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Fue uno de los emblemas del equipo de Zubeldía. Marcó en las finales de la Copa Libertadores 1968 y 69. Tenía 77 años
Estudiantes llora la muerte de Eduardo Raúl Flores, el Bocha, quien fuera un jugador exquisito y pieza fundamental del equipo albirrojo que alcanzó la gloria bajo la conducción de Osvaldo Zubeldía. Nacido el 23 de abril de 1944, sus goles le significaron al Pincha conquistas de las cuales su gente se siente orgullosa. Tenía 77 años.
Eduardo Flores, quien también jugó en AS Nancy de Francia, comenzó a diagramar su carrera como futbolista en 1962 en Estudiantes, club al que representó con el aporte de anotaciones que alimentaron campañas inolvidables, como las que desembocaron en la obtención del campeonato Metropolitano 1967 y las siguientes tres Copa Libertadores: 1968, 1969 y 1970.
En 1972, el Bocha se incorporó a la Association Sportive Nancy-Larraine, de Francia, club más conocido como AS Nancy, con sede en la ciudad de Larraine, que en la actualidad participa en la Ligue 2 del fútbol francés. En esta etapa de su carrera, Flores conoció al mismísimo Michel Platini, por entonces un juvenil que impresionó al Bocha, quien lo recomendó a la dirigencia de la institución cuando salió a buscar a un organizador de juego.
Esta relación fue admitida por el propio Platini, destacado futbolista del seleccionado de Francia e ex presidente de la UEFA, quien elogió al argentino al recordar que heredó su puesto cuando subió a Primera. “En Nancy tomé el puesto de un extraordinario jugador argentino, que era Eduardo Flores. Un jugador muy inteligente, tenía 34 años y una zurda impresionante”, destacó quien fuera quizás el jugador más destacado del fútbol francés.
De todos modos, Eduardo Flores nunca se fue de Estudiantes, y tras colgar los botines, siempre estuvo vinculado a la institución desempeñando diferentes cargos, particularmente en las divisiones inferiores, como formador en un predio como el Country Club de City Bell, al que conocía “desde que era un campo”.
Hasta el final de sus días recordó con amabilidad cada uno de sus goles, en especial esos que hicieron historia, los partidos que lo tuvieron en cancha y otros que se perdió por lesiones, así como los títulos que hicieron trascender a Estudiantes a nivel internacional.
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No se cansó de repetir que “Estudiantes es un club especial, donde todos se saludan y los más grandes le enseñan a los más chicos”, destacó “la mística que se formó en el compañerismo y muchos otros factores” y su amor por el club llegó a tal grado que lo llevó a destacar que “yo tengo dos casas: una donde están mi señora y mis hijos, y la otra Estudiantes”.
En sus orígenes fue vecino de Oscar “Cacho” Malbernat, en La Plata, y a los ocho años se mudó a Ensenada, pero el fútbol los volvió a relacionar en Estudiantes, como compañeros de equipo en juveniles de 14 años, con Juan Ramón Verón, la Bruja, y Oscar Pachamé, quienes terminaron siendo ejes de un equipo inolvidable, ese que llegó a tocar el cielo con las manos.
La posición del Bocha en la cancha resultó siempre un tema a considerar, porque empezó dibujando jugadas recostado sobre la izquierda, como socio de la Bruja, hasta que Zubeldía, en 1967, le aconsejó retroceder algunos metros para moverse como un volante ofensivo. Y efectivamente, ganó protagonismo.
Sus movimientos eran lentos en el terreno de juego, aunque la velocidad bajaba desde su cabeza, con lo cual además de buen juego, con habilidad para el traslado de la pelota, le aportaba al equipo estudiantil que integró hasta 1971 disciplina táctica y una buena pegada de zurda. Un repaso por su trayectoria permite dar cuenta que jugó 165 partidos con la camiseta del Pincha, lapso en el cual señaló 65 goles, y que decidió abandonar la práctica activa en 1974, en Francia.
Su presencia llegó a ser fundamental en el Estudiantes que dominó futbolísticamente al mundo, con anotaciones determinantes, como el gol que selló el triunfo en el primer encuentro por la final de la edición 1968 de la Copa Libertadores, el 2-1 frente a Palmeiras en el viejo estadio de 57 y 1.
Pero claro que no fue el único grito que todavía por estos días recuerda la familia Pincharrata, ya que firmó el 1-0 contra Nacional de Uruguay, en el Centenario, por la primera final de la Copa Libertadores 1969, y repitió en la revancha disputada una semana después, con victoria albirroja por 2-0 en nuestra ciudad.
Con sus gambetas, entregas, goles y sacrificio, Eduardo Flores fue protagonista central en la conquista de las primeras seis estrellas en el escudo de Estudiantes, más allá de la frustración que le significó haberse perdido, por lesión, las finales con Manchester United, en 1968, por la Copa Intercontinental.
Retirado de la práctica activa del fútbol, Eduardo Flores también dejó recuerdos como director técnico, función que transitoriamente ocupó en Estudiantes, en los años 1986 y 1992, respectivamente, y al margen de las enseñanzas que les dejó a quienes dirigió en diferentes equipos de inferiores del Pincha, en Defensores de Cambaceres fue parte de un ascenso y un recordado gol que convirtió siendo entrenador.
El Bocha condujo al Rojo de Ensenada a obtener el ascenso en 1976, siendo partícipe de un hecho verdaderamente infrecuente: fue técnico y jugador a la vez, con el agregado de haber convertido un gol en el empate 2 a 2 como visitante de Luján, en el estadio Municipal.
Toda la gente que de una forma u otra está identificada con los colores de Estudiantes lamenta hoy entonces, en lo más profundo, la desaparición física de Eduardo Raúl Flores, el Bocha, uno de sus “próceres”, quien de todos modos seguirá estando vigente cada vez que se recuerde a los hombres que hicieron grande al club y en particular a cada una de las conquistas, en el plano local e internacional.
El Bocha fue pieza clave en la obtención de la segunda Libertadores, por sus goles a Nacional de Montevideo
Por una lesión de meniscos no pudo viajar a Manchester, en octubre de 1968
En su paso por Francia compartió equipo con Platini, que lo terminó reemplazando
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