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Información General |OCURRIÓ EN LA PLATA

Los estafados “hormiga”: con el asunto de los Sarmiento con Peluca

Buscaron la imprenta de donde habían salido aquellos billetes de 100 australes que parecían auténticos.

Los estafados “hormiga”: con el asunto de los Sarmiento con Peluca

En el Hipódromo y en las canchas de Gimnasia y Estudiantes se “vendían” por 50 australes los billetes de 100 australes falsos

Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

6 de Marzo de 2022 | 02:32
Edición impresa

 

“¿No tenés más chico?”.

Podría decirse que en el otoño de 1987 un billete de 100 australes era como tener ahora uno de 1.000 pesos por ser entonces el de mayor denominación, el más grande de los que podían andar por las billeteras argentinas. Pero los registros históricos dicen que tenía un valor de compra mucho mayor y para calcularlo acaso alcance con saber que el salario mínimo arañaba los 200 australes o cerca de los 150 dólares”.

Como todo billete “grande” el de 100 australes con la cara de Sarmiento, cargaba con la mochila del problema cotidiano de conseguir cambio. Un atado de cigarrillos, por caso, costaba menos de 5 australes. Los quiosqueros casi que enfurecían cuando un cliente intentaba pagar con un Sarmiento. Para calmar a las fieras era común entonces agregar a la compra artículos tales como pastillas o galletitas que además le garantizaban al comerciante una mayor de ganancia.

A contramano de estos tiempos en que puede haber diferencias de hasta 50 pesos entre un kiosco y otro, los cigarrillos tenían “precio uniforme” y durante mucho tiempo lo llevaron impreso en la estampilla con la que se cerraban los paquetes.

En España le echaban la culpa a los indios, pero los falsificadores eran oficiales del Rey

 

La pregunta: “¿No tenés más chico?”, se repetía con fastidio y la respuesta solía ser una encogida de hombros con las manos abiertas como quien confiesa que es culpable.

NO ERAN LOS INDIOS

Acaso resignados a no encontrar la manera de convertir el plomo en oro, los alquimistas dejaron paso a los falsificadores. En 1568 en nuestra tierra ya los había. “Algunos indios falsean la moneda de plata haciéndola de cobre y plomo y pintándola para engañar a quienes representamos los intereses de Vuestra Majestad”, decía un informe llegado a España procedente del Virreinato. A tal punto llegaba el asunto al que sospechosamente se achacaba a “algunos indios”, que Felipe El Hermoso impuso la pena de muerte a quien osara falsificar moneda. Y se descubrió que los culpables no eran “algunos indios” sino oficiales y “hombres importantes” del Virreinato, según crónicas de la época.

En la crónica policial argentina figura la Banda de Villa Ballester, que el 22 de octubre de 1967 fue exhibida ante la opinión pública junto a la imprenta secuestrada y el dinero falso así como estampillas aduaneras para truchar botellas de whisky.

“Como anarquistas que son, querían derribar al capitalismo emitiendo moneda falsa y si no llegamos a tiempos empapelaban todo el país”, decía el comisario Inspector Oscar M. Moler, titular de la Brigada de Investigaciones de Avellaneda, durante aquella rueda de Prensa.

Desde ese rincón de la vida cotidiana una organización de falsificadores de billetes de 100 australes echó a rodar una bola de nieve que alcanzó dimensiones gigantescas y que tuvo en La Plata uno de los mayores escenarios. Eran “los de los vueltos”.

LA VUELTA AL KIOSCO EN 8O DÍAS

La maniobra consistía en recorrer kioscos y otros comercios de barrio haciendo compras pequeñas con esos billetes grandes. Los vueltos eran entonces el verdadero botín, más allá de los cigarrillos y las golosinas compradas.

Los “recaudadores” salían muy temprano, de mañana y descansaban recién al caer la tarde.

