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Información General |OCURRIÓ EN LA PLATA

Tranquilandia “sucursal” Punta Lara y un odiado agente de la DEA

Un laboratorio de cocaína y una imaginaria pista de aterrizaje en la selva marginal. El Cartel de La Plata y las “desoídas” advertencias de la Administración de Control de Drogas

Tranquilandia “sucursal” Punta Lara y un odiado agente de la DEA

Selva marginal de Punta Lara. El operativo mostró que hubo una cocina y un área donde podrían descender helicópteros

Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

15 de Mayo de 2022 | 03:52
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"El tránsito es del dedo a la nariz".

El hombre se permitió hacer esa broma una mañana hace más de 30 años, cuando la estadística sobre la influencia del consumo de drogas en la inseguridad que vivía la Argentina mostraba un crecimiento sostenido y preocupante. Ante esa realidad se insistía en una tranquilizadora respuesta: "Argentina es un país de tránsito, no de consumo".

El autor de la broma, por cierto cruel y dolorosa, era Abel Reynoso, un hombre que entonces andaba por los 43 años y que regresaba a su Argentina natal después de haber dejado, a los 13, el Lanús que lo vio nacer. Venía de Estados Unidos y se presentaba esa mañana ante autoridades judiciales, policiales y políticas de aquellos años 90 como el nuevo jefe de la DEA en Argentina.

El país empezaba a salir de ese sueño que durante años lo había mantenido peligrosamente con la guardia baja y que se resumía en una muletilla: "Argentina es un país de tránsito".

La euforia que había dejado la reciente Operación Langostino, el decomiso de casi 900 toneladas de cocaína escondida en crustáceos congelados listos para partir a Europa, acaso ayudaba a sostener esa creencia.

ASADO Y VACÍO

Por entonces Puerto Madero no era Puerto Madero y en esa presentación, según contaba una crónica periodística, los invitados al coqueto restorán Shorthorn Grill de Recoleta comieron empanadas, provoletas, chorizos, morcillas, asado, bife de chorizo y frutillas y mousse de chocolate. Después de recibir las risas fingidas que despertó su "chiste" sobre el "país de tránsito", el jefe de la DEA les dio un coscorrón de realidad. Y advirtió que si Argentina no se hacía cargo de combatir decididamente el tráfico de drogas iba camino a padecer lo de México y Colombia. Treinta años después de aquellas empanadas, la estadística carcelaria mostraría una imparable relación entre delito y adicción, desde el arrebato, el ataque motochorro pasando por la entradera y otros golpes más elaborados.

El “chiste” que hizo el agente Reynoso no les cayó nada bien

 

En 1988 el Juez en lo Penal Económico Julio Virgolini, estaba convencido de que la Operación Langostino había tenido que ver con las andanzas del Cartel de Medellín, que aun cuando ya su jefe Pablo Emilio Escobar Gaviria, estaba en serios problemas, seguía controlando más del 80 por ciento del tráfico mundial.

Virgolini impuso de algunas situaciones vinculadas a la causa a su par de La Plata, el entonces juez Ricardo Ferrer y las vinculaciones de una pareja detenida en Mar del Plata con algunos personajes platenses que podrían estar vinculados al colombiano Jhon Arroyave.

CONEXIÓN LA PLATA

Se ordenaron más de 150 procedimientos entre allanamientos discretos e irrupciones en viviendas y algunos boliches de la ciudad.

En el ambiente político de La Plata todavía se sentían los temblores del escándalo suscitado por el caso Simenter, un policía que integraba la custodia del entonces gobernador y al que se había vinculado al tráfico de drogas a España. Y en el mundillo de la farándula empezaba a sonar un nombre misterioso: el Hindú, un personaje al que se vinculaba a la provisión de cocaína a "famosos" de aquellos años.

En febrero de 1988 el juez marplatense Pedro Hofft pateó un hormiguero y se enfrentó a las autoridades políticas y policiales de la Provincia al sugerir que el Cartel de Medellín, con Pablo Escobar todavía al mando, operaba en nuestro país. El entonces ministro Luis Brunatti, entregó a la investigación 580 legajos policiales.

Mientras esto ocurría, en La Plata el juez Ferrer recibía un dato que al principio parecía descabellado: "Una pista de aterrizaje escondida en la Selva Marginal de Punta Lara". Lo primero que vino a la mente del magistrado fue hacer consultas de factibilidad y la respuesta fue concluyente: "Todo eso es un gran pantano". De hecho, a través de los años, el pantano se ha ido tragando a la ruta 19 que une Punta Lara con Villa Elisa. Un testigo, un hombre de la zona que solía ir a pescar anguilas cerca de Boca Cerrada, aseguró haber encontrado un camino de balizas fabricadas con tachos de aceite. Dijo que algunas todavía estaban encendidas y que el camino conducía al interior profundo de la selva.

PUNTA LARA

Se bromeaba con que en Punta Lara podía haber una sucursal de Tranquilandia.

