Con la huella de Sor María Ludovica

En la nueva capital provincial apenas asomaban, como manchas urbanas en medio todavía, de grandes descampados, los primeros edificios públicos. La población, a esa altura de la Fundación y comparada con el número de habitantes que habría en los años posteriores, era escasa. No obstante, ya se hacía imperioso, teniendo en cuenta de que se trataba de un proyecto de ciudad planificada, la creación de un centro de salud que cubriera las necesidades pediátricas. Nació entonces, en 1889, el Hospital de Niños, para ocuparse de las demandas sanitarias de los hijos de los primeros vecinos - la mayoría inmigrantes -, de aquellos que ya adoptaban a La Plata como su lugar de residencia definitivo.

Durante los primeros años de existencia, el establecimiento - emplazado en la manzana de las calles 14, 66,15 y 65 - contaba con los servicios de atención esenciales y cada práctica, cada internación y cada consulta se realizaba a puro pulmón, con muy pocos recursos económicos y humanos y el trabajo incondicional de los equipos de médicos y enfermeras precursores de la iniciativa.

En rigor, cualquier relato de la trayectoria del Hospital de Niños de La Plata hace insoslayable la referencia a quien, por su incomparable obra, se le debe gran parte de lo que el hospital consiguió significar en la Ciudad y en la Provincia: Sor María Ludovica, la monja, llegada de Italia en 1908 con misión sanitaria en La Plata, que volcó toda su pasión en busca del bienestar de los pequeños enfermos y que, justamente por esa razón, más que merecidamente, el hospital bonaerense lleva su nombre.

Antonina de Angelis - tal era su nombre real -, que había nacido en un pueblo de la provincia L’Acquila, en 1980, fue enviada, tras ordenarse como Sor Ludovica, al hospital ubicado frente al Parque Saavedra para encargarse de la cocina, la despensa y el sector de la ropería. Todavía en esos años, la institución se reducía a una alambrada, un portón y dos salas de madera dotadas con no más de 60 camas.

El Hospital de Niños de La Plata ha sido un semillero de eminencias y en ese sentido se recuerda el paso por sus instalaciones de figuras médicas y maestros de la pediatría

A los directivos médicos, al recorrer diariamente las modestas instalaciones del hospital, les sorprendía, en un hecho que resaltaban, el sentido de responsabilidad y la dulzura en el trato con los niños de la joven religiosa. Así fue Sor Ludovica involucrándose en su labor hasta que en 1915, a partir de la muerte de Sor María Rita, quien era por entonces la madre Superiora de la institución, acepta la designación para dirigir la misión. En 1925 el Hospital de Niños pasó a depender del ministerio de Salud Pública de la Provincia, lo que significó, sin dudas, un avance muy positivo y beneficioso. Sor Ludovica se convirtió a partir de ese momento en la portavoz de las necesidades de los pequeños pacientes y de las nuevas exigencias que reclamaba el progreso. Apenas cinco años más tarde, bajo su supervisión, arrancó la construcción de pabellones, de varios consultorios externos, seis salas para la internación de 180 niños y sectores donde se alojarían futuros servicios.

El Hospital de Niños de La Plata ha sido un semillero de eminencias y en ese sentido se recuerda el paso por sus instalaciones de figuras médicas y maestros de la pediatría como lo fueron los doctores Climent, Mazza, Lozano, Gorostiague, Blanco, Armendáriz, Sujov, Morano Baldizzone, Renteria, Silber, Spizirri, Hauri, Unchalo, Itarte, y Brock, entre muchos otros reconocidos especialistas. Esos nombres, dueños de una vocación sin límites, instaron, cada uno en su época, a la superación académica, y de ahí que se instalaran en el centro asistencial las salas de las cátedras de Medicina Infantil y Enfermedades Infecciosas, lo que trajo aparejado un desarrollo vertiginoso del conocimiento, que muchas veces fue el germen de proyectos de investigación clínica y aplicada de suma relevancia.

Desde un principio, y en una línea que se profundizó con los años, el Hospital no sólo se ha ocupado de la salud de los chicos; también ha respondido a las problemáticas sociales de las familias que recurren a sus servicios. Un ejemplo de esa directriz es la Casa Ludovica. Ese ámbito, que se creó a instancias de la Fundación Hospital de Niños, alberga, de manera transitoria, a las madres y familiares de los niños internados, y así, con esa ayuda, quienes llegan a la Ciudad desde lugares lejanos para acompañar a sus hijos en las circunstancias de una enfermedad cuentan con un hogar donde descansar sin tener que gastar un sólo peso.

Por su pasado y su presente, el Hospital Sor María Ludovica es sinónimo de excelencia médica, y no sólo en la Ciudad sino también en la Provincia y el país. Da cuenta de esa importancia en el sistema de salud la enorme cantidad de derivaciones de pacientes de los más diversos puntos que recibe el edificio de la calle 14, las 29 salas de internación con capacidad para 350 enfermos y las 400.000 consultas externas anuales. También cuenta con servicios de la más alta complejidad, como lo son las tres áreas de terapia intensiva (Neonatal, Pediátrica y Cardiovascular) y las dos de cuidados intermedios (Clínica y Quirúrgica). Además, es el único hospital público de la Provincia que tiene infraestructura para llevar adelante reimplantes de miembros a nivel pediátrico con técnicas de microcirugía.