La deteriorada glorieta de plaza San Martín pide auxilio

A lo largo del siglo pasado la glorieta de la plaza San Martín fue un ícono de nuestra ciudad y sirvió como punto de encuentro, en donde se ofrecieron hasta la década del 70 recitales musicales, la tradicional retreta militar y otros espectáculos artísticos que convocaban a numeroso público, además de ser, intrínsecamente, un objeto-monumento de gran valor arquitectónico y artístico representativa de lo mejor del estilo art nouveau. Sin embargo, tal como lo evidenció una nota publicada en EL DIA, en los últimos tiempos la Glorieta envejeció y se deterioró más que en su anterior centuria de existencia.

Del emblemático y señorial “Pabellón de la Música” instalado en tiempos post fundacionales –poco después del centenario de la Revolución de Mayo- apenas queda un kiosco saqueado y abandonado, ganado por el óxido, las fisuras y el avance de daños estructurales. Y entre las generaciones más jóvenes, cada vez son menos quienes recuerdan el lugar como escenario de convocantes movidas culturales gratuitas.

El golpe de gracia, del cual nunca pudo reponerse, fue recibido por la Glorieta en noviembre de 2011 cuando desaparecieron misteriosamente sus valiosas rejas perimetrales, víctimas de un robo nunca esclarecido ni explicado por las autoridades municipales de esa época ni por las posteriores. Lo cierto es que el emblemático “Pabellón de la Música” suma hoy su decadencia al abandono general de la Plaza.

En el informe publicado por este diario, se indicó que en enero de 2018, desde la secretaría de Espacios Públicos y Gestión Ambiental de la Municipalidad se había adelantado que, en el marco del “Plan de Puesta en Valor de Plazas y Parques, se planificaba para marzo la restauración de la Glorieta. Lo cierto es que, a casi un año de ese anuncio, la intervención integral aún no se concretó y las respuestas de la Comuna muestran un dejo de resignación. Señalaron que la reacondicionaron tres veces, pero que vuelven a dañarla, asegurándose que se enviaría a la brevedad a una cuadrilla para realizar mantenimiento y evaluar la situación, pero está claro que se requieren acciones que vayan más en profundidad que sólo pintar.

Tal como se señalado en esta columna reiteradamente, no son tan gravitantes –ni, a la postre, efectivos- los grandes planes u obras que puedan proyectarse sobre los paseos públicos como lo serían el despliegue de un mantenimiento cotidiano, menos costoso y más práctico, así como de una mayor custodia. No faltan en esta hora, por dar un solo ejemplo, recursos humanos a los que la Municipalidad podría capacitar para ocuparse del debido cuidado de estos lugares tan caros al sentimiento ciudadano.

Se ha dicho aquí, también muchas veces, que La Plata nació enriquecida por el culto hacia los espacios verdes. Sus fundadores dotaron a la Ciudad de una plaza cada seis cuadras, lo cual constituye no sólo un factor relevante para definir la calidad de vida de sus habitantes, sino también un verdadero privilegio que debiera ser valorado. Es de esperar, entonces, no sólo que se proteja y restaure a la Glorieta, sino que se preserve e incremente el patrimonio íntegro de la Plaza San Martín, acaso la más distintiva con las que cuenta la Ciudad.

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