Tranquilandia fue una enorme área en la selva colombiana entre el Caquetá y el Meta, en los Llanos de la Yari donde a Pablo Escobar se le ocurrió montar una de las cocinas más grandes en las que sostuvo su poder el Cartel de Medellín, con diecinueve laboratorios y ocho pistas de aterrizaje.

La Red Amapola conectaba Bolivia y La Plata. ¿Fue desactivada?

 

Alentado por Hofft, su colega marplatense que consideraba que "todo era posible" cuando se trataba de operaciones vinculadas a Escobar, se ordenó una búsqueda en la Selva Marginal de Punta Lara. Invisible desde el aire, Ferrer envió 150 efectivos policiales a rastrillar la zona. Encontraron así un crucigrama de caminos trazados a machetazos y dos viviendas precarias donde una huerta y algunas gallinas ponedoras mostraban que hasta no hacía mucho ahí habían vivido personas.

El área quedó marcada entre el Arroyo Pereira, Punta Colorada y el límite con Hudson. Y se aseguró, aunque sin muchos detalles, que había "restos" del funcionamiento de un laboratorio de cocaína.

Casi al mismo tiempo en que se daba cuenta del dudoso hallazgo de una pequeña Tranquilandia en Punta Lara, el juez Hofft era amenazado de muerte y se denunciaba un plan para matarlo. En tanto, otro magistrado federal Eduardo Pettigiani, coincidía en mencionar a "la red Villa Elisa" al referir al hallazgo de otra importante cocina en el norte de La Plata.

EL CASO CASTRO

El sábado 4 de febrero allanaban una confitería llamada Vogue, en 54 entre 5 y 6 y se llevaban a varias personas detenidas. Ya se hablaba del Cartel de La Plata y se libraban 280 órdenes de detención.

Todo indicaba que la capital bonaerense era uno de los puntos de un triángulo: Bolivia-Mar del Plata-La Plata.

Escobar bautizó Tranquilandia a su gigantesca red de cocinas en medio de la selva / AFP

El asesinato de un imprentero, Luis Castro, ocurrido frente a una vivienda de 13 y 36 en City Bell, disparó la hipótesis de "la punta del ovillo", aunque nunca se pudo vincular a la víctima con el tráfico de drogas y su muerte quedó marcada por el misterio. Castro fue baleado desde un auto Dodge Polara cuando tocaba timbre en la casa de un supuesto cliente de su imprenta.

La policía no dudó en señalar que quien fuera sindicado como su asesino, un tal Rocky de Ringuelet, era parte del "Cartel" platense. La esposa de Castro, por su parte, siempre sostuvo que el de su marido había sido un crimen narco, aunque nunca le encontró explicación. Ese crimen disparó toda clase de hipótesis, algunas descabelladas como la disparada por la extraña desaparición del dueño de la casa frente a la que ocurrió el crimen, un tal Pajarito y una mujer apodada "La Cuca".

El entonces secretario de Seguridad de la Provincia, Orlando Caporal, convocaba a los medios para anunciar que en la capital bonaerense se le había declarado la guerra a la droga. Y prometía "darles con todo". Ya por entonces se aseguraba la existencia de una denominada "Red Amapola" que, se decía, conectaba a La Plata con Bolivia en un mecanismo que "de tránsito" no tenía mucho pero si de consumo interno.

EL VENTILADOR

Muy poco después de aquel "chiste" que tan mal le cayó a algunos comensales de aquella reunión de presentación de credenciales del jefe de la DEA en Argentina, el funcionario pegó la vuelta y dejó una bomba activada. Lo hizo en un reportaje que concedió a un semanario de actualidad y que en los mentideros dio tela para cortar especulaciones sobre si el hombre había tenido o no autorización de la Embajada norteamericana para decir lo que dijo. Lo cierto es que Reynoso cargó contra el gobierno de Carlos Menem al afirmar que "no le interesaba luchar" contra el narcotráfico "porque estaba en el negocio".

Como en las películas y las series de narcos, el agente prendió el ventilador y dijo cosas tales como que las fuerzas de seguridad argentinas no recibían fondos para combatir la droga. Y eso tenía que ver con una decisión política. Y también, como pasa en las series y las películas, a Reynoso lo llamaron "de arriba" y lo levantaron en peso. La Embajada emitió un comunicado desautorizando sus dichos y días después le comunicaron su traslado a Washington donde acaso lo esperaba una oficina llena de papeles, como forma de castigo para un hombre operativo como él. Renunció y se asegura que vive en Los Angeles, dedicado a la seguridad privada.

El área quedó marcada entre el Arroyo Pereira, Punta Colorada y el límite con Hudson

 

¿Realidad o leyenda urbana? Siempre corrió la versión de que junto con su renuncia Reynoso dejó sobre el escritorio de sus jefes en Washington un informe de varias páginas con nombres, apellidos y datos sobre "gente con mucho poder" en el entramado del narcotráfico en la Argentina y las puertas que de par en par, a la luz de las estadísticas, en los años siguientes se le abrirían en el conurbano bonaerense.

 

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