Ismael Serrano: “Escribimos canciones porque somos incapaces de renunciar”

Un artista, su guitarra y mil historias: en ese plan llega Ismael Serrano, músico, actor y escritor pero, ante todo, “narrador”, al Coliseo Podestá, esta noche y mañana (el primer show con entradas ya agotadas), con “Todavía”, su último trabajo, bajo el brazo.

Un trabajo íntimo y reflexivo que siguió a “Hoy es siempre”, un disco con gran orquestación que dio como resultado una gira “que tenía mucho de épico, muy potente”. Y “después de hacer algo tan grande me apetecía volver a las esencias”, dice Serrano: como una especie de reacción, tras aquel trabajo y esa serie de shows, Serrano, cumpliendo además 20 años con la música, decidió hacer el disco que nunca había podido, un trabajo “muy especial” solo “a guitarra y voz”, buscando “captar un poco la esencia de una guitarreada entre amigos” y repasando su discografía, “sobre todo de canciones que no suelen estar en mi repertorio, pero que a mi me siguen emocionando”.

“De ese disco surgió una gira en formato acústico”, cuenta Serrano en diálogo con EL DIA, “un concierto muy especial” que traerá ahora al Podestá, con el habitual carácter teatral de sus puestas, con las que busca “construir un relato, que el recital sea una historia, no solo cantar canciones, también contar historias que le den un marco poético a las canciones”, pero buscando “otra experiencia” respecto a su anterior gira: “En un formato acústico uno retoma la idea de que la música es un diálogo muy vivo, aunque sea de manera tácita la energía va en ambas direcciones, es un momento muy íntimo donde se crea una comunidad muy cercana, muy de verdad”, explica.

Un oasis en los tiempos de crispación que se viven en Argentina, España y todo el mundo, de opiniones intensas y poco reflexivas que se replican en las redes sociales (Serrano es partícipe asiduo y polemista) en medio de tiempos donde ciertos discursos que parecían desechados regresan. En ese contexto, dice el cantautor español nacido en Madrid hace 45 años, la búsqueda es “seguir generando espacios de reflexión y de calma. Las redes imponen la fugacidad, limitan el debate, hemos perdido espacios para reflexionar con calma. Y yo lo que propongo es precisamente un espacio de encuentro para conectarnos con otro tipo de sensibilidad que no tenga que ver con el consumo inmediato, a la respuesta inmediata, espacios que no invitan a la reflexión y sí a la crispación”.

“Hace poco leí que las dos pulsiones más eficaces a la hora de generar una respuesta en el ser humano eran la pulsión sexual, muy utilizada en la publicidad, y también la ira: de eso se nutren y alimentan las redes, que nos impermeabilizan ante lo que pasa alrededor. Lo que intento con las canciones es generar vínculos para romper esa impermeabilización”, cuenta.

Un rol que la música “puede tener”, aunque el artista se resiste a determinarla como “la misión de las canciones”: “La música puede ser muchas cosas: el carácter de la música no debe ser excluyente, hay canciones que invitan a la evasión y evadirse es bonito, pero también es bonito conectar con la realidad. Cada canción es diferente”, reflexiona.

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DOS CARAS

Y aunque Serrano “sí reivindico un género que está muy maltratado, que es el de la canción de protesta, no es lo único que hago, y de hecho la mayor parte de mis canciones son canciones de amor”.

“Uno le canta a lo que lo emociona, y no solo te emocionan tus historias de amor y desamor, también te emocionan las noticias de un mundo desigual, la lucha contra la injusticia. Y más en estos tiempos de crispación”, explica esa dualidad entre la canción romántica y la canción de protesta, y hasta aventura que son dos caras de la misma moneda.

“Escribimos canciones porque somos incapaces de renunciar. El músico está idealizado, es como si tuviera un virtud, pero lo que tiene un déficit, un déficit a la hora de gestionar sus miedos y preocupaciones, y sobre todo fundamentalmente un déficit porque no sabe renunciar en lo sentimental, y escribe canciones al desamor para dejar de vivir esa experiencia, y tampoco sabe renunciar en lo político: uno no se resigna”, afirma.

La renuncia de las utopías y los valores, de hecho, atraviesa algunos de sus himnos, como “Papá cuéntame otra vez”, que, dice, “ahora la canto desde otra perspectiva”. “La compuse como un hijo que le reprochaba a un padre el fracaso del mundo en el que vivía. Pero ahora la canto desde la perspectiva del padre que trata de encontrar un relato para su hija, del padre preocupado porque este no es el mundo que me gustaría para mi hija, y sobre todo por el retroceso que estamos viendo respecto a ciertos derechos y libertades. Y ahora es responsabilidad mía, nuestra, es de caradura seguir apelando a la generación de nuestros padres. Es ley de vida que el hijo le reproche a su padre, pero uno al menos puede decirle a sus hijos que no se rindió”.

Y su hija ha transformado no solo el sentido de sus canciones, sino su vida entera, provocando, por ejemplo, que divida su gira por Argentina en dos, cruzando el océano para volver a España, realizar algunos shows y estar con su hija un par de veces a lo largo del año.

“Antes me iba tres meses de viaje y ahora voy y vuelvo, regreso a casa más a menudo, trato de acortar los viajes... porque me cuesta”, confiesa. “Ahora sé lo que es la distancia, ahora sé lo que es echar de menos. Yo amo mi profesión, pero no es lo que más amo. Así que el reto es eso, compaginar mis viajes con mi necesidad de estar en casa”.

LLAMADME ISMAEL

Pero aunque Serrano abre su calendario a su vida como padre, continúa con su ritmo habitualmente inquieto que lo ha llevado al cine y que el año pasado lo tuvo publicando un libro, meses después de lanzar “Todavía”.

“Pero a mi lo que me gusta es contar historias: eso es lo que me apasiona”, dice de sus múltiples facetas. “Quizás por eso me sienta cómodo como trovador. Y por eso también me gusta contar historias entre canción y canción. La música es lo que mejor me permite contar esas historias”.

Un oficio ya dado desde su nombre, el mismo que quien narra la debacle del Pequod en “Moby Dick”, pero más, afirma, por tradición familiar: todos los Serrano comparten inquietudes literarias, con una madre que incluso sigue estudiando en la facultad y un padre periodista, que “al fin y al cabo son contadores de historias que hacen la crónica social y política de lo que toca vivir”.

“Contar una historia es un viaje de inmersión, un ejercicio de introspección, que supongo que de alguna manera es terapéutico”, afirma. “Y cuando consigues contar una historia, no sé que dopamina libera el cuerpo, pero te hace sentir muy bien”.