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Espectáculos |EL FENÓMENO CULTURAL QUE CAMBIÓ PARA SIEMPRE LA TEVÉ CONCLUYE

¿El gran final?: tras cambiar la televisión, “GOT” termina ahogado en reclamos

Esta noche, desde las 22, la serie de HBO que marcó una era mostrará su último episodio, envuelta en todo tipo de quejas por la calidad de la última temporada. ¿Podrá enderezar el rumbo en el último suspiro?

¿El gran final?: tras cambiar la televisión, “GOT” termina ahogado en reclamos

Jon y Dany estarán cara a cara, por última vez, esta noche, en el final de “Game of Thrones” / HBO

19 de Mayo de 2019 | 04:07
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Por 2011, en silencio, HBO estrenaba una gran apuesta en términos de producción, a la espera de que la creciente masa de consumidores de fantasía, en particular los adolescentes, abrazaran la historia. Lo que siguió, sin embargo, no lo esperaba nadie: “Game of Thrones” escapó al nicho y se convirtió en un fenómeno de masas, transgeneracional y motivo de reuniones familiares y hasta discusiones, ganador de 47 premios Emmy, récord absoluto, y la serie más pirateada de la historia. Probablemente, la serie más vista de la historia.

Nadie esperaba este fenómeno que llega esta noche, desde las 22 por HBO a su fin, con la emisión del sexto episodio de la octava y última (y discutida) temporada, porque incluso hasta su autor de la saga literaria en que está basada (cada vez más libremente) la serie, “Canción de hielo y fuego”, consideraba que su serie de novelas (van cinco, faltan dos) era infilmable: cuenta la historia que George R.R. Martin comenzó a escribir su historia, en la década del 90 (el primer tomo se publicó en 1996) desilusionado con la industria televisiva de la que era parte.

Guionista de televisión de oficio, además de escritor, Martin se cansó de que sus proyectos de ciencia ficción y fantasía fueran rechazados y decidió escribir una saga imposible de llevar a la pantalla.

De hecho, durante años el autor rechazó ofertas para llevar la saga al cine, en días donde, tras el éxito de “El Señor de los Anillos”, todos buscaban la próxima historia épica para hacerse millonarios.

Pero en 2006, cuando David Benioff y D.B. Weiss se acercaron a Martin para contarles su plan de llevar su historia a la televisión, la pantalla chica atravesaba un poderoso renacimiento, encabezado además por shows de HBO como “The Sopranos”, “The Wire” y “Six Feet Under”. Martin aceptó la propuesta, y la producción comenzó a pesar de que la señal premium no estaba muy convencida: el show escapaba a la televisión “adulta” y realista que programaban y que los había llevado a ser la productora de contenido de mayor calidad del planeta, lo que redundaba, claro, en suscripciones. “Game of Thrones” escapaba a la marca HBO.

Cuatro años más tarde, en 2010, “Game of Thrones” debutaba en tevé: HBO continuaba teniendo dudas sobre el potencial del show, disipadas rápidamente por la respuesta de la audiencia. La primera temporada fue vista por más de dos millones de personas a través del canal premium, un número elevado para un canal pago pero que era apenas la punta del iceberg. La serie subiría a razón de un millón de espectadores por temporada: esta última entrega promedia 12 millones de espectadores en vivo, y suma a través de la plataforma on demand del canal más de 18 millones de reproducciones más, por episodio. Y eso, sin contar quienes lo miran de formas menos que legales...

La serie, además, recuperó algo que poco a poco se ha ido perdiendo en la era de Netflix y del “streaming”: que medio mundo se junte a la misma hora ante el televisor para ver una serie y que al día siguiente no se hable de otra cosa en la oficina (o en Twitter, ese gran campo minado de spoilers). “Game of Thrones” terminaría así marcando una era, convirtiéndose en un fenómeno cultural.

¿Las razones del fenómeno? “Game of Thrones” cambió para siempre las fronteras de lo posible en la pantalla chica, con escenas filmadas alrededor del mundo, efectos especiales de punta y batallas que incluyeron coreografías más grandes que las del cine.

