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Saber ganar

JUAN NEGRI

12 de Noviembre de 2025 | 00:58
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eleconomista.com.ar

En la Argentina, los gobiernos suelen confundir opción con adhesión. Creen que el voto que los sostiene es un cheque en blanco, cuando en realidad es un préstamo con vencimiento casi inmediato. La sociedad argentina no vota tanta ideología: vota alternativas que aseguren tranquilidad. Cada ciclo político reciente lo demuestra. En 1989, Menem fue elegido como alternativa al fracaso económico de Alfonsín y reelegido en 1995 por su éxito contra la inflación, no por fervor neoliberal y a pesar de que había faltado a todas sus promesas de campaña.

En 2003, Kirchner fue votado para ordenar el caos post-2001, no por vocación refundacional. En 2023, Milei fue elegido como escape del caos económico del último peronismo, no para convertir al país en un laboratorio libertario. Por supuesto, están los razonablemente convencidos, los fanáticos, los intelectuales orgánicos y los profesores de ciencias sociales que creen todas esas cosas pero no son en absoluto reflejo de las preocupaciones sociales.

El problema no es que los políticos argentinos no sepan perder, sino que muchas veces no saben ganar. Confunden la elección con una espaldarazo ideológico y personal. Leen las urnas como mandato doctrinario cuando, en realidad, expresan una delegación acotada para resolver urgencias. El voto argentino no es un acto de conversión sino de cálculo: se elige a quien parece capaz de garantizar un poco de orden en medio del ruido.

El 26 de octubre volvió a confirmarlo. No hubo un plebiscito ideológico, sino una apuesta racional: preservar cierta estabilidad antes que arriesgar el regreso al pasado. Lo que el votante busca no es abrazar una causa, sino proteger un equilibrio precario. En este marco, la narrativa de algunos medios filo-opositores que describen el acuerdo de Milei con Donald Trump como un retorno a la “colonia” es, en buena medida, inconducente. Aunque los argentinos puedan ser culturalmente antiestadounidenses, nunca tuvieron problemas en respaldar los alineamientos que ofrecían estabilidad: apoyaron las relaciones carnales en los 90 y no parecen alarmarse ahora. Es cierto que sí cambia la forma, pero el ingreso de la Argentina a una nueva era de diplomacia personalizada, sostenida por afinidades ideológicas o vínculos personales entre líderes será juzgado por sus resultados, no por analogías con Braden.

EL VOTO “ÚTIL”

Mientras tanto, los ciudadanos permanecen al margen de esta épica. No votan alineamientos internacionales ni teorías de gobernanza global, sino certezas cotidianas: precios que no cambien, sueldos que alcancen, servicios que funcionen. El rediseño de la arquitectura financiera y diplomática (de la diplomacia institucional a los vínculos privados entre operadores) puede ser relevante para los analistas, pero no para el votante medio.

Milei enfrenta ahora el dilema clásico de los ganadores locales: administrar un mandato limitado con su retórica ilimitada; es decir, repetir el error “Vamos por todo”. En aquella oportunidad, Cristina creía que se abría la puerta de la hegemonía total cuando en realidad el peronismo estaba por perder cinco de las seis elecciones que seguirían.

Saber ganar, entonces, significa entender que el poder en la Argentina es muy efímero. Milei tiene por delante la posibilidad de convertir ese voto de fatiga en una etapa de estabilidad y fortalecimiento de La Libertad Avanza, pero para eso debería corregir varios de los errores de su primer tramo de gobierno: haber roto puentes con todos los actores que en algún momento estuvieron dispuestos a colaborar y suponer que la táctica del outsider funciona igual desde el poder.

La tentación de creer que “si gané así, debo seguir igual” es comprensible, pero también riesgosa. Sin embargo, el escenario actual ofrece oportunidades singulares para el Presidente: el gobierno ha quedado empoderado tras su triunfo legislativo, el antiperonismo (por primera vez en su historia) parece ser una fuerza electoral más robusta que el propio peronismo, sobre todo mientras éste permanece atrapado en su versión kirchnerista.

Los gobernadores, debilitados por los resultados y con escasos márgenes de maniobra política luego del fracaso de Provincias Unidas, carecen de una alternativa sólida para 2027. Muchos de ellos saben que luego del domingo 26, y si al gobierno le va bien, su supervivencia depende en buena medida de atarse a La Libertad Avanza. Estas condiciones abren una ventana de oportunidad que Milei no debería desaprovechar. Si así lo entiende, podría usarlo para construir una mayoría estable; si no, volverá a repetir el ciclo que la política argentina conoce de memoria.

 

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