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Opinión |EL PULSO

El primer héroe de Malvinas

1 de Abril de 2018 | 03:21
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Se llamaba Mario Almonacid, tenía 22 años y su vida sólo supo de privaciones y de esfuerzos que sólo tenían consuelo en la foto de esa chica que guardaba celosamente en el bolsillo superior de su chaqueta verde oliva, ahí justo en el mismo sitio en el que late el corazón.

El amor por ella -cuyo nombre nadie recuerda- era, tal vez, el único calor que lo cobijaba aquella mañana del 3 de abril en la que, para cumplir con la Patria, se trepó al helicóptero Puma que iría a depositarlo en el territorio irredento de las Georgias del Sur, que había que recuperar para la Patria.

Se ajustó el casco y se aferró a su fusil de Infante de Marina pensando que, apenas dejaran de atronar las bombas, regresaría ya de civil a su Comodoro Rivadavia natal para casarse con ella.

Pero a poco deponer un pie en tierra un certero balazo inglés se transformó en una flor rojo sangre en el medio de su pecho. Ahí dejó la vida. Fue el primer soldado argentino muerto en el conflicto por las Malvinas.

Sus padres eran chilenos, de la región de Calbuco, y habían cruzado a la Argentina en busca de un futuro mejor. Hace ya casi 36 años su madre, sentada en una silla desvencijada en el medio de un despojado living de una modesta casa que a dudrs penas contenía la furia del viento patagónico, enjugaba sus lágrimas y a media voz, repetía casi como en una letanía. “Todo le di a este país, todo... Hasta un hijo para morir en la guerra”.

A su izquierda, una joven callada, con la vista clavada en el suelo, arrebujaba entre sus manos el vestido blanco de novia que nunca iba a poder usar.

Los vecinos de esa barriada pobre, se arremolinaban en la puerta de la casa. Esperaban, en un largo, lento y doloroso velatorio, que el cuerpo “del Mario” desandara el camino desde la Georgias hacia Malvinas y desde allí a Puerto Belgrano, antes de regresar a Comodoro Rivadavia donde iba a ser despedido como héroe.

Mañana, 2 de abril, su nombre volverá a estar en boca de todo Comodoro Rivadavia. Allí hay una calle y una escuela con su nombre. En 2013, además, inauguraron un monumento que lo recuerda.

Sus restos descansan hoy detrás de una lápida gris en un nicho del cementerio de Comodoro.

Mañana, tal vez, alguna mano se posará sobre ella y dejará una flor a su memoria.

Serán, tal vez, las mismas manos que hace ya 36 años, estrujaban aquel vestido sin siquiera atinar a levantar la mirada del piso.

El héroe, justo es decirlo, descansa en paz.

 

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