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Opinión |Editorial

Aluvión de grafitis y de costos injustos para los propietarios de viviendas

Aluvión de grafitis y de costos injustos para los propietarios de viviendas
8 de Junio de 2024 | 02:03
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Un informe realizado por este diario, a partir de una recorrida por distintos barrios de la Ciudad y al entablar diálogo con pintores de obra y con frentistas de viviendas cubiertas por un verdadero aluvión de grafitis permitió una vez más cobrar conciencia sobre la magnitud de este problema. Asimismo, surgió que un repintado de los frentes de las viviendas oscila hoy en un costo, entre materiales y mano de obra, de alrededor de medio millón de pesos.

Desde luego que la nota periodística se realizó en un contexto urbanístico como el que muestra la Ciudad hace años, en el que muchos frentes de propiedades privadas, así como de edificios gubernamentales y monumentos, están cubiertos por leyendas y dibujos inscriptos con aerosoles o brochas, sin que exista un freno para el accionar de quienes así dañan los bienes de terceros y el patrimonio público.

Tal como se dijo, no importa si se trata de paredones, frentes de casas o locales comerciales, ya que cualquier espacio es el blanco ideal de los vándalos que, con aerosoles en mano, recorren las calles cada noche. Y, como se ha dicho, tampoco quedan a salvo los pedestales de monumentos públicos y otros bienes de gran valor histórico, artístico o pecuniario.

Los supuestos creativos deciden en qué lugar dejarán sus “producciones”. Algunos de los vecinos que ofrecieron testimonios dejaron en claro -si es que hubiera hecho falta- que muchos de los propietarios perjudicados por las leyendas y garabatos pintarrajeados en sus casas dejarán todo así, ya que no pueden afrontar los gastos que insume volver a poner el frente en orden. También saben que si repintan sus casas, a las pocas horas o días volverán a aparecer las leyendas y dibujos, algunos de ellos, además, de pésimo gusto y con textos o dibujos groseros.

Si bien la modalidad más dañina la constituyen las inscripciones con aerosoles, la mayoría de ellas indelebles, que obligan a una costosa reparación, también la pegatina de carteles resulta nociva cuando no se ajusta a las especificaciones contenidas en las reglamentaciones vigentes.

En rigor no hay superficie de la Ciudad, del mobiliario urbano e inclusive de los cordones y calles que no quede exento de las pintadas, muchas de ellas plagadas de frases inconexas. Se habla, inclusive, de que algunos trazos reflejan “informaciones” crípticas que se transmiten entre delincuentes. Los bancos de plaza, los monumentos, los semáforos y demás señales ciudadanas, todo sirve de pizarrón para quienes, por lo general, en horas nocturnas dan rienda suelta a una suerte de “creatividad” ciertamente discutible, que arruina todo lo que encuentra a su caso.

La acción grafitera está lejos de acabar y se multiplica. Vivienda tras vivienda, ya sean casas baja, de dos plantas o edificio de altura, aparecen intervenidas por las típicas pintura con aerosol y todavía con brochas, con pinturas o alquitrán. Puertas principales, muros, portones o persianas, los “creativos” encuentran siempre superficies disponibles para dañarlas. En numerosos barrios, además, también los postes de los servicios públicos, los frentes y hasta los cordones sirven para intentar demostrar, a través de la fijación de leyendas y colores rituales, si ese barrio es de Estudiantes o de Gimnasia.

Se está atentando permanentemente contra bienes ajenos y contra principios estéticos que son comunes a la Ciudad, de modo que resulta imperioso poner término al capricho personal de algunos pocos, que se creen autorizados para causar esos perjuicios, y hacerlo a través de una legislación que prevea sanciones a los responsables y de una rigurosa fiscalización de la actividad, prohibiéndose de esta manera la afectación de espacios que deben permanecer en buenas condiciones, sean privados o públicos.

 

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