Al principio se dijo que los billetes falsificados eran, bajo la lupa de los expertos de entonces, de “muy mala calidad”. En los primeros días de marzo de 1987 el juez federal Manuel Blanco, a cargo del caso nacido de las decenas y decenas denuncias que llegaban a las comisarías platenses, recibía un informe de la Dirección de Inteligencia de la Policía Bonaerense que podría resumirse en una frase que intentaba ser tranquilizadora: “Ni a usted ni a mí pueden engañarnos, doctor. Son billetes muy mal hechos. Casi que faltó que a Sarmiento le pusieran peluca”.

A caballo de ese “boca a boca” imposible de medir y controlar, la exageración de los billetes de “Sarmiento con Peluca” se instaló rápidamente.

Pero la realidad era que ni Sarmiento aparecía con peluca ni los billetes falsos eran tan fáciles de detectar.

DRAMAS COTIDIANOS

Otro informe de la investigación concluyó en que la banda había usado un papel “muy similar" al oficial pero de menor densidad. Y que esto hacía que los “Sarmiento con Peluca”, acusaran rápidamente el desgaste del ir de mano en mano. Así, a poco de andar en el torrente circulatorio quedaban como telitas de cebolla. Pero antes de que eso ocurriese, pasaban.

La circulación de aquellos Sarmientos fue durante meses la causa de pequeños dramas. “Comerse” uno era un golpe fuerte al que había que sumar la mercadería perdida y el dinero dado en vuelto.

“Anoche a mi empleado le metieron un Sarmiento de esos con peluca”, era la queja, pero con ese toque de humor del que se resigna a su destino.

La policía intentaba tranquilizar a la población diciendo que las copias eran “muy malas”

 

A mediados de marzo una pista aportada por un estafado que dijo recordar la marca, modelo y color del auto en que había llegado a su comercio un cliente que le dejó uno de aquellos Sarmientos, permitió a los investigadores pegar un golpe de suerte.

En un control vehicular en 19 y 526 la policía encontró en el baúl de un Fiat Duna color marrón, dos bolsas. Una tenía cigarrillos, chocolates y chicles y la otra una buena suma de dinero en “cambio chico”.

El detenido, un hombre domiciliado en Ensenada, dio otra pista importante al contar que “alguien” le había ofrecido un extraño negocio: comprar por 70 australes, billetes de 100. Lo único que tenía que hacer para obtener ese 30 por ciento de ganancia era cambiarlos o mejor dicho, pasarlos por buenos haciendo esas pequeñas compras.

A fines de marzo de ese 1987, mientras el gobierno de Alejandro Armendáriz definía una solución a una crisis en la cúpula de la Policía de la Provincia, el juez Blanco ordenaba diez allanamientos.

Las detenciones abrigaron la esperanza de llegar al cerebro de la maniobra pero nunca se avanzó

CONEXIONES CITY BELL Y ENSENADA

Una casaquinta en City Bell, una casa en Ensenada y dos departamentos en La Plata. El resultado, se diría, fue el secuestro de “una cantidad ínfima” de “Sarmientos con Peluca”, pero más tarde se le levantaría el precio a esos procedimientos al anunciar que habían permitido ubicar el lugar donde funcionaba la imprenta de donde salían los billetes. Era solo una expresión de deseo.

A esa altura ya se reconocía que “la textura se asemeja notablemente” a los billetes verdaderos, después de fallidos intentos por calmar la ansiedad del público diciendo que no, que la gente debía quedarse tranquila porque eran “muy fáciles de detectar”. Lo cierto es que esa facilidad recién llegaba cuando el billete había sido lo suficientemente manoseado como para perder densidad. Antes, “pasaba como por un tubo”, se aseguraba en la jerga policial y de la otra.

La policía intentaba tranquilizar a la población diciendo que las copias eran “muy malas”

Mientras tanto, el juez imputaba a dos personas el presunto delito de estafas reiteradas, con la esperanza de poder reunir elementos para agregarles el de falsificación de moneda. Eran Oscar E. De Lucci y Miguel Lado, este último domiciliado en Ensenada. Se negaron a declarar y Blanco no tuvo suerte para avanzar con la investigación. Solo se lograron sacar de circulación unos 500 mil australes truchos que más tarde se diría que habían sido 300 mil.

