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Espectáculos |SE FUE UNO DE LOS ROSTROS EMBLEMÁTICOS DE LA NOUVELLE VAGUE

Jean-Paul Belmondo: adiós al más noble de los atorrantes

Murió a los 88 años uno de los actores del cine francés más icónicos, que a pesar de cargar con una imagen a contramano de los galanes de la época sedujo a todos con su picardía y carisma

Jean-Paul Belmondo: adiós al más noble de los atorrantes

Belmondo y la sonrisa que conquistaba todo. Murió a los 88 años / AP

7 de Septiembre de 2021 | 03:27
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Jean-Paul Belmondo fue un momento de la vida: para toda una generación era el actor francés de carisma invencible parte del cine de acción galo que llegaba por entonces habitualmente a las salas argentinas; y para casi todo el que fue joven y cinéfilo, es, claro, una figura emblemática de la Nouvelle Vague, rito de pasaje para el espectador adolescente y rebelde que encontraba en el Belmondo de “Sin aliento” un código de conducta, una forma de moverse y, claro, de fumar. Para todos, Belmondo, que murió ayer a los 88 años, era el epítome de lo canchero: ese cigarrillo en los gruesos labios abiertos con algo de desdén y despreocupación, el noble malandra de sonrisa atorrante, pícaro seductor. Cuando la noticia de su muerte inundó ayer las redes sociales, no faltaron quienes afirmaran que con Belmondo se iba parte de esa juventud, de esa rebeldía.

Belmondo es sin dudas uno de los rostros más reconocibles del cine: esa nariz de boxeador (fue púgil profesional en su adolescencia) y sonrisa de libertino proponía otro rostro para el protagonista masculino de cine, un rostro que se rebelaba contra las convenciones de la misma manera que lo hacía la Nouvelle Vague, movimiento del que fue una de sus figuras: su rol en “Sin aliento”, de Godard, como Michel Poiccard, representando la figura de un antihéroe provocador y seductor muy diferente de los estereotipos hollywoodenses en los que se inspiraba el propio Godard, cambió algo en el imaginario, y el mundo del cine, desde entonces, no fue el mismo.

Hijo de una familia italiana de artistas (su padre, Paul Belmondo, era un importante escultor, autor de gran número de monumentos públicos de París, y su madre era pintora), Belmondo siempre se sintió atraído por el arte: boxeador desde joven, gracias a lo que lograría un físico atlético y una nariz quebrada que lo volverían emblemático, a los 16 años decidió ser actor y se matriculó en los cursos de arte dramático que impartía Raymond Godard. Debutaría con una gira por los hospitales parisinos con la obra teatral “La bella durmiente del bosque”. En 1951 ingresó en el Conservatorio de París, al mismo tiempo continuaría representando papeles secundarios en el teatro hasta que Jean-Luc Godard reparó en él y le dio un papel en “Charlotte et son Jules”. Más tarde daría su salto a la fama trabajando con el mismo director con “Sin aliento”, de 1960.

A partir de entonces empezó a rodar un gran número de películas, inicialmente con los principales realizadores de la Nouvelle Vague”, pero poco a poco pasando al género de la acción y acabó convirtiéndose en el portaestandarte del cine francés. Trabajó con los mejores realizadores de la época, tanto franceses como italianos, y dio el contrapunto a algunas de las actrices más destacadas del momento, como Sophia Loren, Catherine Deneuve, Annie Girardot, Ursula Andress, Anna Karina o Jean Seberg.

Belmondo supo explotar inteligentemente su aspecto y su físico -se le conoce por algunos “el feo más guapo” o “el héroe del puñetazo y de la persecución rocambolesca”- y siempre se opuso a que le doblaran en las escenas de riesgo en sus películas, tirándose por montañas y escapando de autos con tal de darle a sus roles en el cine de acción, uno de los ámbitos en los que más se movió, ese realismo sucio y doloroso necesario.

Esa carrera en el cine de acción comenzó a partir de 1965, y esas escenas sin dobles acabaron convirtiéndose en una de las señas de identidad de “Bebel”, como era conocido popularmente: de esa época son cintas en las que encarga a gángsters, aventureros o agentes secretos, como “El hombre de Río” (1964), “Borsalino” (1970), “El clan de los marselleses” (1972), “El magnífico” (1973), o “Leon: El profesional” (1981).

En el medio, construyó una especie de amistosa rivalidad con el icono del dandy seductor del cine francés fue Alain Delon: pese a que Delon gozaba de un atractivo físico mayor que Belmondo, éste supo cautivar al público por su gran simpatía y su autenticidad, diferente a lo que los espectadores estaban acostumbrados dentro del mundo del cine.

EL GRAN SEDUCTOR

Y también, claro, esa simpatía le valió varios amores fuera de la pantalla: en 1955 se casó con Elodie Constantin, una amiga de la infancia, de la que se divorció en 1965 y con quien tuvo tres hijos; tras su separación, Belmondo mantuvo relaciones con actrices como Ursula Andrés y Laura Antonelli.

Su segunda esposa fue la actriz Nathalie Tardivel, con la que tuvo otro hijo antes de divorciarse en 2008. Ese año inició una relación con la ex chica playboy y modelo belga Barbara Gandolfi, lo que causó escándalo ya que ella era 42 años más joven que el actor.

Para entonces ya se encontraba semi retirado, atravesando algunos de los problemas de salud que ya comenzaban a complicarle la vida y determinaron su muerte “tranquila” ayer.

“En él, todos nos encontrábamos”, afirmó el presidente Emmanuel Macron en Twitter, donde señaló que el actor era a la vez “héroe sublime y figura familiar, un tesoro nacional”.

“En la vida real era como en las películas”, recordó el director Claude Lelouch, otro de los grandes realizadores con los que trabajó y que lo despidió ayer. También lo despidió Delon. “Estoy completamente devastado”, dijo. “Voy a intentar aguantar para no hacer lo mismo en cinco horas... No estaría mal que nos fuéramos los dos juntos. Es una parte de mi vida, empezamos juntos hace 60 años”.

 

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