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Un mensaje de perfil económico y una sorpresa política: subió a Milei al ring

Un mensaje de perfil económico y una sorpresa política: subió a Milei al ring

Los militantes K ocuparon varias cuadras hasta llegar a 7 / EL DIA

Mariano Pérez de Eulate

Mariano Pérez de Eulate
mpeulate@eldia.com

28 de Abril de 2023 | 04:35
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Como era previsible, salvo para el puñado de fanáticos que la quieren ver otra vez como presidenta, Cristina Kirchner no habló ayer en el Teatro Argentinos de su posible candidatura. No les dio el gusto a los que claman para que su nombre esté en la boleta del oficialismo. Si algo sabe la vice es manejar los tiempos. Faltan casi dos meses para el cierre de listas y anunciar algo ahora significaría renunciar al factor sorpresa y obsequiarle a sus detractores un valioso tiempo para esmerilarla. Para la feligresía, pues, sigue vigente el escenario que ella misma anunció cuando fue condenada en la causa Vialidad: por ahora, no competirá.

De hecho no habló de ninguna postulación. Ni de las Primarias Abiertas de su espacio, el motivo actual de tensión interna con el presidente Alberto Fernández. A quien, por cierto, no mencionó ni una vez. Apareció casi obsesiva con la idea de armar “un programa de gobierno” en el que se discuta y se unifiquen posturas respecto a los ítems que ella abordó en su “clase magistral”, de perfil económico. Sonó a mensaje interno.

Lo que sí hizo Cristina fue subir al ring político al libertario Javier Milei. Nunca dijo su nombre en las cuatro o cinco veces que aludió a él. Sólo lo identificó por su promesa electoral de dolarizar la economía o cuando apuró un coloquialismo: “¡Qué me venís a joder con que te tenemos miedo!”, exclamó. “Caradura”, lo definió más que picante.

CUESTIÓN DE NÚMEROS

Esa jugada obedece a los números que le acercan desde la gobernación bonaerense y ciertas intendencias. Fotos de la actualidad en cuanto a las preferencias de los votantes y que reflejan un notable malestar con el gobierno por la situación económica, que inc luso pone en peligro la entrada del peronismo a un eventual ballotage. Para ser claros: el escenario de una segunda vuelta entre Juntos por el Cambio y el espacio del libertario. El crecimiento de Milei, con nada más que la capitalización de la desilusión colectiva, como amenaza de un papelón histórico.

¿Por qué gastar toda la parte inicial del discurso para defenestrar la estrambótica consigna de la dolarización? Porque el kirchnerismo detectó que muchos de los seguidores noveles de Milei, incluso votantes que antes optaron por el Frente de Todos, relacionan dolarizar con la idea de estabilidad cambiaria y ausencia de inflación que se vivió en la Convertibilidad.

Así, Cristina jugó con la falsa idea de que dolarización y Convertibilidad son lo mismo y en todo momento trató de explicar que el plan de Domingo Cavallo (“Un señor de ojitos claros”, según lo definió) fue el motivo del desastre económico que vino después, cuando ese esquema explotó. Al cabo de más de dos décadas, ya nadie discute que el no salir a tiempo de la rigidez “un peso igual a un dólar” fue un error y que terminó haciendo caer al gobierno de la Alianza.

“Estamos discutiendo lo que ya pasó hace 20 años”, parangonó Cristina. Pero, se reitera, hizo un poco de trampa. Porque dolarizar toda la economía en los términos en que los plantea Milei no es lo mismo que el programa anti inflacionario de Cavallo, que se basaba en un peso fuerte circulante respaldado por dólares en el Banco Central y con la prohibición de emitir moneda fijada por ley. Detalles del proceso de creación del “nuevo enemigo” que, en realidad, fue una orden de campaña y que -se vaticina aquí- se convertirá en un mantra de todos los dirigentes del espacio K.

EL EJE ECONÓMICO

El otro eje del discurso de Cristina fue la férrea postura sobre la necesidad, casi una obligación, de “revisar el acuerdo” con el Fondo Monetario Internacional. “Es esencial”, opinó. ¿Esencial para qué? No lo dijo explícitamente, pero no hizo falta: para procurar no perder las elecciones debido a las condiciones restrictivas al gasto, a la emisión y a la utilización de herramientas financieras para controlar el precio del dólar que estipula el acuerdo.

Sergio Massa en las últimas horas ordenó la intervención del Banco Central en el mercado cambiario para frenar la escalada del billete verde, incumpliendo lo estipulado. Es un ejemplo de las cosas que Cristina dice que hay que flexibilizar.

En este sentido, la vicepresidenta pareció hacerle un cierto trabajo sucio al ministro (Una vez aludió a “Sergio”), despotricando abiertamente contra el entendimiento para refinanciar la deuda contraída por el macrismo que selló el renunciado Martín Guzmán, persona a la que detesta.

Es probable que la vice haya dicho lo que Massa piensa, la necesidad de flexibilizar el acuerdo que se evalúa incumplible, porque el ministro no puede usar públicamente esa dureza. ¿Cómo encarará su segundo, Gabriel Rubinstein, ahora de viaje en Washington, las conversaciones con los técnicos del organismo luego del discurso de Cristina?

Para la vicepresidenta, la disparada de la inflación y las corridas cambiarias actuales son responsabilidad del Fondo. Justamente a raíz de las rigideces que le impuso a la Argentina. “El acuerdo es inflacionario”, aseguró. En definitiva, volvió sobre algo que siempre ha creído: que el enorme déficit fiscal y la emisión desbordada para cubrirlo ante la imposibilidad de tomar más deuda no es una de las causas de la subida inflacionaria, como remarcan la mayoría de los que sí son economistas.

También regaló loas a sus propios gobiernos pasados, recordando que fue una obsesiva de las regulaciones cambiarias, de sentarse sobre las reservas, del cepo al dólar y demás herramientas. Y explicó porqué: debido a que no tenía al FMI respirándole encima. Con cuadritos, mandó mensajes a las 20 empresas (multis y de capital nacional) que fabrican el 74% de lo que se vende en las góndolas. Básicamente los apuntó como responsables de los aumentos de precios. ¡Feliz coincidencia con Massa!: según se supo, el ministro le pidió colaboración a la organización del piquetero Emilio Pérsico para apretar a los empresarios para que bajen los valores de los productos. No fue un trascendido; lo contó el propio Pérsico.

 

 

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