En dos bancos de La Plata retiraban billetes auténticos con numeraciones frescas para copiar

 

Pero las detenciones no frenaron la loca carrera de los Sarmientos con Peluca. El Banco Central emitía recomendaciones para evitar el engaño pero la gente seguía cayendo. Para colmo, se detectaba la circulación de otras dos versiones más berretas pero igualmente dañosas que, decían las fuentes policiales, apuntaban a las personas mayores de edad a las que consideraban “más fáciles de engañar”.

EN EL HIPÓDROMO Y LAS CANCHAS

El escándalo alcanzó su punto más caliente cuando se supo que el Hipódromo de La Plata era uno de los puntos clave en la maniobra. Allí operaban los “vendedores” de billetes falsos que ofrecían el “producto” al 70 y hasta el 50 por ciento de su valor. Y hubo casos que llegaron a las ventanillas y los puestos de comida de las canchas de los cuadros platenses.

Un allanamiento en la localidad bonaerense de La Tablada permitió encontrar una costosa imprenta de fabricación norteamericana con la que, se diría, se había fabricado una parte del dinero falso circulante.

Mientras tanto, los detenidos seguían mudos, sin aportar dato alguno que permitiese llegar al cerebro de la operación.

En dos bancos platenses se admitió que, sin saberlo, habían contribuido con los falsificadores. Se supo que éstos hacían depósitos de dinero auténtico en dos cuentas y luego lo extraían para volver a depositarlo. No era dinero falso, pero ese ir y venir les permitía contar con billetes de numeración fresca para evitar caer en el error de repetirla en los Sarmientos truchos.

La investigación sumó recursos nacionales y hasta internacionales y en ese contexto un alto jefe de la Policía Federal admitiría que durante el reciente verano los Sarmientos con Peluca habían “dejado el tendal” en Mar del Plata.

Y al final en Wilde, un italiano de 70 años tenía su propia Casa de Papel

 

Los allanamientos en busca de la imprenta-madre o la fotocopiadora infalible siguieron hasta mediados de mayo de ese año. Poco a poco las pequeñas estafas mermaron. Se explicó que pese a no haber podido encontrar el origen de los billetes, su fabricación se había detenido y el desgaste, la pérdida de densidad los había vuelto fáciles de descubrir a la vista y sobre todo al tacto.

Podría decirse que el ser humano ha tenido el sueño de fabricar dinero con la misma recurrencia que el de volar. Quién sabe no sean la misma cosa.

Encontraron una máquina donde se habrían duplicado algunos billetes

LA CASA DE PAPEL EN WILDE

En 2018, cuando millones de televidentes se comían las uñas esperando la segunda temporada de La Casa de Papel, en Argentina se descubría que un ciudadano italiano de 70 años había logrado, desde un galpón en Wilde oculto por una pared falsa, fabricar lo que dio en llamar “la mejor copia de dólares de los últimos 30 años”.

“Utilizaban mecanismos de mercados online para la venta de celulares y electrodomésticos y de esa manera introducían al mercado ese dinero falso”, declaraba en rueda de prensa la entonces ministra de Seguridad argentina, Patricia Bullrich, al anunciar la desarticulación de la banda. Se lo llamó “Operativo Corredor” con detenciones y allanamientos en Buenos Aires, su periferia y Rosario.

“Sólo un profesional o alguien bien informado podía darse cuenta al momento de la falsedad de los billetes que la banda ponía en circulación. Al tacto no hay forma de distinguirlos”, le decía al diario El País de España un especialista de la Policía Federal en tanto la ministra resumía: “esto solo se ve en las series”.

El final de los Sarmientos falsos en La Plata coincidió con el cierre de la crisis en la cúpula policial que dio un fuerte sacudón al poder político de la Provincia de aquellos mediados de los 80. Hubo quienes intentaron hacer una lectura que vinculaba una cosa con la otra.

Lo cierto es que “el Padre del Aula” al decir de la canción en su homenaje, nunca imaginó que su cara iba a verse envuelta en semejante chanchullo.

 

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