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Espectáculos |LEONARDO GARCIA ALARCON

Del Bachillerato de Bellas Artes, a la Opera de París

Especialista en música barroca, el platense radicado en Suiza desde hace 20 años se convirtió en el primer argentino en dirigir en Garnier, en donde abrió la temporada con “Heliogábalo” de Cavalli. El año que viene dirigirá en el Colón y en La Plata

Del Bachillerato de Bellas Artes, a la Opera de París

Leonardo García Alarcón, en el marco de una visita fugaz a la Ciudad, pasó por la redacción de EL DIA

7 de Diciembre de 2016 | 02:28

Han pasado veinte años desde que, con una billetera con 500 dólares, decidiera dejar su Tolosa natal y cruzar el Atlántico con una mochila cargada de sueños. A los 40 años, Leonardo García Alarcón disfruta de uno de los momentos más plenos de su carrera como uno de los directores y maestros más respetados de Ginebra, la ciudad suiza en la que se perfeccionó y en donde trabaja, y el primer argentino en dirigir en la emblemática Opera de París.

Nacido en el seno de una familia con aspiraciones artísticas, a los seis años comenzó a estudiar piano, y luego fue incorporando otros instrumentos como el órgano y el clave. Años más tarde se recibiría en el Bachillerato de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata -en donde recibió una “destacada formación” de su admirado Roberto Fiore-, una enseñanza pública y gratuita de la que se enorgullece y de la que asegura ser “un modelo a seguir en todo el mundo”.

PASION HEREDADA

La pasión por la música la heredó de su padre autodidacta -“mi músico preferido en todos los sentidos”-, de su madre pintora -la que le puso color a las melodías- y de su abuela Beatriz, gracias a quien conoció la música barroca, y quien semana a semana lo embargaba de entusiasmo con un fascículo de una colección de grandes compositores que, “debido a la crisis”, cuenta, le quedó incompleta, “llegó a comprarme 67 de los 100”. De todos modos, fueron suficientes para conocer a “un tal Bach”, como le dijo un día a su padre: una puerta abierta a un mundo para él fascinante.

Esfuerzo y sacrificio son palabras comunes en vida de este platense que formó parte del Elyma Ensemble, dirigido por Gabriel Garrido, con el que grabó música barroca italiana e hispanoamericana.

“Mi padre compuso canciones hermosas para mi hermana y para mí, que nos marcaron profundamente en diferentes etapas de nuestras vidas. Son canciones que, en general, nos transportan y nos recuerdan esos momentos geniales donde nosotros no teníamos nada pero cuando sos nene no te das cuenta de eso. Estábamos felices así. Mis padres no tenían un peso, no llegaban ni al día diez, pero la inversión que hicieron en nosotros es algo inolvidable para mí porque no pensaron en otra cosa: que mi hermana haga danzas en el Colón y que yo pueda dedicarme a la música”, comparte, en diálogo con EL DIA, en el marco de una visita fugaz a la Ciudad que lo vio nacer, y en la que su familia lo espera siempre con los brazos abiertos.

“Mis padres no tenían un peso, no llegaban ni al día diez, pero la inversión que hicieron en nosotros es algo inolvidable para mí porque no pensaron en otra cosa: que mi hermana haga danzas en el Colón y que yo pueda dedicarme a la música”

Su hermana, cuando cumplió los 17, se fue a perfeccionar a Burdeos, en donde llegó a ser una bailarina estrella. Y cuando él llegó a los 19, la siguió en su aventura. Era 1997. Sabía que en el Conservatorio de Ginebra, en donde dictaba clases Christiane Jaccottet -una de “las mejores clavecinistas del mundo” a la que había escuchado entre los cassettes de su abuela-, había una sola vacante. Se tenía fe.

Se fue sin nada más que esos 500 dólares que su familia le juntó y de los que, apenas llegado, le robaron 300. Tenía también una tarjeta de crédito de su papá pero no la usó. “Por orgullo”, aclara, y se reencuentra con su imagen de recién arribado a una ciudad desconocida en la que, por suerte para él, acostumbran a sacar los muebles a la calle: “Así yo me pude armar mi departamento”.

