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El Ejército del Norte tuvo al menos dos banderas de ceremonia, enormes, que hoy descansan en Sucre, Bolivia, y en Capital Federal
Carlos Altavista
caltavista@eldia.com
La bandera que creó Manuel Belgrano fue azul y blanca. El descubrimiento, obra de los investigadores platenses Lorena Picone, Rosana Romano y Carlos Della Védova (Cequinor-Conicet), fue tapa de la revista ACS Omega de la Sociedad de Química de los Estados Unidos, una de las publicaciones científicas más prestigiosas del mundo. Ahora bien, detrás de semejante espaldarazo del “mundo ciencia” a ese trabajo, se escriben historias que merecen ser contadas. Por caso, que fue jurada dos veces, enfrentamiento mediante entre el abogado-militar y el Primer Triunvirato.
O que cinco países latinoamericanos se inspiraron en esa insignia para hacer la suya, porque la vieron ondear en la fragata La Argentina que, al mando de Hipólito Bouchard, fue clave en la pelea contra los realistas en Centroamérica. O que la azul y blanca de las Provincias Unidas del Río de la Plata flameó una semana en California.
Pero antes de zambullirnos en esas historias apasionantes, que dan cuenta de que el espíritu latinoamericanista estuvo en la base de la independencia, vale recordar cómo se estudió la “bandera de Macha”.
“Tras las resonantes victorias en Tucumán y Salta -luego de desoír la orden de repliegue que le llegó desde Buenos Aires- que le pusieron un cerco definitivo a los realistas en el norte, y temiendo que después de las caídas en Vilcapugio y Ayohuma las banderas pudiesen terminar en catedrales de la monarquía española, algo que de solo pensarlo provocaba una profunda congoja a los patriotas -contó a este diario Carlos Della Védova-, Belgrano ordenó esconder las insignias en la capilla de Titirí, cerca de la ciudad de Macha, en el norte de Bolivia. Allí fueron encontradas en 1883, detrás de un cuadro de Santa Teresa. Dos banderas enormes. No de guerra sino de ceremonia, algo que se deduce por su gran tamaño”, explicó.
“Se les llama banderas hermanas. Una era azul, blanca y azul. La otra, blanca, azul y blanca”, añadió. Sobre esta última se hizo la investigación que determinó el color original -entre otras cosas- y que fue reconocida por la comunidad científica internacional. Hoy descansa en la Casa de la Libertad de Sucre (Bolivia), junto a los restos de Juana Azurduy. La otra está en el Museo Histórico Nacional de la Ciudad de Buenos Aires.
Della Védova, investigador superior del Conicet, dijo que el proceso independentista estuvo atravesado por grandes utopías. “En ese contexto, la caída de Napoleón y el regreso de Fernando VII a España pegó fuerte en muchos revolucionarios, que entonces dirigieron su mirada hacia Sudamérica en general y a las figuras de San Martín y Belgrano en particular, como el militar y corsario Hipólito Bouchard, un liberal antimonárquico”, relató.
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Nacido en Bormes-les-Mimosas, cerca de Saint-Tropez, Francia, llegó al calor de las ideas revolucionarias. “El 3 de febrero de 1813 combatió en la batalla de San Lorenzo, donde le arrancó la bandera al abanderado realista. Como premio, a instancias de San Martín se le asignó la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata”, apuntó.
La bandera creada por Belgrano fue jurada por vez primera a orillas del río Paraná, el 27 de febrero de 1812. “El azul fue el cielo, se dijo siempre. Pero los historiadores van al hueso y afirman que azul era el manto de la Virgen y Belgrano un ferviente católico. Azul era lealtad, Francia; hubo una amalgama de causas”, puntualizó Della Védova.
El científico, titular del Cequinor (Centro de Química Inorgánica dependiente del Conicet y la Universidad platense), abrió un paréntesis para referirse a las distintas banderas.
“¿Por qué azul, blanca y azul unas y blanca, azul y blanca otras? ¿Por qué sólo con dos franjas (azul y blanca) la del cruce de la cordillera de Los Andes que descansa en Mendoza?”, se preguntó.
Y respondió: “Hay que ubicarse en la época. Eso lo explica muy bien el General Gerónimo Espejo, quien participó de las campañas en Chile y Perú junto con San Martín y luego escribió sus memorias en varios libros. Decía él que en ese momento importaban los colores sobre la forma, para distinguirse bien del enemigo y representar los valores de la gesta revolucionaria”.
Pero además se trataba de una cuestión muy práctica. “No había disponibilidad de sedas y coloraciones para realizar todas las banderas del mismo modo. De manera que, con lo que se conseguía, se confeccionaban; lo importante era que los colores fuesen azul y blanco”, realzó.
Hacia 1812, desde Buenos Aires a Manuel Belgrano “le dicen que retroceda hacia Córdoba. Pero él avanza y derrota a los realistas en Tucumán el 24 y 25 de septiembre de 1812, poniendo cerco al invasor en el norte. Luego lo vence en Salta, el 20 de febrero de 1813. La batalla de Tucumán ya puso contra las cuerdas al Primer Triunvirato. Para colmo, empujado por el gesto belgraniano, Artigas regresó sobre el sitio de Montevideo. Y el triunviro cayó”, reseñó. “Además, desde Buenos Aires le habían dicho que no agitara controversias mostrando la bandera. El General Belgrano dijo ‘está bien, la guardaré para una victoria resonante’. Fue así que tras el triunfo en Salta, la insignia máxima volvió a jurarse, en febrero de 1813, a orillas del río Salado, que a raíz de ese acto también tomó el nombre de Juramento”.
Al mando de la fragata La Argentina, enarbolando una bandera azul, blanca y azul, Hipólito Bouchard capturó en Centroamérica barcos españoles, resaltó el investigador, para indicar que “tal era el nivel de idealismo de muchos revolucionarios, que el corsario pensó en liberar a Napoleón cuando estaba preso en la isla de Santa Elena, misión que finalmente no se concretó”.
Pero en su cruzada, en julio de 1818 Hipólito Bouchard hizo pie en California, donde la azul y blanca flameó durante una semana, dicen algunos, o 16 días, según otros.
“La incursión de Bouchard fue fundamental en el proceso independentista de América Central. Es por ello que el general salvadoreño Arce pidió a las Provincias Unidas del Centro de América que adoptara los colores azul y blanco para su bandera, en honor también a los generales José de San Martín y Manuel Belgrano. Así, las insignias de Honduras, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Costa Rica fueron azul-blanca-azul por decisión tomada poco después de 1820”, detalló. Tiempo después, Guatemala pasó a la bandera de franjas verticales y Costa Rica agregó el color rojo.
“La hermandad latinoamericana estuvo siempre en la base de la gesta y el pensamiento revolucionarios”
Carlos Della Védova, Investigador Superior del Conicet
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Los científicos Lorena Picone, Carlos Della Védova y Rosana Romano
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