo de limitar la emisión de pesos.

Por el acuerdo con el FMI, en teoría, el Gobierno ya no podrá planchar más el dólar -un mecanismo para anclar precios- y debería aumentar el ritmo de devaluación (sin brusquedad, poco a poco y constantemente) para revertir el atraso del tipo de cambio oficial. También, descongelará tarifas de servicios públicos para achicar el déficit fiscal, lo que lamentablemente impactará en el alza de precios. Y, a cambio de paz sindical, las paritarias se irán cerrando con cierta expectativa inflacionaria. Estas encerronas explican, en parte, el porqué recurrir otra vez a la receta de acuerdos de precios y políticas de control para las góndolas, aún cuando más allá de un eventual éxito inmediato el resultado a largo plazo hasta ahora ha sido dudoso.