Pero antes de armar el hogar, tuvo que rendir el ingreso. “El 23 de junio de 1997 dí el examen y quedé”, recuerda con precisión exacta, sobre su etapa de estudiante en Ginebra, que culminó en 2005 con una buena noticia: “Ese año hice un master y la Dirección del Conservatorio, en el momento que vienen a darme el diploma, me dice ‘queremos no solamente decirle que tiene el diploma con honores sino que queremos que sea profesor’”. Desde entonces, es un respetado maestro de dirección orquestal y ópera barroca.

Con un poco más de tiempo y ganas de invertirlo en un proyecto propio, convocó a músicos argentinos desperdigados por el mundo -dice que hay a montones- y fundó Cappella Mediterranea, considerado como uno de los grupos de referencia internacional del repertorio barroco en Europa.

“Viajamos muchísimo pero en los últimos tres años las grandes óperas nos llaman para tocar, para preparar obras. Es por eso que estamos también en la Opera de París, en donde el año que viene tendremos grandes actuaciones”, entre ellas, su anhelada presentación en el Teatro Colón con fechas ya agendadas para el 6 y 8 de noviembre con “Orfeo” de Monteverdi y “El diluvio universal”.

En paralelo a este proyecto, García Alarcón es asiduamente invitado a dirigir en los principales teatros líricos, festivales y salas de conciertos de todo el mundo, centrándose su actividad principalmente en el repertorio del siglo XVII. En la temporada pasada, dirigió a la Orquesta de Cámara de París, la Residentie Orkest de La Haya, la Orquesta Barroca de Friburgo y la Orquesta y Coro Gulbenkian. Recientemente ha dirigido “Alcina” de Handel, con la Orchestre de la Suisse Romande, en el Gran Teatro de Ginebra y, en septiembre pasado, abrió la temporada del Palacio Garnier con “Heliogábalo” de Cavalli, una producción que se presentará el año próximo en Amsterdam.

“Cuando salí por primera vez a dirigir en la Opera de París, me vino a saludar el director -Stephane Lissner- y le dije: ‘¿Sabe en qué tengo que pensar para emocionarme esta noche?’ En que es el Teatro Colón. Y él lo entendió. Para mí, habiendo recorrido tantas salas, el mejor teatro del mundo me sigue pareciendo el Colón, y es algo en lo que coinciden muchos artistas. Es un honor volver y tener la utopía de que Argentina vuelva a ser potencia económica mundial porque potencia cultural lo sigue siendo”, opina.

EN EL COLON

Del primer coliseo nacional también recibió una invitación especial para dirigir una ópera barroca en el Festival de Verano en febrero de 2018, y otra para volver en abril para conducir a la Orquesta Estable. “La gente de Europa no está muy contenta con esto pero yo trato de explicar lo que siento. Siempre es una belleza poder volver”, explica Leonardo.

Dentro de sus presentaciones argentinas, además, se encuentra gestionando fechas para actuar en la Ciudad, con una oferta en el aire en el Teatro Argentino y otra en el Coliseo Podestá, la sala en la que más anhela actuar junto a su grupo de música antigua.

Casado con Mariana una soprano mendocina a quien conoció en Europa, padre del pequeño Francisco y de otro por nacer, el músico se reconforta de haber podido respirar el aire de tilo de esta época en las diagonales platenses.

“Cuando venía para acá en el taxi, miraba las casas, los jacarandás, y me acordé de mi primer beso, los lugares, este aroma que no siento desde hace 20 años… Es como una regresión en la que vuelvo a ser el mismo que cuando tenía 14 años y eso hace mucho bien porque yo creo que nunca me detuve a pensar en todos mis logros. Vos me preguntás y para mí es exactamente lo mismo, como si estuviera en Bellas Artes: me encuentro abriendo tal libro y con ganas de hacer esta obra de tal compositor. Paso el tiempo haciendo eso”.

No se imaginaba este presente. No. Y lo disfruta con cautela porque, sostiene, “todo lo que se trata de prestigio, gloria, honor es secundario, pasajero”. Lo que le interesa “es poder redescubrir obras de compositores que están olvidadas en bibliotecas, iglesias, manuscritos que no conoce nadie, sacarlos a la luz como un artista restaurador”.

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