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Policiales |Tolosa

Estafa y violencia en La Plata: jubilados caen en la trampa “de la familia”

El blanco de la maniobra resultó ser un matrimonio, que se disponía a salir de compras. El hecho fue cometido por tres delincuentes, que convencieron a las víctimas afirmando que eran conocidos de su hijo

Estafa y violencia en La Plata: jubilados caen en la trampa “de la familia”

El ataque al matrimonio de jubilados de Tolosa tuvo lugar en una vivienda de 526 entre 15 y 16 / web

8 de Febrero de 2024 | 03:04
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En la Zona Norte de La Plata los vecinos afirman que la delincuencia se ha convertido en parte de la rutina diaria. No es para menos ya que la lista de sucesos delictivos en ese sector de la Ciudad es cada vez más grande y variada.

A los escruches y entraderas de cada día, ayer se sumó un golpe cometido por una banda de estafadores contra un matrimonio de jubilados de Tolosa.

A diferencia de lo que sucede en la mayoría de los episodios que tienen por víctimas a personas de la tercera edad, en esta oportunidad el hecho se caracterizó porque al principio no hubo ni una pizca de violencia. Los momentos de tensión recién se vivieron sobre el final del triste episodio, cuando la dueña de casa se dio cuenta de lo que estaba sucediendo.

A los delincuentes solo les bastó con darle un dato certero del hijo para convencer al dueño de casa, un hombre de 80 años, para que revelara el lugar en el que tenía guardado su dinero.

Según pudo averiguar este diario, la situación aconteció ayer por la tarde cuando el damnificado salía de su casa, ubicada en calle 526 entre 15 y 16, para realizar unas compras. En ese momento un vehículo de color blanco “y de grandes dimensiones” detuvo su marcha frente a su portón. El damnificado jamás se imaginó que una “familia” podía representar una amenaza, ya que al volante iba un hombre de unos 60 años, como acompañante viajaba una mujer de unos 50 años y en el asiento trasero se hallaba un adolescente.

Teniendo en cuenta los cientos de ataques cometidos contra jubilados, los sujetos bien podrían haber ejecutado una entradera. Es que la víctima se encontraba con la puerta de su garaje abierta y superado en número y en fuerza. Sin embargo, en los manuales de esta clase de delincuentes la palabra “violencia” figura sólo en el capítulo de los imprevistos.

El eje rector es el arte de engañar. Es por ello que, para lograr su objetivo, cuentan con un alto nivel de entrenamiento mental orientado a inhibir la capacidad de pensar de las víctimas. Con preguntas y respuestas rápidas, van envolviendo a su “presa”. Todo este mecanismo está adornado por una excesiva amabilidad y cortesía. De este modo, la tarea fina consiste en deshacerse en elogios y halagos, mientras van plantando una serie de trampas. Y esta fue la fórmula que aplicaron los ladrones.

Apenas establecieron contacto visual con el blanco de su ataque, lo saludaron con cordialidad y simpatía. Y en el mismo acto, el hombre le dijo que venían de parte de su hijo que trabajaba en un conocido comercio gastronómico platense.

La información que brindó el sujeto lo convenció inmediatamente. “Si, es mi hijo”, deslizó la víctima sin imaginar que acababa de entregar un valiosísimo dato a partir del cual los estafadores comenzarían a tejer su trampa.

“Su hijo nos dijo que nos podía cambiar unos dólares. Nosotros nos estamos yendo de viaje y necesitamos efectivo”, señaló el sujeto.

Fue así como accedió a colaborar. Y, como supuestamente eran amigos de su hijo, no dudó en hacerlos pasar. Inmediatamente se dirigió a una habitación, en donde se encontraba el escondite de sus ahorros. Hasta ese momento todo venía saliendo según sus planes. El final de la maniobra se acercaba pero cometió un error que lo terminó desenmascarando.

“Si quiere lo puedo acompañar”, se ofreció. Sin dudas, la frase caló hondo en la mujer del damnificado que de forma inmediata le gritó a su marido que se trataba de “un chorro”. Para ese entonces, el jubilado ya había aparecido nuevamente en el living con una caja de cartón en su poder. El sujeto no lo dudó y antes que irse con las manos vacías le dio 2 trompadas a la mujer y, al octogenario, le arrancó de las manos el esfuerzo hecho durante tantos años.

 

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