Pero, más allá de los fuegos de artificio, la serie, como los libros, escapó rápido a lo que el gran público entiende como “fantasía medieval” (de forma algo prejuiciosa) para entregar una ficción que a través de superficies propias del género (espadas, dragones, héroes e intrigas) se convirtió en un fantástico espejo de nuestro mundo, un ensayo sobre la forma universal en que funciona y oprime el poder, que reveló cómo las intrigas políticas muchas veces olvidan lo importante, en Poniente como en la Tierra: allí, por Invernalia, de hecho, avanzaba esa masa de zombies y hielo, amenazando con congelar el planeta entero, y los candidatos al trono se la pasaban discutiendo fronteras, alianzas, herencias, derechos…

Cualquiera podía morir porque en ese juego de estrategias no había lugar para lo que “debería ser”, para el triunfo moral por merecimiento: los que jugaban bien sobrevivían, y los que no… adiós. Esta subversión al género que suele dotar a sus héroes con una “armadura de trama” fanatizó a quienes creyeron durante una temporada que, previsiblemente, Ned Stark llevaría la trama y sería el faro moral en medio de tanta amoralidad. Y entonces perdió la cabeza.

Y de ese juego de ajedrez letal emana lo que hizo de “Game of Thrones” una adicción: sus personajes, todos atravesados por la lógica en la que están insertados, a veces luchando contra sus peores impulsos, otras veces dándole rienda suelta con magistrales frases nihilistas (“el caos es una escalera”), siempre moviéndose por ambiguas y contradictorias motivaciones.

LA DECEPCIÓN

Los personajes enamoraron de tal forma a la audiencia que el rating siguió creciendo a pesar de que en las últimas temporadas no pocos fans arquearon sus cejas sorprendidos por las decisiones de los guionistas. La historia la saben todos: la serie rebasó la historia contada en las novelas y la trama comenzó a deshilacharse, desde aquella hoy olvidada trama de Dorne a esta octava temporada donde, ahora sí, los personajes atraviesan situaciones imposibles, toman decisiones insólitas y peligrosas y salen ilesos por la necesidad del guión de que lleguen al final.

¿Jon se enfrenta a un ejército de zombies y está rodeado? ¿Lanza una misión suicida para recuperar Invernalia? ¿Se enfrenta a un dragón? No hay drama. ¿Arya atraviesa una ciudad mientras un dragón la incendia y mata a toda su población? Apenas algunos rasguños y se va cabalgando. El arco de redención de Jaime Lannister, construido a lo largo de más de 70 episodios, se desestima para un telenovelesco impacto emotivo. La Larga Noche duró una noche. Símbolos y profecías fueron descartados, olvidados.

Cerrar una serie siempre implica cerrar dimensiones, clausurar sentidos posibles, lo cual muchas veces implica una gran decepción para los seguidores que tejieron teorías de increíble vuelo imaginativo y luego vieron resoluciones mucho más simples en la pantalla. En ese sentido, escribir en la era de Twitter y Reddit es complejo: como dijo Martin, muchas veces se siembran pistas en la historia, pero cuando los fans adivinan el sentido, la tentación es cambiar la historia para sorprender a la audiencia, lo que implica, claro, descartar aquellas pistas. Algo de esto ocurrió en el cuarto de escritores de “Game of Thrones”.

Pero, más allá de las tramas descartadas y los sentidos e interpretaciones clausurados, buena parte del público cree que el problema del cierre parece más profundo: esta semana, más de medio millón de seguidores de la serie, furiosos con el rumbo que ha tomado el guión en la octava y última temporada, firmaron una petición para que HBO rehaga toda la fase final del drama de traiciones y batallas. ¿El motivo? “Malos guionistas”.

A la audiencia no le gustó el comportamiento de Daeneyrs Targaryen, interpretada por Emilia Clarke, y Jamie Lannister (Nikolaj Coster Waldau), y en su crítica del episodio el diario británico Daily Telegraph sostuvo que “la serie quedó arruinada y sin arreglo”.

Benioff y Weiss, según los espectadores airados, “han demostrado que son guionistas totalmente incompetentes cuando no tienen material de respaldo (es decir los libros del novelista George R.R. Martin) a los que puedan recurrir”.

“Esta serie merece una temporada final que tenga sentido”, añadió el comunicado firmado por cientos de miles de internautas. Si el final es satisfactorio, si el último episodio consigue rectificar algunas de las malas decisiones, o si provocará una ira que hará arder HBO: todo se resolverá esta noche.

 

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