El León tendrá la obligación de ir por todo, pero el Lobo se aferrará al punto con fervor

El perfecto trazado de esta Capital provincial cruje. Sobran condimentos. Rebasan las emociones. Engorda la ansiedad. Y, aunque no quede muy elegante confesarlo, el miedo a perder llega hasta los huesos sin pedir permiso.

Esta edición del clásico convoca a los más diversos sentimientos. No es sólo el amor por una camiseta para toda la vida; es, también, el irrefrenable deseo de ocasionarle un daño (deportivo, por supuesto) al eterno oponente.

Cuando Fernando Echenique (ni el mejor ni el peor árbitro en la polémica actualidad del referato nacional) genere el primer soplido fuerte en su silbato, se escucharán gritos en cada barrio, Todos harán fuerza e invocarán al cielo pidiendo la ayuda que creen merecer.

Esta vez, y eso suma atractivos,sea cual fuere el resultado no se percibirá una balanza con sus platillos en perfecto equilibrio. Hasta el cero a cero, el más feo de todos los escenarios, tendrá una inclinación en la aguja del conformismo. Y si eso ocurre, será Gimnasia el que sonría.

De allí para arriba cualquier chapa final desatará evaluaciones disímiles.

La degradación social que azota nuestra calidad de vida con la imperdonable crueldad de hacerlo en pequeñas dosis cotidianas, nos ha llevado al espanto de tener que experimentar tan lindo episodio con aliento uniforme en el estadio. Mutilado el derbi desde hace años en la esencial presencia de los visitantes, es cierto que los asistentes van más tranquilos al estadio, pero el producto pierde demasiado sabor.

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las lesiones le han hecho mucho daño y su juego perdió eficacia

Estudiantes no está en su mejor momento. La noche del brillante juego ante Corinthians se recuerda como un faro que no alcanza para iluminar un presente contaminado por algunas sombras.

En defensa ha perdido menos que en el ataque. El acople de Federico Fernández enmendó, en parte, la ausencia de su defensor mejor calificado: Zaid Romero. En cambio, el ataque sufre. Y mucho.

Que Guido Carrillo no haya podido sumarse a la planilla titular (eso es lo que se maneja como información) representa la principal pérdida para Eduardo Domínguez. Con Mauro Boselli en estado de fragilidad, el nacido en Magdalena hubiera sido vital. Por estatura de rendimiento y por la soledad que lo viene rodeando, Mauro Méndez empezará la historia sabiendo que todo le costará mucho.

En la columna de su poderío hay aristas de relevancia. El notable repunte de José Sosa, la clase de Benjamín Rollheiser y el fuego sagrado del Rusito Ascacíbar (sería injusto dejar afuera el peso específico de Mariano Andújar) constituyen el principal respaldo del dueño de casa.

repleto de urgencias, lucha por salvarse con buen ataque

Gimnasia ofrece su versión más seductora cuando cruza la mitad de la cancha; y muy especialmente en los momentos en que consigue hacerlo con la velocidad de sus externos.

La combinación de juventud y rapidez de Benjamín Domínguez y de Matías Abaldo puesta al servicio de la idoneidad goleadora de Cristian Tarragona, y de la permanente peligrosidad de Eric Ramírez, encarna la mejor receta tripera.

El Lobo tiene un agujero negro en la gestación y por eso la resigna peligrosamente. En parte compensa esa falla con la presencia de cuatro delanteros que obligan al rival de turno a tomar las debidas precauciones.

Madelón no apuesta ni un devaluado billete de cien pesos a la elaboración pulida de sus ataques; en cambio pone sueldo, aguinaldo y lo que consiga fiado a un modo directo que provoque fallas en quien esté enfrente.

De todos modos, empezará enamorado del empate y después necesitará adaptarse a los caminos que el imprevisible trámite lo obligará a transitar.

Electrizante, fantástico, mediocre o tedioso, el espectáculo de mañana dejará mucho. Póngale la firma. Estudiantes necesita ganar por primera vez en UNO, ir en busca de la clasificación a una copa y cumplir con el deseo de sus hinchas por aumentar el nivel de estrés albiazul.

Gimnasia, en cambio, si suma se irá tranquilo y mucho más contento de lo que declare con moderación frente a los micrófonos.

El notable repunte de Sosa, Rollheiser y el fuego sagrado del Rusito le dan jerarquía al Pincha

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